En breve se cumplirá un mes de la entrada masiva que situó a Ceuta en el punto de mira de toda España. De eso todavía queda algo, aunque asombrosamente el debate parece que se está orientando más a cómo ‘sacar tajada’ económica de lo ocurrido y no a cómo resolver con la urgencia debida -ya llegamos tarde- la situación de los cientos y cientos de marroquíes que siguen en las calles. Tenemos el caso de una familia al completo que está durmiendo fuera del CETI, lugar al que ahora no se les deja entrar a pesar de ser peticionarios de asilo, lugar al que les dicen que accederán pero con cita.
Toda una ciudad es incapaz de resolver con la rapidez debida situaciones a las que parece que nos estamos acostumbrando hasta verlas como normales cuando no lo son. Porque no es normal tener a una familia con niños pequeños en la calle sin alternativas, ni tampoco que siga habiendo grupos dispersos por toda Ceuta al igual que asentamientos en donde no se guardan las mínimas normas para prevenir los contagios de covid.
El Gobierno de la Nación, del que se destacó su rapidez en visitar Ceuta y el compromiso que está manifestando de seguir apoyando a la ciudad, está cayendo en una absoluta, sorprendente, hiriente y denunciable dejación de funciones al no haber ofrecido de urgencia una alternativa temporal. Ha optado por dejar que estas personas estén en la calle, sin afrontar su competencia en materia migratoria, esperando que otra administración ofrezca soluciones.
Esto en cualquier otro momento habría sido un auténtico escándalo, pero en una sociedad adormecida como la nuestra se hace fuerte el pasotismo y la exposición sin miramientos a la ocupación de zonas comunes, al destrozo causado en montes o provocar daños colaterales que no son premeditados pero que se están produciendo en el ámbito medioambiental.
Ya se está llegando tarde, sin sanción alguna y sin condena pública.