Este es mi artículo número 700 publicado en El Faro de Ceuta. Y lo hago esta vez con tan redondeado número y tan rocambolesco título precedente, para resaltar dos nuevos importantísimos fenómenos con que hoy el mundo cuenta, que en realidad ya hace tiempo se nos venía anunciando, pero que hasta ahora no se había producido el anuncio oficial de la puesta de largo de la “moza” (la casa real) y el “apuesto galán” (el imperio), ambos de Cataluña. Y es que, hace unos días me llegaba hasta mi tierra de Extremadura un curioso correo enviado por un amigo de Ceuta, en el que se me daba a conocer la “buena nueva”, es decir, el alumbramiento informativo a todo el orbe terráqueo, de que los independentistas catalanes cuentan, aunque con carácter retroactivo desde hace mil años, con una ínclita casa real y un perifrásico imperio de esos de “vamos a contar mentiras, tralará…, por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará”. Y, además, nos ofrecía la primicia informativa de que Colón era catalán y se embarcó en Cataluña para ir a descubrir América, ayudando con ello a crear el imperio catalán.
Efectivamente, según un folleto de la Agencia “Catalonia tours. Cat”, que ofrece al mundo una nueva oferta turística, lo hace a los posibles clientes en los términos siguientes que entresaco: “Bienvenidos a Barcelona, capital de Cataluña, que es una nación milenaria. Nuestra nación os espera para ofreceros cultura, identidad, naturaleza y simbolismo. Si queréis conocer una auténtica visión de nuestra realidad, de nuestras raíces y de nuestra historia, venid con nosotros y os acompañaremos a través de un turismo que os mostrará todo aquello que no se explica. ¿Queréis ver donde nuestros abuelos se refugiaron para salvarse de los bombardeos de las aviaciones alemana e italiana enviados por la España fascista contra Barcelona?. ¿Queréis saber por qué se esconde al mundo que los catalanes hicimos el descubrimiento de América?. ¿Queréis visitar donde España colgó doce años la cabeza del general Maraques (nuestro Braveheart)?. La sublime Montserrat, la montaña sagrada, cuna cultural de nuestra nación catalana. Su historia llena de reyes, obispos, y caballeros templarios. Los 300 años de ocupación española desde la pérdida del Estado catalán en 1.714, hasta su próxima recuperación en 2014, tres han sido los momentos más críticos para la supervivencia de la nación catalana: la Guerra de Sucesión en Europa (1707-1714), la napoleónica campaña de España (1808-1814) y la Guerra Civil Española (1936-1939). De estas tres guerras, Cataluña ganó la del siglo XIX, siendo la primera batalla que nación alguna ganaba a los ejércitos napoleónicos. Os hemos preparado: la derrota de 1714, en la que la nación catalana perdió su estado de más de 700 años. Montjuit, visitar la ciudad vencida y arrasada…”. Y ofrece también al visitante otras rutas, como la del “imperio catalán en el Mediterráneo y el descubrimiento de América: Visita al archivo de la corona de Cataluña y Aragón, desde la plaza que fue residencia de los reyes catalanes. La figura central será el marinero catalán, miembro de la realeza catalana que salió de Barcelona a descubrir América, el Almirante Cristóbal Colón…”.
También se informa al público que “Cataluña tiene raíces en la tradición helénica, que es un valor que siempre ha marcado el talante de la historia catalana como base democrática y tolerante, contrario al origen de derecho romano de los españoles y franceses, de tradición impositiva y siempre cercana a la inquisitorial Iglesia de Roma”. Eso sí, como “la pela es la pela”, ofrecen una variedad de precios por cada ruta que, lo normal es que cuesten unos 600 euros por cada persona, pero dependiendo de los servicios que se utilicen, puede llegar a los 1400 euros por turista. Es una contribución más al sostenimiento de las “embajadas” catalanas por todo el mundo a costa del dinero público de los españoles. En fin, toda una sarta de mentiras, engaños y barbaridades que sólo caben en mentes tan cortas, tan retorcidas y tan de supina ignorancia como la de los que llegan a pensar que los demás vamos a comulgar con las ruedas de molino con las que quieren desayunarnos, y que contrastan con otros auténticos valores culturales que la Cataluña noble y trabajadora de verdad tiene. Ya hace tiempo que me convencí de que los nacionalistas separatistas catalanes (también los vascos), no son nada más que una mera actitud psicológica artificiosa construida a base de falacias, invenciones, distorsiones y ocultaciones, ya sean históricas, económicas, lingüísticas, etc., con las que se ha ido fabricando toda una fabulación, toda una creación de sentimientos artificiales en los que la verdad, la seriedad y la objetividad brillan por su ausencia. La hegemonía cultural, doctrinal, mediática y política actúa en Cataluña sin que encuentre contrapeso alguno ideológico y social que se encargue de rebatir las barbaridades, sandeces y demás tonterías que se hacen creer al afanado pueblo catalán. Y así ha sido como las fabulaciones de los secesionistas, repetidas unas y mil veces, han ido calando en muchos catalanes como lluvia fina que han terminado por hacer creer a muchos de ellos, incluso de buena fe, como verdad axiomática lo que simplemente es una real mentira, sucumbiendo a los mensajes soberanistas mediante la falaz propaganda nacional-catalanista a base de tanto contarles que todo lo malo les viene a los catalanes de España, de que los españoles les robamos, de que vivimos a costa de lo que ellos pagan, de que España no es democrática, de que les oprime porque ellos tienen su derecho a decidir. Y, por el contrario, que todo lo bueno es catalán y que siendo independientes vivirían en el país de las mil maravillas. Y a todo eso, no hay nada que haga reaccionar al Estado democrático y de derecho, simplemente para decir allí alto y claro la auténtica verdad, la realidad de las cosas, para que no se engañe y se divida al pueblo catalán, mientras siguen los problemas sin resolverse.
Pues para que se vea la facilidad con que los independentistas catalanes retuercen la historia y se la inventan, presentándola al revés de como en realidad fue, no voy a perder el tiempo en desmentir que Cataluña a lo largo de la Historia nunca ha tenido casa real, ni ha sido nación, ni estado, ni imperio, ni que Colón no fue catalán y tampoco fuera Cataluña la que descubriera América, porque entiendo que tan tremendas barbaridades nadie absolutamente que sea estudiante de primaria se las va a creer. Y de ahí la necedad, la mente tan estrecha y el enorme complejo de inferioridad que irradian los autores del folleto. Pero, al menos, sí quiero modestamente contribuir a que resplandezca la verdad sobre algunas otras muchas memeces que en el mismo se dicen. Por ejemplo, la Guerra de Sucesión (ellos suelen llamarla de “secesión”), nunca fue de España contra Cataluña, como dicen, para que en ella perdiera su condición de estado que jamás tuvo, sino que fue la de dos dinastías europeas que se disputaban la sucesión a la corona española, la borbónica, cuyo reinado prevaleció, y la austríaca que al final desistió cuando el Archiduque Carlos de Austria heredó el imperio austro-húngaro; es más, Cataluña, en principio, luchó al lado de las tropas borbónicas, y después se pasó a las de dicho Archiduque. Como tampoco es cierto que la Guerra Civil de España se hiciera contra Cataluña, porque, aunque fuera una guerra que nunca debió darse y que jamás debe volver a promoverse entre los propios españoles, lo cierto fue que en ella lucharon dos ideologías enfrentadas, o sea, media España contra la otra mitad de ella.
Se jactan luego en el folleto de que los catalanes son de origen helénico y de valores más democráticos y tolerantes, mientras que los españoles y franceses son de ideas impositivas cercanas a la Iglesia inquisitorial. O sea, parece como si los romanos no hubieran nunca pisado Cataluña; cuando resulta que el primer territorio al que llegaron en España fue el catalán, concretamente Ampurias en el siglo VII antes de Cristo (a.C.). Los romanos crearon la provincia romana Tarraconensis el año 27 a.C., junto a la Lusitania (mi tierra de Extremadura) y la Bética. Pero es más, las sólidas murallas romanas de Barcelona fueron utilizadas como principal baluarte de choque contra el Islam. Luego, desde el siglo VIII al X de hecho, y hasta mediados del siglo XIII de derecho, los territorios catalanes formaron parte del reino franco (Imperio carolingio), con una clara influencia francesa en el campo espiritual, cultural e institucional en toda la mitad del siglo IX. Y luego estuvo la llamada Marca Hispánica (¿No suena raro un nombre tan español en Cataluña?), que estuvo integrada por condados dependientes de los monarcas carolingios en el siglo IX, cuya mayoría fueron francos y el resto autóctonos. Informa luego el folleto turístico sobre el legado cultural catalán, destacando el de Dalí como seña de identidad; pero silencia que el famoso pintor catalán pidió en los últimos momentos de su vida que le pusieran el Himno Nacional de España. Como tampoco dice nada el folleto de que el Presidente Tarradella, a su regreso a Cataluña, llegó gritando: ¡Visca Catalunya!. ¡Visca Espanya!. Cita luego al castillo de Cardona, como bastión seguro que desde el año 789 y durante siglos perteneció a la “realeza catalana”, y dice que nunca fue conquistado por las armas. Pues bien, dicho castillo, de estilo románico y gótico, fue construido por Wifredo el Velloso el año 886, y en 1714 fue uno de los últimos reductos que se rindieron a las tropas de Felipe V. Por cierto, que este conde, al que se le atribuye la creación del Condado de Barcelona, era de linaje hispano-godo, de Comflent, perteneciente al Rosellón francés. (Otro origen hispano-francés del que el folleto tanto reniega).
Y no quiero dejar de invocar y adherirme a las palabras del historiador José Antonio Maraval, cuando refiere en uno de sus libros de Historia que: “El concepto de España en la Edad Media, prueba hasta la saciedad que, a pesar de la multiplicidad de sus reyes, España es una, vivida y sentida como una por todos los españoles, desde Barcelona hasta Lisboa; descrita como una por sus historiadores, desde el Gerundense hasta el Tudense, pasando por Toledano (navarro) e invocando la costumbre de España desde Navarra hasta Cataluña y desde Galicia hasta Andalucía.
Toda esta faramalla de distinciones étnicas y de naciones distintas, no es más que separatismo retrospectivo y retropolado que no reconoce ningún Pedro, Jaime, Sancho ni Alfonso (reyes) ni los pueblos españoles; mucho antes de que los unieran Isabel y Fernando, se sabían y se sentían una sola familia. Además de todos estos reyes – cinco o seis, tres o cuatro, según los tiempos – se llamaban todos a la vez “reyes de España”. Y es que, se ve que entre los catalanes soberanistas, como decía el gran maestro en tauromaquia española Rafael Guerra (“Guerrita”), allí “hay gente pa tó”.
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