Cuando llega el mes de febrero, nuevamente nuestras calles se llenaran de coplas y de disfraces, el carnaval toma las calles. Aquella fiestas recuperada tras el franquismo, tuvo su comienzo hace más de un siglo, los datos más antiguos que hemos podido conseguir están fechados a finales del siglo XIX, más concretamente en 1886.
Pero aquel carnaval tuvo un gran pasado consiguiendo su mayor esplendor durante la Segunda República (1931-1936). La proclamación del nuevo régimen en nuestro país trajo una mayor libertad, de lo cual los autores de murgas se vieron beneficiados, recordemos que la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), había traído censura y grandes trabas para poder escribir sus coplas con total libertad.
En Ceuta, desde la llegada de la dictadura, el Ayuntamiento se regia por una Junta municipal cívico-militar, su primer presidente fue el comandante general, Agustín Gómez Morato, continuándole el coronel de Infantería José García Benítez y ya entre 1928 a 1931, el Ingeniero del puerto José Rosende Martín.
Tras las elecciones del 12 de abril de 1931, y la proclamación de la II República sería designado alcalde de Ceuta el jefe de los Republicanos, el doctor Sánchez Prado.
Los años treinta hasta su prohibición en 1937, la fiesta de carnaval logro uno de sus mayores niveles de participación. La hemeroteca del diario El Faro es testigo de los bailes y eventos que se organizaron en estos años. También contribuyeron a este esplendor los muchísimos peninsulares sobretodo de la baja Andalucía que llegaron a nuestra ciudad para trabajar y llegado el mes de febrero formaban sus murgas como hacían en sus pueblos, sumándose a las ya existente en la ciudad.
Recordemos que en Ceuta en la década de los años veinte, la población aumentó de una forma a veces alarmante. Con la creciente intervención militar, de España en el protectorado, la ciudad se convirtió en tribuna, retaguardia y frente de esta aventura.
En Ceuta, desde 1900 a 1910, aumentó la población en 10.638 habitantes, de 1910 a 1920, el ritmo de crecimiento es aún mayor, 11.312 habitantes, son los años de la guerra de África, el comienzo de las obras portuarias ó inauguración de la línea férrea con Tetuán. En el decenio 1920 a 1930, la población aumenta de forma vertiginosa en 15.395 personas. En los albores de la proclamación de la II República, ya cuenta con unos 50.000 habitantes y una gran presión obrera en paro, son muchos los peninsulares que se trasladan al protectorado a trabajar, sirviendo Ceuta de base.
La mayor pujanza obrera se puso de manifiesto en dos núcleos muy determinados. En primer lugar, en las importantes concentraciones de asalariados en algunas obras (especialmente el puerto), en segundo lugar, entre aquellos trabajadores con un oficio, que resultaban muy necesarios en momentos de acrecedentada actividad constructora que abundaban en la ciudad; carpinteros, plomeros, electricistas, etc.
En estos años junto al autor de carnaval Roque Guerrero del Peñón, también habría que reseñar a José Moreno, su hijo Eduardo hace unos años me relato como organizaba su padre las Murgas. “El año que sacaron los Rumbistas Mexicanos, me acuerdo que faltaba una semana para comenzar el carnaval y tenían todas las coplas preparadas y ensayadas desde hacia bastantes meses, pero tenían problema con el tipo (disfraz), ya que la cosa estaba cortita de presupuesto y se dirigieron al Patio de la Tahona, en la Plaza Azcarate, y la mujer de uno de los componentes llamado Palmones que era modista, les dio la idea y se fueron a Casa Bentata, compraron unos retales por quince pesetas y con mucha imaginación se lo hicieron… Desde por la mañana durante los tres días de carnaval estaban recorriendo las calles y los bares de la época como El Preferido, Bar King, La Perla, Hispania, Campanero Chico, Casa Julián y por la noche la visita a los bailes públicos, no podía faltar al Teatro Cervantes, que antes de la Republica se llamaba Del Rey… Algunos de los componentes de la murga fallecieron en el naufragio del pesquero “El Lobo”, en los Isleños, detrás del Monte Hacho…”.
Las Sociedades Culturales
En el último cuarto de siglo XIX, los bailes que organizaban los distintos centros culturales, giraban en torno al teatro El Principal, que se encontraba en la calle Galea. Las sociedades culturales tanto civiles como militares se volcaban con estas fiestas llenas de coloridos y alegría. Es digno de destacar la gran cantidad de entidades que colaboraban con esta fiesta anual como, El Casino Africano, El Liceo de Ceuta, La Peña, Ateneo de Sargentos, Circulo Africano, La Juventud Africana, Circulo Popular, Club Abilense, Peña Africana y las musicales, de las cuales a buen seguro salían grupos de calle, Sociedad Filarmónica, El Instituto Popular de Música ó la Peña Musical. Todas estas sociedades recreativas estuvieron presente, en más o menos medida, en las últimas décadas del siglo XIX organizando bailes y actos relacionados con el carnaval según hemos podido saber de la información que hemos sacado de los escasos diarios de la época.
Los cerca de catorce mil ceutíes de la última década del siglo XIX vivieron un gran carnaval, según cuenta el diario El África los diferentes bailes organizados por las sociedad culturales se vieron muy animados y el paseo del Rebellin fue el centro de los paseos de las mascaras y coches de caballos engalanados. Los diferentes bailes se celebraban preferentemente en el Teatro Principal, en la calle Galea y algunos en el Variedades en el paseo del Rebellin.
Una de las sociedades más activas en estos años fue la creada en enero de 1893 Circulo Africano, el diario El África publica una crónica sobre este carnaval: “Primer día, estaba bastante desanimado, pero seguramente debido al fallecimiento de Manuel Ortiz-Villajos, persona muy querida y apreciada en la ciudad, el segundo día, creció la animación y el tercer aún más, no hubo mascaras notables pero llamó la atención dos que imitaban con bastantes propiedad a cierto persona que ocupa el onceno lugar y dice estar representado en esta localidad por seres pensantes y andantes”.
En otro artículo también se realiza un crónica de estos días: “El Rebellin es el lugar mas bullicioso de las máscaras, en algunos balcones hubo hermosas heroínas que se defendían tenazmente de los bruscos ataques que desde la calle les dirigía enemigo de sexo feo arrojando lluvias de metralla…”.
Los establecimientos dedicados a tejidos y sastrería se vuelcan con estas fiestas, son muchos los anuncios que se pueden leer en los diferentes diarios, como el ofertado por “La Sultana” donde explica con todo detalles que poseen telas de todos colores y adornos como bastones, sombreros y demás utensilios.
La Magnolia, era otro de los establecimientos que ofertaban sus vestimentas, no en vano estaba regentado por el gran modisto Enrique Gabarrón, quien una vez llegado el mes de febrero realizaba los mejores trajes para los bailes de mascaras.
Su establecimiento se encontraba en plena calle Real. Por otra parte el gran artesano de los dulces Cristóbal Lavado, adornaba sus escaparates con alegorías referidas al carnaval. El semanario irónico-festivo The Moour Uno, del 26 de febrero de 1899 publica esta curiosa nota: “El próximo domingo tendrá lugar un baile con los fondos que le han sobrado del pasado carnaval y piensan celebrar la popular sociedad “la nata del boquerón”, no habrá cotillón pero durante el descanso se obsequiará a la concurrencia con cacahuetes y gaseosas”.
El último carnaval del siglo XIX, se presentó con muchas penurias económicas tal y como lo anuncia la sociedad El Casino Africano, quien hace público días anteriores al carnaval que no realizara baile alguno. Pero a los pocos días anuncia que debido al trabajo de los más jóvenes, se pueden llevar a cabo. Los bailes se realizaron en el Teatro Variedades, en el Paseo del Rebellin, y en las sociedades de aquella época, Circulo La Unión, Liceo Africano, La Peña, El Liceo o el Club Abilense entre otros.
Varias carrozas fueron las presentadas por las distintas sociedades, el diario El África, el 28 de febrero de 1899, anuncia que la carroza representando a un ciclistas fue la más aplaudida por su belleza plasticidad y comicidad, otorgándosele un premio.
Dando nuevamente un salto en el tiempo, si una persona destacó entre los disfraces individuales que recorrían nuestras calles en los años treinta fue, Antonio Ruiz de Conejo, cariñosamente conocido como “La Coneja”, este caballero regentaba una sala de fiesta en la calle Peligro, al final de la calle Real, era una persona conocedora de la vida y sobre todo con un gran sentido del humor e ironía.
Antonio Ruiz de Conejo todos los años se disfrazaba y sus mascaras eran esperada como un acontecimiento dentro de los tres días de carnaval, año tras año, su presencia en las calles fueron de novia, niña bebé… pero sobre todo en los carnavales de 1936 dio el verdadero “pelotazo”, su disfraz causó la admiración y aplauso de cuantos le vieron por las calles. Antonio se vistió de muñeca, se metió en una caja de cartón de casi dos metros, cogido por el cinto, unos tirabuzones, muy pintada como las muñecas antiguas de Torreluna y tan solo salían de la caja las piernas para caminar, y le acompañaba un señor que iba junto a él vendiendo papeletas para rifarla, el sorteo se efectuaba ante la multitud de ceutíes que le estaban acompañando desde su casa en la Plaza Azcarate, hasta el Rebellin, donde se efectuaba la rifa.
Muchos fueron los personajes populares que han dejado huella en aquellos carnavales de los años treinta. Aquella Ceuta de patios, aportaba muchos personajes anónimos que se lanzaban a las calles sin más, con muchas ganas de divertirse y de reírse de la “hambre” que pasaban y cambiar la realidad de lo cotidiano. Otros muchos personajes que nos han llegado podía ser aquel que disfrazado de chacha y un cochecito donde llevaban a un bebe, que en realidad era una persona mayor, portando un gran biberón lleno de vino.
Las casas comerciales colaboraban con el carnaval regalando sus productos: Michelin, repartía balones, Constantino López y Nestlé, chocolatinas, y Casa Borras colocaba una cuba en plena calle Real e invitaba con un jarrillo a beber gratis. Muy populares eran los disfraces anónimos o “destrozona” que así se denominaba las mascaras que se vestían con lo primero que pillaban en casa, las calles se transformaban de mascaras y alegría, todo estaba permitido y reinaba el buen humor.
Coplas para la historia del carnaval de Ceuta (1886-1936)
MESES PASADOS EN EL REBELLIN
SE PELEABAN DOS CHOFER
Y UNO LE DECÍA ASÍ
TU NO ERES MECÁNICO
NI DE ESTO ENTIENDES NA
PORQUE TU VIDA
LA INVERTIDO EN LA BAHÍA
PESCADO BOGAS Y CABALLAS
LOS BOQUERONES Y LAS SARDINAS
TU LO CONOCES, MEJOR QUE LA GASOLINA
TU NO SABES CONDUCIR
NI COCHES, NI CAMIONES
PORQUE EL VOLANTE TE PARECE
QUE LLEVAS EN LA MANO
UNA RED DE BOQUERONES
DE TANTAS MARCAS DE COCHES
ESPAÑOLAS Y EXTRANJERA
TU LO QUE SABES CONDUCIR
SON COCHES CARRETILLAS
CON DOS PATAS Y UNA RUEDA
Autor: Anónimo (hacia 1920)
EN ESTE PUEBLO EL HAMBRE
SE HA ACABADO CON
EL ARROZ, LAS PAPAS Y EL BACALAO
EN EL REBELLIN HAN PUESTO
UN ECONOMATO Y OTRO QUE
HAN PUESTO EN LA MISMA
PUERTAS DEL CAMPO
ES MUCHA LA GUASA
LO QUE HAY EN ESTA POBLACIÓN
Y HEMOS ENCONTRADO UNA BUENA UNIÓN
DON CIRULO, DON CRISPÍN Y DON PASCUAL
QUE SEGURO EN EL PARTIDO ENTRARÁN.
Autor: Santiago Gómez-Millán (1935).
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