Mohamed y Rachida se mudaron al 3B de la calle Buendía Ruiz, cruce con la Cuesta Parisiana, en Ceuta, hace diez años. Una década después, su hogar se ha convertido en una casa con vistas, para no caer en groserías, a la basura, concretamente a tres contenedores de residuos domésticos con el paquete completo de olores, roedores y todo tipo de desechos alrededor.
El artículo 66 de la Ordenanza vigente, relativo a la ‘Instalación de contenedores en la vía pública’, estipula que la Ciudad es la competente para decidir “el número, volumen y ubicación de los contenedores” teniendo en cuenta, principalmente, la aplicación de factores como “número de habitantes y densidad de población; grado de horizontalidad en la edificación; tipología de contenedores y sistema de recogida utilizado; configuración de las vías , número y tipo de servicios, comercios,entidades e instituciones asociados a la zona; seguridad vial; criterios estéticos, de accesibilidad general, etcétera”.
Supuestamente también se deben valorar “las sugerencias que puedan recibirse de particulares, comerciantes y usuarios en general que mejoren la eficiencia y funcionalidad del servicio”.
Cuando llegó a su casa, la pareja no tenía los contenedores de mostrador, pues estaba ubicados más cerca de Coronel Gautier. Otras opiniones debieron pesar más y se los acabaron plantando ante sus ventanas, un bajo por Buendía Ruiz, el equivalente a una primera planta por República Argentina.
“Nuestro hijo tiene alergias que nos obligan a dejar las ventanas abiertas, pero en verano sobre todo es insoportable el olor de los contenedores, tanto por los residuos como por quienes hacen sus necesidades alrededor”, lamenta Mohamed, que critica el “incivismo” de quienes “sacan sus bolsas desde primera hora de la mañana a pesar los horarios establecidos para el depósito”.
A Rachida le gustaría rehabilitar su fachada, pero ha descartado la idea. Los contenedores dan el contexto ideal para el abandono de todo tipo de elementos, desde bañeras hasta sofás pasando por neveras y restos de obras domésticas que se dejan directamente sobre su fachada. “A veces tardan hasta una semana en recogerlos y sólo la colaboración de algunos trabajadores de los servicios públicos nos ayuda a que se haga antes”, lamentan ante la puerta de su casa, que “nunca” dejan abierta para evitar que las ratas, “que dan más miedo por su tamaño a los gatos que al revés”, bromean, accedan al domicilio.
La problemática sólo ha hecho que agravarse con el tiempo desde que se suprimieron los contenedores del cruce de Coronel Gautier con avenida Lisboa para instalar un kiosko. “Ahora mismo buena parte de la parte alta de Vicedo Martínez Hadu tiene estos contenedores como los más cercanos, por lo que se saturan rápidamente”, explica Rachida, que ha hecho suya la obligación de “echa agua con lejía cada día” en la calle para intentar sanear el entorno, en el que existen tramos de taludes baldíos (sin casas a pie de acera) a los que podrían trasladarse los contenedores con nada más que un poco de empatía.
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