Uno no elige los padres que quiere al nacer, tampoco la educación que recibiremos, pero podemos ser víctimas de los odios, rencillas y desaciertos de nuestros progenitores. Eso es lo que le ha pasado a Andrea Janeiro.
Una joven que ha tratado de permanecer ajena a la exposición mediática de sus padres, pero al cumplir 18 años perdió la inmunidad para ser víctima de mofas, en definitiva, de ser una ciudadana anónima y libre de ser expuesta sin su consentimiento.
Una agrupación de los carnavales de Cádiz ha elegido a Andrea Janeiro como blanco propicio para mofarse de una adolescente de la forma más ruin y dañina que se puede hacer a una mujer en plena adolescencia.
Burlarse de una joven en un evento de esa trascendencia pública es ruin e inmoral, pero la responsabilidad hay que trasladarla a la organización del evento y al público que es incapaz de hacer el mínimo ejercicio de empatía para cortar y evitar hacer daño a una adolescente por ser la hija de dos personas que han elegido exhibir públicamente sus vidas.
La joven pensó que la agrupación podía recapacitar en el daño que se le estaba haciendo y envió a la chirigota un requerimiento legal para que retirara las letras que hacían mofa de su aspecto físico, pero este requerimiento provocó un nuevo insulto, una nueva burla más obscena y cruel con la complicidad del público y de los responsables del evento.
“Hay letras que solo hacen reir a insensatos, maleducados o racistas”
Desconozco la madurez de la joven y hasta qué punto la maldad de la chirigota puede afectarle o conducirla a tener problemas psicológicos. Todos conocemos a jóvenes que tienen complejos que afectan a su propia autoestima.
Las hijas de los famosos también pueden sufrir estas patologías, porque no dejan de ser adolescentes. Los carnavales no pueden servir de excusa a insensatos, maleducados, rencorosos, racistas o cobardes para causar daños a personas o colectivos elegidos caprichosamente por los participantes de estos eventos.
Todo no puede valer por encontrarnos en carnaval y el público no puede esconder sus vergüenzas excusándose en “esto es carnaval”, porque los artistas esperan unos minutos de aplausos, un reconocimiento cómplice a sus composiciones.
En esta ocasión ha pasado en los carnavales de Cádiz. Un concurso televisado para toda Andalucía con repercusión nacional que ha trasladado un mensaje tóxico de los carnavales a la sociedad. No se puede educar a los jóvenes en el respeto cuando en un concurso patrocinado con dinero público se mofan de una adolescente por su físico y cuando pide amparo para acabar con la burla, los descerebrados van un poco más allá.
No podemos gastar dinero público en educar en tolerancia, respeto, en luchar contra la violencia de género y, por otro lado, fomentar o tolerar el insulto a una adolescente o a cualquier persona que tenga un defecto físico o psíquico.
Los organizadores podrán abrazar el argumento de la libertad de expresión, pero este argumento no cuela, porque un evento publico de esta dimensión no puede quedar al libre albedrío de los participantes por de daño que pueden hacer a las personas, a la sociedad y a la institución que lo organiza, en este caso, al Ayuntamiento de Cádiz.
Ayer paso en Cádiz mofándose de una joven por su aspecto físico, pero si hacemos memoria podemos recordar letras con contenidos racistas. En definitiva, hay letras que sólo hacen reír a insensatos, maleducados, rencorosos o racistas. Letras que no trasmiten arte, letras que pueden romper la convivencia. Letras que no ayudan al Carnaval. ¿Dónde ponemos el límite?
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