El Tarajal y todo lo que le rodea es un caos. Así lleva siendo años. El mismo tiempo que se ha consumido acogiendo promesas políticas de escasa credibilidad. Nuestra frontera es una locura que se ha tragado millones de fondos europeos y nacionales para convertirse en un monstruo que parece una burda copia de la malversación moral y económica. La primera, por consentir que hombres y mujeres pasen a diario por una frontera sur de Europa como si fueran animales. La segunda, porque nadie acierta a saber cómo se han dirigido unas inversiones cuando el Tarajal es una auténtica ratonera, un infierno para todo aquel que lo frecuente.
El paso fronterizo y el entorno cercano nos escupe a diario una imagen fantasmagórica de lo que es Ceuta. El abandono permitido por todos los que han tenido poder es insultante, los problemas que a diario se generan son de tal calado que deberían ser denunciables. Al menos por el arrebato de derechos que se produce en esa línea. A los que nos llegan de Marruecos, a los que o bien no se les permite la entrada o bien se les hace pasar por unos filtros que más bien parecen un corredor de la muerte. A los ceutíes porque se nos impide marchar con la tranquilidad debida a Marruecos ante el temor de que nos veamos atrapados en un callejón sin salida. El libre tránsito no funciona por una frontera inútil porque es el fiel reflejo de la incompetencia absoluta de las dos administraciones.
Con bochorno leo la campaña de la Ciudad Autónoma ‘Comprar en Ceuta’. ¿Acaso este Gobierno se está riendo de nosotros?, ¿comprar en Ceuta, dice? Pues que se lo digan a los comerciantes que están que trinan con el potencial turismo con poder adquisitivo que les debería llegar y que, como la frontera siga así, va a quedar bloqueado al otro lado. ¿Comprar en Ceuta?, se podrían haber aplicado el mensaje en esa burla a la decencia común que fue la Feria de Día y haber contratado todo con Ceuta.
Las excusas lloverán hoy, las siempre reflexiones relacionadas con la seguridad saldrán a escena. Son la forma elegida para tapar el fracaso de unas relaciones con el vecino directo, de esas relaciones de ‘andar por casa’ que son de las que nacen los grandes acuerdos. Hoy somos, sencillamente, la risa. Y el vivo ejemplo de esa burla es lo que pasa a diario en el Tarajal.
Ahora, si quieren, véndanos otra burra. Llevan años haciéndolo.