Opinión

Carta abierta a los maestros y profesores de Ceuta

Soy docente, llevo en Ceuta 21 años y desde el minuto 1 me he sentido comprometido con esta ciudad que ya es mi casa y mi patria. (Dicho sea de paso, me considero ciudadano del mundo).

Esta semana mi compañera Remedios y yo publicamos respectivos artículos sobre lo sucedido en un instituto con un compañero.

Segun relatan los alumnos, el profesor hizo comentarios racistas en la clase. Prefiero no repetir lo que declararon los alumnos para no rizar el rizo y añadir más leña al fuego pues en nuestra ciudad las noticias corren como la pólvora y habrán llegado a todas las personas que se han interesado por el tema.

Escribí un artículo al respecto poniendo en tela de juicio la forma con la que se había publicado en prensa la noticia al incluir datos personales del profesor : foto, datos personales, centro de trabajo y las presuntas ofensas vertidas a los alumnos (pues serán presuntas hasta que no se aclaren los hechos por las autoridades competentes, aunque una clase entera diga que se produjeron). Quien sabe de esta profesión conoce que en muchas ocasiones nos hemos quedado solos defendiéndonos de una acusación cuyos testigos eran toda la clase.

Mi compañera Remedios redactó y mandé a la prensa otro artículo sobre la situación en Ceuta respecto a la educación . Predicar en el amor, no en el horror, esto es salir de la caverna". ( Título de su artículo).

Remedios y yo compartíamos la indefensión de profesor ante el tratamiento de la noticia (foto, etc). Se daba a que la noticia, más que noticia, fuera un veredicto de culpabilidad.

A mi compañera y a mí se nos ha acusado de corporativismo, de defender al compañero dijera lo que dijera o actuara como actuara.

Nada más alejado de la realidad. Es ahí donde está el meollo de la cuestión: la absoluta desunión del profesorado.

Tendría que estar lanzando cañonazos todos los días cada vez que un docente es agredido en clase: insultos, vejaciones, impedir ejercer la docencia, amenazas, denuncias, padres que dudan constantemente de la profesionalidad.

Las directivas no dan abasto con los partes de disciplina que debemos cursar con todo lujo de detalles: hechos, día, hora, clase, alumno, llamar a los padres; en ocasiones entrevistarte con ellos, etc.

Los chicos volverán al aula cumplida la sanción, si la hubiere, pero volverán, las más de las veces a repetir ese comportamiento que nos machaca, nos hunde, nos pone contra las cuerdas y nos bloquea a la hora de tomar decisiones.

Todos callamos, sufrimos en solitario lo que nos pasó o lo comentamos con las personas con las que más confianza tenemos.

Así, día tras día, resistiendo comportamientos disruptivos y sin poder tomar decisiones de calado: el sistema no nos lo permitiría.

Lo que hay es un anti corporativismo, un silencio para no oir la cantinela de “tú no sabes dar clases, dedícate a otra cosa renuncia al trabajo si no puedes con él”.

Y sí podemos, si fuéramos respetados como los respetamos a ellos, si quieren aprender los que vamos al aula con inmensas ganas de enseñar.

Hemos dedicado años para prepararnos, y ser competentes. Hemos pasado pruebas de selección, estamos sujetos a normas que cumplimos a rajatabla aunque las discutamos si no estamos de acuerdo con ellas.

La semana pasada un@ profesor@ fue agredid@ con un objeto punzante. Pocos compañeros nos enteramos porque el afectad@ prefirió no hacerlo público. ¿Deberíamos denunciar? ¿A quién? ¿Para qué? Lo mismo el problema es del docente@ que no domina la clase.

A los primeros que nos repugna todo tipo de racismo es a los trabajadores de la enseñanza. Nuestra lucha es denodada contra ello. Los padres deben pedir todo tipo de aclaraciones de cualquier asunto que estimen oportuno pero no deberían arrebatarnos la autoridad poniendo en tela de juicio cualquier hecho que les relate su hijo.

Educamos entre todos pero la escuela debe centrarse en enseñar y es labor de los progenitores formar en valores, actitudes, respeto, saber ser y saber estar.

Si hiciéramos durante un mes una recogida de datos de lo que tenemos que tragarnos sin rechistar en cada clase y a cada hora tal vez recuperaríamos la conciencia de clase y la dignidad, tantas veces mancillada.

El fracaso de la enseñanza es el fracaso de la sociedad, de los más vulnerables y necesitados. Pocos tienen el privilegio de acudir a la enseñanza privada que empieza a ser un negocio muy rentable para los inversores.

Mandar un S.O.S a nuestros sindicatos tampoco sería mala idea.

Representantes de la FAMPA deberían entrar a los institutos y a los colegios, ver lo que allí sucede e intentar ponerse en nuestro lugar.

No perder la esperanza es el primer paso.

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