“El patriotismo es el último refugio de los canallas” Es una inteligente sentencia atribuida a Samuel Johnson que adquiere en estos días, y en especial en nuestra Ciudad, toda su vigencia y vigor. Ceuta se encuentra sumida en una profunda depresión. Este es un diagnóstico unánime, aunque es cierto que sustentando en análisis y argumentos muy variados e incluso contradictorios. Pero lo que resulta innegable es el ambiente de pesimismo que se respira. Salvo que tengas la suerte de ser un cargo público del PP. En este caso, como si te hubiesen practicado una singular liposucción intelectual, te encuentras con una Ciudad en pleno apogeo en todos los sentidos, rebosante de esperanza, activa y magistralmente dirigida hacía un esplendoroso futuro. Ese es el mensaje que recitan disciplinadamente todos los voceros del partido en el poder. La distancia entre este discurso ilusoriamente triunfalista y el devenir de los acontecimientos, es tan abismal que obliga a indagar sus causas. Porque habrá que descartar que se haya producido una pérdida de razón colectiva y simultánea (imposible en términos de probabilidad). Así que estamos ante una estrategia política estudiada y ejecutada de manera absolutamente intencionada. El PP, máximo exponente en la actualidad de la ideología dominante, y portador de los fundamentos políticos de “la casta” (también llamadas cuestiones de estado del régimen de la Constitución del setenta y ocho), ha llegado a la conclusión de que Ceuta y Melilla han entrado en su “fase terminal”. Según ellos, es el resultado de una serie de vectores que nos han conducido irremediablemente al vertedero de la historia. La única preocupación es como gestionar este amargo periodo evitando sobresaltos. Durante los últimos años veníamos acumulando señales e indicios muy inquietantes. Hace algún tiempo que terminamos por asumiry amortizar clamorosas humillaciones (Estatuto de Autonomía, encaje en la Unión Europea, carencia de aguas territoriales o exclusión de la OTAN). Pero es que ya ninguno de los problemas estructurales de cierta envergadura encuentra eco alguno en las instituciones estatales. Cada petición (da vergüenza llamar reivindicación a lo que hacemos) se salda o bien con evasivas taxativamente elocuentes, o con maniobras de diferimiento en el tiempo cada vez más frustrantes. La finalidad está muy clara: nos van a derrotar por cansancio. Y cada vez disimulan menos. Parece que son conscientes de que hemos bajado los brazos y no necesitan hacer esfuerzo alguno para contrarrestar una resistencia que no existe. La prueba de esta nueva “vuelta de tuerca” está en los Presupuestos Generales del Estado para 2018 que el PP ha enviado a las Cortes. Una declaración de intenciones concluyente. No se puede entender de otro modo que en una coyuntura como está, en la que el asedio a Ceuta por todos los flancos posibles es tan evidente, los Presupuestos (calificados como los de la recuperación) pasen completamente de puntillas con vagas referencias a la redacción de futuros proyectos. La traducción es bien sencilla: “no va más”, confórmense con lo que hay. Aprendan a vivir de esta manera porque este es el futuro. Abandonen en silencio toda esperanza. Al PP de Ceuta, liderado por Vivas, le queda reservado el indigno papel de dulcificar el veneno para que los ceutíes lo vayan digiriendo con satisfacción y ufanía (consumando su rol de traidores). Y para ello, nada mejor que apelar a la patria. Nos están destrozando, pero todo es por “amor a la patria”. El nuevo discurso del PP de Ceuta es un permanente canto a la patria como bálsamo capaz de minimizar las tremendas hemorragias sociales que padecemos. No importa el sufrimiento de decenas de miles de ceutíes y la desconfiguración política y administrativa de nuestra Ciudad, porque Ceuta es más española que nadie. Proclaman a los cuatro vientos los canallas.