La capitana del Ejército de Tierra S.J.P., que se enfrenta a peticiones de hasta 13 años y medio de cárcel por siete presuntos delitos de insulto a superior (2) y abuso de superioridad (5), siguió ayer miércoles aparentemente impertérrita, la mascarilla ayuda a parecerlo, la segunda sesión del juicio oral que hoy jueves dejará visto para sentencia el Tribunal Militar Territorial Segundo. Si en la primera jornada en Ceuta le tocó abrir el turno de declaraciones y escuchar a trece testigos que habían sido sus mandos o subalternos durante la década larga que pasó en la ULOG-23, en la segunda escuchó a otros tantos con idéntico estoicismo, como si la cosa no fuera con ella aunque tiene su hasta ahora lustrosa carrera en el alero.
¿Qué fue como teniente entre 2009 y septiembre del año pasado, cuando ascendió a capitana? ¿Una oficial “meritoria” que nunca dio motivos de queja o conflicto, como defendieron algunos de quienes fueron sus superiores que alabaron su diligencia al frente de la Sección de Transportes de la unidad al timón de un área “complicada”? ¿O una déspota, como la retrata la Fiscalía y la acusación particular en nombre de su último capitán, que despachaba con gritos, insultos, amenazas y hasta deseando la muerte a los que tenía por debajo, con especial saña a los musulmanes, mientras regalaba aspavientos, salidas de tono e improperios a quienes se atrevían, desde arriba en el escalafón, a “corregirla” en su desempeño?
Media docena de testigos negaron que la acusada humillase a los musulmanes
Esa es la duda que tendrá que resolver la Sala que preside la coronel Benavente, que ayer conoció in situ las oficinas de la plana mayor de la ULOG-23 para cerciorarse, entre otras cosas, de si desde la planta alta debería haberse escuchado a la acusada llamar de todo, desde “burrigordo” hasta “calvo de mierda” pasando por “simio”, “pepapig” o “inútil”, a dos de sus jefes.
El coronel que fue jefe de la ULOG entre diciembre de 2015 y de 2018 se inclinó por la primera opción: “No tuve ningún conocimiento de problemas con ella, ni de trato personal ni de funcionamiento interno, en sus informes siempre se situaba por encima de la media y nadie me dio malas referencias suyas, al contrario”, relató el testigo, que vio en los informes firmados por tres trabajadores militares y civiles al servicio de la procesada un intento de “sumar voluntades para una causa general” en contra de la exteniente auspiciada por el capitán Agudo, que ejerce la acusación particular y con el que se cruzó sendos partes de denuncia en otoño de 2018. “Eso es sembrar cizaña y discordia”, censuró. “En los actos sociales la he visto relacionarse con todo el mundo, incluso hablando animadamente con alguno de los autores de esos informes”, añadió sin dejar de tachar de “desfachatez” que uno defendiese el haber colocado una foto de la acusada en el tablón del SETRE para cuestionar su liderazgo.
Otro militar líder de la plana mayor de la ULOG cuatro años, corroboró que “nunca dio problemas”. “Llevaba un área muy difícil y cumplía perfectamente con sus funciones”, añadió un teniente coronel que la reclutó para una misión en Líbano (“no me gusta rodearme de gente conflictiva”) donde tampoco dio señal de islamófoba, todo lo contrario, “tanto con la unidad como con la población local”.
“No me gusta rodearme de gente conflictiva”, arguyó el que la llevó a Líbano
Un subteniente testificó haber escuchado a Agudo retratar un día a la acusada como “espesa” y hacerle un gesto en el sentido de ‘te voy a dar’ delante de “toda la formación” y un capitán desmintió radicalmente que hiciese tejemanejes para cambiar las cámaras de seguridad con el objeto de vigilar al personal bajo su mando, al que él mismo cazó en un renuncio metiendo una moto escondida en el acuartelamiento gracias a las denuncias de la encausada, de quien también alabó que “hizo una colecta” para acelerar la repatriación desde Marruecos del cuerpo sin vida del hijo de un cabo de confesión islámica.
Para terminar, otro teniente coronel ya en la reserva que trabajó con ella entre 2009 y 2011 también defendió que su relación con el personal musulmán era “excelente” y que “nunca dio problemas”. “Su comportamiento fue en todo momento ejemplar y así se vio reflejado en sus informes periódicos”, recordó. “Su labor fue muy meritoria: fue propuesta para una mención honorífica y recibió muchas felicitaciones”, resumió.
Citados por la acusación particular ayer declararon ocho militares y civiles aseguraron ayer haber oído en alguna ocasión a la exteniente “insultar” a mandos o superiores, sobre todo si la contradecían.
“Su trabajo era efectivo, pero llevaba mal que se la corrigiera”
Una de las supuestas víctimas predilectas de los presuntos insultos de la acusada, un funcionario de la ULOG-23, dijo ayer haberse sentido “maltratado psicológica y laboralmente” por ella. “La escuché varias veces llamarle gordo de mierda, pepapig o inútil al capitán”, dijo antes de asegurar que lo hacía en presencia del mando, algo que nadie había declarado hasta entonces. Un laboral civil con 43 años de trayectoria dijo haber oído también salir de la boca de la procesada esos mismos descalificativos hacia su superior, mientras que un auxiliar administrativo negó haber apreciado nunca “trato despectivo” hacia subordinados o superiores. El civil al que supuestamente le mandaba comprar tabaco o billetes dijo que era algo que hacía con cualquiera y un soldado de la Compañía de Mar, que también la oyó tachar de “inútiles” a parte del personal, aunque no “moros de mierda” a los musulmanes. “Su trabajo era efectivo, pero no llevaba bien que se la corrigiera”, opinó un teniente coronel. Un capitán dijo haberla visto “irrespetuosa”, pero no insultar.
Esto huele a machismo institucional. Si todas estas cosas, totalmente por demostrar, las hubiera hecho un hombre, pues ni habría denuncia. Sería todo un macho ibérico.
Ya lo conente ayer.Cambio de destino por ascenso y de Rositas.
Es lo que pasa en la cárcel casi todo el mundo también dice ser inocente lo mismo que cuando uno muero todos dicen que bueno era