Categorías: Opinión

Cataclismo demográfico

Exactamente, el número de habitantes de Ceuta al 1º de enero de 2010 es de 80.579, ciudad que, como es sabido, tiene una extensión de 20 km2 escasos, de lo que se deduce una densidad de población de 4.027 personas por cada kilómetro cuadrado. Cualquier demógrafo o geógrafo o sociólogo o cualquier ciudadano que tenga dos dedos de frente se echará las manos a la cabeza y calificará tanto el número de personas como la densidad de una auténtica barbaridad. Téngase en cuenta que todo ello sucede en una ciudad en miniatura, que carece de recursos de todo tipo para ser autosuficiente. Ni agricultura, ni ganadería, ni industria. Solamente servicios y funcionarios. Y cuya huella ecológica sobre el territorio es tan profunda e indeleble que si aquellos que están llamados a velar por la conservación de montes, arroyos, flora y fauna autóctonas, pesca de bajura, playas y en general de todo aquello que conforma la naturaleza, actúan de manera tibia o irresponsable puede que en un par de generaciones nos encontremos colgados de la brocha porque la escalera se nos caído al suelo. No se trata de hacer de vocero de catástrofes o de cataclismos ecológicos producidos por mano humana, sino de hacer una llamada, dar un toque de atención, a esos que tienen la obligación de ponerse manos a la obra para encontrar lo que se ha dado en llamar un crecimiento demográfico sostenible.
A este respecto, yo sí me he llevado las manos a la cabeza cuando he leído en este periódico que un 20% de las familias de Ceuta son de familias numerosas, mientras que la media nacional es del 7%. Esto quiere decir, como bien se ve, que el índice de familias numerosas en Ceuta casi triplica la media nacional, ¡y eso en una ciudad de veinte kilómetros cuadrados! ¡Para morirse del susto! Según la noticia, en Ceuta hay 2.376 familias que tienen más de tres hijos. Se dice, incluso, que hay alguna con ¡once hijos!
No es posible que se hable a la ligera y alegremente de estos datos escalofriantes. Una ciudad como la nuestra no se puede permitir crecer demográficamente de esta manera. Acaso, la Consejera de Asuntos Sociales, señora Rabea Mohamed, tendría algo mas que decir que “actuará con responsabilidad y empatía”.
No sé hasta qué punto los servicios sociales de la Ciudad pueden seguir soportando la carga que suponen los colectivos más desfavorecidos de Ceuta. Existen, es cierto, no pocas familias que sobreviven por debajo del umbral de la pobreza en situaciones dramáticas, y a todo ello hay que sumar los niños inmigrantes no acompañados, los MENA, que suman centenar y medio.
Todo un panorama desolador. Pues bien, el 20% citado más arriba de familias numerosas en Ceuta casa bien con todos esos colectivos desfavorecidos. Pues presumo que la mayoría de esas familias supernumerosas forman parte de esos colectivos desfavorecidos referidos anteriormente.
No es descabellado suponer que la mayoría de esas personas incluidas en los colectivos más desfavorecidos pertenecen al segmento de población árabo-beréber, pues, sin duda, ese 20% se ha alcanzado ‘gracias’ a ese segmento de población. Se casan generalmente muy jóvenes y suelen tener muchos hijos. No basta con poner ‘una olla’ en el centro de la mesa y ¡hala! todo el mundo a comer. Quien asuma tal hecho es un inconsciente de tomo y lomo. Se trata de proporcionar a los hijos una vivienda digna, una educación de futuro, sin temor al fracaso escolar endémico de ese segmento árabo-beréber, en resumen, un cuidado generoso de la prole.
Y no se trata sólo de la educación y cuidado de la prole y de la huella ecológica, es algo más. Se trata de la ‘lucha’ por el espacio en una ciudad tan pequeña; se trata de un déficit de viviendas y de terreno para construirlas; se trata de la construcción de viviendas ilegales y del cerramiento ilegal de parcelas; se trata de que a este ritmo no habrá centros escolares donde acoger a los niños; se trata de un recrudecimiento de actitudes violentas en individuos con un escaso o ningún futuro; se trata de que individuos sin ninguna preparación para acceder a trabajos que requieren conocimientos específicos se dediquen a actividades peligrosas e ilícitas que caen de lleno en la ilegalidad. Se trata, en fin, de que a quienes les corresponda y tengan influencia en ese colectivo árabo-beréber intenten convencer a sus miembros de que no es de recibo tener tal número de hijos. Acaso estemos en presencia del comienzo de un cataclismo demográfico, que tendría, obviamente, consecuencias nefastas para el devenir, en todos los sentidos, de esta ciudad. Acaso, en dos generaciones nos hayamos cargado el invento.

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