Opinión

Calma

No crean que es fácil escribir hoy esta columna. Mucho menos hoy. Precisamente hoy. A todos nos ha escandalizado el crimen ocurrido en la calle Independencia. No voy a ser yo la que añada eso de ‘en el centro de la ciudad’, porque para mí todos los crímenes son igual de dolorosos e impactantes, se produzcan donde se produzcan. Son, todos ellos, reflejo de que algo en esta sociedad no ha funcionado precisamente porque no hemos sido capaces de controlar ese desprecio hacia la vida que tienen determinadas personas.
Les decía que no es fácil escribir hoy esta columna. Más aún cuando desde hace tiempo se ha asentado una forma de pensar y actuar peligrosa, también de sentir y mover a las masas. La inteligencia debe primar sobre cualquier otro sentimiento que solo pretende encender ánimos, mover grupos, aprovecharse de ellos prendiendo la mecha. En las últimas horas han arrebatado la vida a un joven de 20 años. Lo han hecho de la forma más cruel, a puñaladas hasta quitarle la vida asestándole una en el corazón. Me ha recordado otros crímenes similares, como el cometido hace unos años contra otro joven cerca de la frontera. Lo mataron de la misma forma, a puñaladas. Hechos así demuestran el poco aprecio que algunos tienen a la vida. Entristece pero es algo real, propio de una condición humana que es capaz de mostrarnos su peor cara.
La rápida actuación policial ha permitido la detención de los presuntos implicados que, cuando presten declaración, serán sometidos a una decisión judicial. Todo lo demás sobra. Sobran los comentarios que criminalizan a todos los MENA, sobran que haya quienes han acudido a apedrear el centro, sobran los que arremeten ahora contra lo extranjero. Sobra demasiado pensamiento reduccionista e injusto que cobra fuerza cuando los sentimientos y la indignación nos dominan.
El centro de ‘La Esperanza’ está saturado por un grave problema de fronteras-coladero a quien nadie quiere poner solución; hay muchos niños acogidos y entre ellos hay buenísimas personas, gente luchadora que quiere salir adelante. También hay quienes no aprovechan los recursos como en toda sociedad. De ahí a escoger los unos sobre los otros para lanzar conclusiones erráticas y peligrosas supone un fracaso de nuestra sociedad al menos como muchos la concebimos. En momentos como los que ahora atravesamos, como les advertía al principio de mi columna, es cuando resulta más difícil pedir calma. Yo tengo la necesidad moral de hacerlo. Más ahora que nunca, porque no quiero vivir en una sociedad fracasada, fracturada e injusta.

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