Castillejos ha ‘inaugurado’ la zona comercial dispuesta en el entorno de la frontera para canalizar la actividad comercial que murió con el cierre total del Tarajal, con esa pandemia que fue la puntilla después de una agonía que se nos había ido escribiendo por capítulos. Es la reacción del vecino país a la muerte sin reanimación posible de lo que conocimos como contrabando, que durante tantísimo tiempo se nutrió de las espaldas de las porteadoras dejando imágenes inhumanas pero, no por ello, repetidas constantemente en el tiempo. Sabíamos que aquello era una barbaridad pero se seguía manteniendo, disfrazando casi de atención caritativa lo que era una burda colaboración con la explotación iniciada por un país vecino que consideraba a sus mujeres meras mulas. Esto es como eso de ‘ellos pecan’ mientras ‘nosotros solo miramos’, pues eso es lo que pasaba durante años y años.
Marruecos nos escenifica su poder dando el visto bueno a las casi 80 naves comerciales ubicadas de forma estratégica y cerca del puerto de Tánger, vendiendo además la creación de mil puestos de trabajo y la apertura de una vía económica directa. Ceuta, entregada desde hace años a la creación de grupos de trabajo inútiles o al encargo de informes que acostumbran a costar sus buenas perras para luego quedar ocultos en un cajón, espera ahora que un documento bendecido por el Gobierno central y Europa recoja los retos a los que debemos enfrentarnos simplemente para tener futuro. A eso hemos llegado. Seguimos dejando que pasen los meses pensando qué es lo que nos conviene y lo que no o qué podemos hacer para aliviar las cifras de paro y tener una alternativa a la juventud. Todo esto pasa mientras que a unos kilómetros otros no tardan tanto en pensar, dejando las fuerzas para actuar.
La apertura de la frontera del Tarajal no servirá más que para dotar de un tránsito menos tercermundista a la comunicación entre ambos puntos, aunque todavía haya quienes aspiran a seguir viviendo de unas transacciones comerciales que están agotadísimas y que no volverán.
Ceuta debía haber aprovechado la pandemia para cambiar el chip sin entregarse a polémicas que de nada sirven. Debía haber iniciado acciones prácticas en vez de dedicarse a otros fines mientras nos vende que vamos muy bien porque un puñado de empresas de juego se han instalado en nuestra ciudad. El aviso que nos llega del otro lado es un ejemplo de cómo no dormirse.
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