La que fuera esperanza y cobijo de buena parte de los inmigrantes que llegaron los pasados 17 y 18 de mayo ralentiza su actividad por el agotamiento de su benefactora. Ha llegado a alimentar y proveer de ropa a más de 1.000 personas en un solo día. Sabah Hamed Mohamed, la que fuera imagen de la esperanza y cobijo de muchos inmigrantes en los primeros días de la marea humana procedente de Marruecos que llegó hasta Ceuta, se encuentra físicamente agotada.
“Ahora hay más personas y organizaciones que se ocupan también de ellos. Antes no creo que hubiera muchos más que yo, es por eso que he cogido un descanso por el agotamiento que me ha producido esta tarea, que vemos que tampoco tiene fin, porque no se termina de solucionar. No hay más que ver como se encuentran las colas de la oficina de asilo”, asiente Sabah con la voz apagada por el cansancio.
Actualmente sigue manteniendo a algunas personas en su hogar, ocho, pero ya no resulta factible poder hacerlo en esas cantidades, que aumentaban día a día de forma progresiva. “Daba de comer, ducha y ropa limpia a 1.000 personas. A eso une las tareas propias de desinfección que había que realizar de forma diaria de los espacios compartidos y de la ropa de baño… un trabajo enorme”, añade. Incluso han canalizado ayuda de ropa y calzado que ha venido de distintos puntos de la península y de Gibraltar. Aunque también han salido de Ceuta con el fin de adquirir ropa interior y verduras. De esta forma, salieron a Málaga para comprar nada menos que 800 calzoncillos, que se agotaron en apenas dos días.
Sin embargo, Sabah se lo toma como un “pequeño respiro”, pues la situación se va dilatando en el tiempo más de lo que se podía prever y asegura que, en cuanto se recupere un poco de estas dos ajetreadas semanas apenas sin descanso, regresará para atender a los que más la necesitan.
“Vi que entraban y entraban y que no paraba de entrar gente y me asusté. No sabía que era lo que había detrás de eso ni que era lo que estaba pasando. Aquel día yo no hice nada. El martes por la noche decidí hacer una olla de macarrones y salimos mi amiga Nayat y yo. Hicimos 28 kilos y creíamos que con eso tendríamos suficiente, pero no llegamos ni a salir del barrio. Eso se repartió solo en Los Rosales. Luego otras amigas hicieron unos 60 bocadillos y bajamos a la frontera. En el camino muchos chicos nos paraban y nos decían que por favor necesitaban ayuda y que tenían mucho miedo”, recuerda la ceutí de 59 años.
Fue a raíz de ahí, que Sabah, “con la ayuda de muchas amistades”, empezaron con esta labor humanitaria tan importante. “Empecé con algunas cosas que yo tenía en mi casa, de alimentos y ropa, y ahora todos los cuartos están llenos de ropa, cosas de higiene, toallas y de todo. Todos los días digo: ya estoy cansada y que voy a parar. Pero al final no puedo y seguiremos haciéndolo mientras podamos”. Hoy Sabah ha tenido que parar por su propia salud.
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