La ahora capitana del Ejército de Tierra, aunque suspendida de funciones, S.J.P. se enfrenta desde ayer martes en dependencias castrenses de Ceuta a un juicio oral en la que la Fiscalía Jurídico Militar del Tribunal Territorial Segundo pide para ella 13 años y medio de cárcel por dos presuntos delitos continuados consumados de insulto a superior (en su modalidad de injuriar gravemente a un mando “ante una concurrencia de personas”) y otros cinco de abuso de autoridad. La Sala que preside la coronel Benavente se ha trasladado de manera extraordinaria desde Sevilla a Ceuta para esta vista con el fin de evitar que los casi 30 testigos citados tuviesen que hacer lo propio en sentido inverso.
Las sesiones del juicio deben servir para aclarar si la acusada, con un expediente sobresaliente, se comportó como teniente en la ULOG-23 entre 2009 y septiembre del año pasado, cuando ascendió, como una especie de ogro que generaba un mal ambiente “insoportable” a base de gritos, humillaciones y vejaciones individuales y colectivas o si lo acontecido no fueron más que roces puntuales fruto del “estrés”, diferencias profesionales de criterio y “fricciones”, según el término utilizado por la procesada, que ayer fue la primera en declarar.
Firme, guantes blancos (“estoy cómoda”, dijo cuando la presidenta del Tribunal le indicó que podía quitárselos), mascarilla negra y moño reglamentario, la acusada llegó a las lágrimas cuando su abogado hizo hincapié en los renglones más brillantes de su historial castrense ahora en riesgo, en el que suma medallas al Mérito Militar y Naval con distintivo blanco, la Cruz de San Hermenegildo por “intachable conducta”, felicitaciones personales, una mención honorífica...
“Nunca me conduje con gritos, palabras despectivas, chulescas o amenazantes ni salidas de tono. Ni directamente ni por la espalda... Nunca. No soy así y tampoco hubiera permitido que hubiera insultos en la oficina... Yo soy muy leal al mando y disciplinada: he cumplido y exigido las normas de comportamiento militar”, resumió.
La Fiscalía también solicita que sea condenada a perder su empleo y al pago de más de 7.000 euros en concepto de responsabilidad civil por “daños morales” a un comandante, un capitán, un brigada, tres cabos primeros y un soldado.
La acusación particular, que solamente representa al capitán que fue su mando (en 2018 ella dio parte de él por acoso profesional) y al que supuestamente se refería ante personal civil y militar como “inútil, puto gordo, gordo de mierda, burrigordo, cerdo, mierda de jefe, pepapig, ojalá se muera”, solicita que sea condenada a tres años de prisión por un delito continuado de insulto a superior, que pierda su ascenso y quede suspendida de empleo por el tiempo de condena.
La ahora capitana, que en las pruebas para el acceso a la condición de militar de carrera quedó octava entre 54 candidatos y fue la única mujer, está acusada de dejar una impronta en su etapa al frente de la Sección de Transportes de la Compañía de Mar, primero, y en la Célula de Transporte, después, “caracterizada por utilizar gritos, insultos, trato despectivo, malas formas, actitud agresiva y salidas de tono, tanto hacia sus superiores como hacia sus subordinados e incluso hacia el personal civil”, al que supuestamente tachaba de “vagos, vividores, flojos y borrachos” que no sabía hacer su labor. También de arremeter contra el personal musulmán “en general” como “moros de mierda, racistas y yihadistas”.
Ella lo negó todo ayer. “Yo siempre he dado mi criterio y el mando decidía, pero no es verdad que bajara a mi oficina y tirase los papeles... Me he visto estresada, pero insultar o gritar no, no es mi forma de ser”, descartó que ejerciese de sargento de hierro, aunque sí admitió que nunca se sintió “respaldada” y colisionó con el capitán que la acusa individualmente, así como que chocó frontalmente con el personal que había recortado fotos suyas con la supuesta intención de deslegitimarla ante la vista de todos.
“Me gustan las cosas bien hechas y soy exigente y autoexigente, pero no me gustan los gritos ni insulto... Creo que mi comportamiento siempre ha sido bueno”, defendió la ahora capitana, que insistió en que “jamás he llamado a nadie vago, vividor, flojo o borracho y no tenía por qué gritar, no había tensión para eso”.
La Sala oyó ayer a un comandante desde Líbano y a varios oficiales de alto rango entre los testigos citados por el Ministerio Fiscal
“No había visto algo así en la vida militar nunca jamás”, retrató ayer desde Líbano un comandante el proceder que tenía la acusada como oficial en la ULOG-23, donde recuerda sus “aspavientos amenazantes” y sus “insultos” por teléfono. “Mi sensación era que tomaba por tonto al capitán”, interpretó el testigo, que sin embargo descartó haberla oído nunca decir directamente muchas de las palabras de mayor calibre que se le atribuyen.
Uno de sus mandos “funcionales” hasta 2018 rememoró su trato como “más o menos serio en función de las circunstancias”. “No la he visto nunca de forma despótica hacia superiores o subordinados más allá de algún comentario extralaboral y me dolería que las expresiones que se le atribuyen sobre mí fueran verdad, pero yo nunca las escuché”, reconoció antes de asumir que dos brigadas le recomendaron no llevarla al CICAL para no “trastocar la armonía”.
El capitán que fue denunciado por la acusada por acoso profesional en 2018 (“fue una estupidez para mejorar y aligerar una misión”) aseveró que en ocasiones la reprendió porque “a base de gritos y voces que se escuchaban hasta desde mi oficina no se puede tratar a las personas”. “Como oficial de sus valores diría que no los tiene... Tendrá disciplina, pero no valores”, censuró el testigo, que estima que la procesada “encajaba mal las críticas” y que de nada sirvió su paciencia para no coartar su promoción en el Ejército. “Le cuesta mucho trabajar en equipo, no sabe”, añadió antes de que la Sala escuchase a varios militares quejarse de que desconfiaba de dolencias propias o de familiares y reprocharle no hacerse cargo de sus decisiones y atribuirlas a subordinados cuando salían mal, algo que “hizo llorar” a uno durante un operativo.
“Hay situaciones en las que uno no puede hacer nada más que llorar o frustrarse”, resumió el protagonista de ese episodio.
En líneas generales, casi todos los testigos, entre ellos otro comandante que ya sirve fuera de Ceuta y que lamentó no haber dado parte de ella antes, tildaron a la acusada de “persona de trato difícil” que no insultaba a la cara que se excedía en el torno especialmente ante otras personas y que “humillaba”, “provocaba” (incluso en bares) y propagaba un “mal ambiente” que ponía su sección “al borde del incendio”.
“En más de 30 años de servicio es la única persona que me ha amedrentado sin ser mi jefe directo”, confesó otro militar.
El escrito de acusación de la Fiscalía achaca a la ahora capitana el haberse dirigido “al personal musulmán” que tuvo a su cargo durante su etapa como oficial de la ULOG-23 “en general como ‘moros de mierda, racistas, terroristas y yihadistas”, calificativos que supuestamente también utilizaba de manera individual con al menos un cabo primero y un soldado. Ambos aseveraron ayer en la vista oral como testigos no haberla escuchado “nunca” pronunciar esas palabras en su presencia, pero un brigada fue más allá y testificó que “a los musulmanes los trataba a todos igual, como una especie inferior, sin importar que fueran buenos o malos” (“como moros de mierda en general, sí, lo afirmo”, corroboró otro). Según la exteniente su relación era de “respeto mutuo”, como con el resto, y su falta de cualquier animadversión la quiso probar recordando su paso por una misión en Líbano.
El mismo militar dijo que en ocasiones la oyó tachar a su capitán como “el ‘pepapig’ que no se entera” y descalificar al personal de unidades como La Legión y Regulares de “ceporros” e “inútiles”, epítetos que presuntamente también empleaba a su alrededor. “Casi a diario hablaba mal de la gente de la oficina”, dijo un testigo que, como varios más, afirmaron haberse sentido “intimidados”. Los dos que dieron parte de ella en 2018 por hechos que sitúan en años anteriores alegaron haber tardado tanto “por miedo a represalias”, un halo que supuestamente se extendía incluso a alguno de sus superiores como el capitán que alegó no haberla expedientado nunca a pesar de los roces para no “perjudicarla” en su aspiración de ser militar de carrera, lo que logró en 2021.
La exteniente de la ULOG-23 reconoció ayer haber tenido un gran roce con personas de la Unidad en agosto de 2015, cuando en el almacén del SETRE se encontró “fotos mías recortadas cuestionando mi liderazgo, diciendo que era mal mando...”. “Todo el mundo podía verlo”, explicó la ahora capitana, que dio parte de que allí también había una moto “sin dueño” y, completaron después otros testigos, una nevera “heredada” por la que supuestamente acusaba a algunos de utilizarla para “emborracharse”. Según la procesada su denuncia solo conllevó que el capitán que ejerce la acusación particular le quitase el mando de ese servicio para asumirlo directamente. “Me sorprendió que tuviesen aquella imagen de mí... Yo no insulto, menos a mi gente, a la que he cuidado”, negó rotunda.
“Humilla”
Más de diez años. La acusada estuvo al frente de la Sección de Transportes de la ULOG-23 entre 2009 y marzo de 2016. Después pasó a la de Recursos Materiales de la Plana Mayor de Mando y al final en la Célula de Transportes del Centro de Integración y Control del Apoyo Logístico (CICAL). Según las acusaciones, en su “labor diaria” como oficial exhibió “un comportamiento caracterizado por utilizar gritos, insultos, trato despectivo, malas formas, actitud agresiva y salidas de tono tanto hacia sus superiores como hacia sus subordinados e incluso hacia el personal civil del Servicio Regular de Transporte del Ejercito (SETRE). La acusada, para la que su defensa pide su libre absolución, lo niega rotundamente.
Mandos
“Ojos de sapo” y “burrigordo”. La acusación sostiene que la ahora capitana mantenía con dos superiores “una relación de constante tensión”, que replicaba “frecuentemente” sus órdenes, que “no toleraba ningún tipo de corrección” y que se refería a uno ante personal militar y civil como “ojos de sapo, calvo de mierda, simio, no hace ni el huevo” y a otro como “inútil, puto gordo, gordo de mierda, burrigordo, cerdo, mierda de jefe, pepapig, ojalá se muera”. La procesada solamente reconoció “fricciones” con uno de ellos y afirmó que siempre mantuvo una relación “profesional” con ellos.
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