Casi tres semanas después de su muerte, se ha logrado no solo la identificación sino también la repatriación de la segunda subsahariana fallecida en un naufragio en Benzú. Esta es su historia
Los restos de Camara Fatoumata marchan ya de regreso a la tierra que le vio nacer: Guinea Conakry. Lo hacen sellados en un ataúd, precintado por Sanidad y con la autorización de la embajada de ese país africano para que pueda recibir sepultura junto a los suyos. Camara vuelve al mismo origen de una ruta clandestina que le ha llevado a la muerte cuando solo contaba 22 años.
Su
fallecimiento, el pasado 3 de marzo en un naufragio en Benzú, ha terminado formando parte de la crónica de sucesos que salpica la particular sangría de jóvenes que sufre África y que tiene su reflejo en Ceuta. Aquella madrugada la Guardia Civil no pudo salvar su vida, tampoco la de Diallo, una menor que le acompañaba en esta fatídica ruta y que fue enterrada en el cementerio de Sidi Embarek.
Las gestiones, incansables, llevadas a cabo por la
Guardia Civil y los contactos con la embajada de Guinea Conakry han permitido dar con familiares de Camara, quienes han identificado su cuerpo, aportado su identidad y permitido, así, su repatriación.
Camara era una estudiante que buscaba probar suerte en Europa
Durante todo este tiempo, su cuerpo ha estado guardado en una de las neveras del Hospital Universitario ya que cabía la posibilidad de que su familia pudiera cumplir con todos los trámites para llevar a cabo lo que ayer fue un hecho: embarcar su cuerpo en el ferry para su posterior traslado a Málaga y de ahí, en avión, a Guinea Conakry, en donde será enterrada.
Con la muerte de Camara se pone punto y final a la vida de una chica normal, de una estudiante que solo quería probar suerte, seguir una ruta migratoria emprendida por muchos jóvenes como ella que terminan chocando con la muerte o con una vida que nada tiene que ver con lo que ‘les vendieron’.
De los testimonios aportados por sus familiares, se ha podido saber que Camara había abandonado su tierra hacía año y medio, sin que sus padres tuvieran conocimiento de cuál era su propósito. De haberlo sabido no hubieran permitido una marcha que ha terminado con el peor de los finales. Soltera, contaba con una familia que ha podido reunir lo suficiente como para conseguir que el cadáver sea enterrado según sus ritos y en su tierra de origen. La Guinea Conakry que han abandonado cientos de subsaharianos, la misma que sufrió la mayor tasa de muertes por el ébola, de la que salen hombres y mujeres sin que nada más se sepa de ellos.
Camara y Diallo murieron juntas ese 3 de marzo. Abrazadas una a la otra, intentando mantenerse a flote mientras la Benemérita lograba auxiliar a Yaya y Meriem, los otros ocupantes de la embarcación con la que los acercaron hasta Benzú, hasta la costa en la que encontraron el final de sus vidas.
Son tantos los que han fallecido en el camino o los que lo han hecho a pocos metros de lograr su objetivo... que resulta complicado cerrar en un círculo tantas y tantas tragedias que tienen a Ceuta en uno de sus vértices como
ciudad frontera, con un registro repleto de muertos sin nombre y apellido, sin historia narrada, sin origen conocido.
El difícil trabajo de poner nombre y apellido al drama
Resulta complicada la identificación de aquellas personas que llegan a Ceuta sin documentación y terminan falleciendo en la valla o en las costas.
Son pocos los casos en los que esta se ha logrado y menos en los que, finalmente, se ha podido repatriar el cuerpo a su lugar de origen por expreso deseo de la familia.
Las gestiones llevadas a cabo por la Guardia Civil además de las propias burocráticas de entidades permiten que algunas historias se puedan cerrar sabiendo quién es el fallecido. Sigue existiendo una asignatura pendiente: la de disponer de cámaras que puedan congelar para mantener más tiempo los cadáveres sin enterrar hasta su identificación.