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Calle Larga o Jáudenes (I)

E l istmo que forma la península ceutí fue de siempre el núcleo urbano de la ciudad, o medina en la Ceuta musulmana. Sus calles más antiguas, desde tiempos medievales, las localizamos actualmente en Jáudenes, O’Donnell y Gran Vía conocidas entonces como Suq Attarin, calle de los Notarios e Ibn Isa. La calle Jáudenes, que es la que nos ocupa, en la Ceuta musulmana se conocía como Suq Attarin o calle de las especias. Los portugueses la llamaron Rua Direita  y más tarde se conoció como Calle Larga de la Santísima Trinidad.
Al Ansari la cita como el más hermoso mercado, junto al de la Calle de los Notarios, ambos cercanos a la Madrasa Nueva.
Las crónicas nos cuentan que el saqueo de los portugueses tras la conquista hizo que las especias quedaran derramadas por toda la calle y la mezcla de éstas, la humedad y el calor del sol, las hiciera fermentar, produciendo un hedor insoportable.
La calle Larga, que así era conocida por los vecinos de aquella vieja barriada y así la seguimos llamando todos los nativos del lugar, fue rebautizada por el presidente de la ciudad, Juan Vivas Lara, como El Corte Inglés del barrio. Si ya era comercial en la Edad Media, también lo fue en tiempos más modernos. El presidente, en su discurso el día 6 de agosto de 2008, con motivo del Primer Encuentro de los vecinos del Viejo Callejón del Asilo y Aledaños, nos recordó, que en la calle Larga encontrábamos de todo, sin necesidad de tener que salir del barrio para nada, ferretería, hotel, pensión, casa de muebles, sastrería, estanco, barberías, carbonerías, almacenes al por mayor, mercería, bodega, churrería, etcétera, de todo o casi todo era posible hallar en esta calle.
Su nacimiento se origina, entroncando con O’Donnell, frente a la segunda puerta de la Catedral. Aquí, iniciamos un paseo en el tiempo, recordando lo que fue esta entrañable calle, a mediados del siglo XX.
Comenzamos por la margen derecha correspondiente a los números pares. Lo primero que encontramos con el número 2, es la tienda de Juan Pecino y a continuación en el 4, reside de recién casado Serafín Becerra Lago, que contrajo matrimonio con la bella señorita África Constantino. Serafín era el ídolo de todos los niños del barrio. Llegó a Ceuta como marinero del transbordador Victoria. Practicaba el noble arte del boxeo y venía acompañado con la aureola de campeón de Cartagena. Residió de soltero en la calle Sánchez Navarro. Cuando boxeaba en el Ceutí, para el barrio era todo un acontecimiento.  
Dejando atrás la casa de Serafín, la calle se ensancha y a la derecha tenemos el Hotel España. Es un edificio alto y estrecho, lo que motiva le llamen el portaviandas. Lo regentan una señora viuda llamada María Martínez y su hija Mercedes que también enviudó a los pocos días de casada. Su esposo, Manuel Gómez Guerrero, apodado Carioca y futbolista de la U. A. Ceutí, jugando un partido en Motril, tuvo la mala fortuna de golpearse con un poste de la portería que le produjo la muerte. Era hijo de Manuel Gómez Caparrós, sacristán de la Catedral.   
A continuación del hotel, tenemos un muro que separaba la calle del obrador del señor Miguel el Canano, donde se fabrican unos dulces deliciosos. Al igual que Rafael Gilbert nos narra en sus memorias, que allá por las década de 1890, en la calle de la muralla, Joselito el hebreo, era famoso porque tenía el secreto de hacer los mejores bizcochos de huevo que se hacían en Ceuta, sesenta años después, el bueno del señor Miguel, también tuvo el secreto de hacer los mejores follanquis y corrucos en la misma ciudad y en el mismo barrio. El señor Miguel en la Brecha y Joselito en la calle de la Muralla.
A continuación la calle se estrecha y hallamos una hilera de casas bajas que componen desde el número 10 hasta el 16, sin mayor importancia para el lector, hasta llegar al despacho de Rafael Bentolila. Este señor de religión judía, es muy popular y querido en el barrio. Se dedica al abastecimiento de comercios de alimentación. Un de las dos puertas de este local, posee una placa esmaltada, donde se ve al mítico Atlas portando sobre los hombros la esfera terrestre, castigo que le fue impuesto por Zeus.
A continuación llegamos al número 18 que es un patio. Adyacente a la entrada, hallamos el estanco propiedad de Emilio Barranco y de ahí que los vecinos al lugar le llamen patio de Barranco. Emilio tiene tres hijos y el mayor, llamado como el padre, juega en el Ceuta de extremo derecho. El segundo, Ricardo, también es un buen pelotero y juega en el Estrella de África. En el interior del patio, residen cinco familias y cabe destacar por la amistad que me une, a la que componen Mariano Marcos, su esposa María Fernández y sus hijos Mariano, Salvador y Juan Manuel. Mariano y Salvador, junto a Pepe Torres, somos inseparables compañeros de pesca submarina y amigos íntimos.
Dejando atrás este entrañable lugar, y llegamos a la pensión El 20, de la que es propietario Alfonso Martínez. De esta familia destaco por la estima que le tengo, a uno de sus hijos llamado Alfonsito, de los partidos de fútbol que jugábamos en el Angulo de las Murallas Reales. Colinda con la pensión un garaje propiedad de Molina, S. L., de grato recuerdo dado que aquí se reparó el motor de un barco propiedad de Juan Bravo, Manolo Pumares y Manuel Rivera, que en su singladura inaugural, visité por primera vez la isla del Perejil, disfrutando de una jornada de pesca submarina que nunca olvidaré.  El número 22 corresponde a un nuevo edificio construido por el doctor Matías Calvo Pecino, en el que reside en compañía de su madre y aquí también pasa la consulta médica particular.
Antes de una nueva estrechez en la calle, llegamos al despacho de dulces de Rafael Izquierdo, conocido cariñosa y popularmente, como El chochón. Esta familia es también muy querida y sus hijos varones muy futboleros, el mayor José Luis, más conocido por Pitoluis y Antonio, que juega en el Jáudenes. Aunque son más hermanos, el contacto lo mantenía con estos dos.
A continuación nos viene la carbonería de Juan Benítez, conocido como El cojo, que vive en el piso superior del establecimiento.
Pasamos un par de viviendas, hasta llegar al taller de zapatería propiedad de Joaquín Rodríguez, vecino de la calle Sánchez Navarro al que apodan El primitivo.
Así llegamos al número 34, donde reside doña Amalia Barrientos Díaz. De esta señora, se comenta que quedó viuda y perdió dos hijos en la guerra. Solo sale de casa, para ir a la iglesia y siempre muy enlutada. Su casa es de lo más bonito de Ceuta. La entra al vestíbulo, es a través de un portalón con bellos clavos ornamentales, y detrás una puerta de hierro forjado tipo sevillano, que da acceso a un bello patio de paredes y suelo de mármol blanco, rodeado de columnas y en el centro una fuente del mismo material. Nunca accedí al interior, pero desde la calle se aprecia el buen gusto y belleza.
Junto a esta casa está la peluquería de Canano, que regentan padre he hijo, pero que no consigo recordar sus nombres. Son vecinos de la calle Sánchez Navarro y viven en el patio del Chato.
Seguimos nuestro caminar, hasta llegar al número 40. En este inmueble reside la familia Raposo, donde su hijo Manolo es también un buen amiguito de la infancia. Los bajos de este inmueble los ocupa la Bodega Fortes, a la que en mi anterior escrito dedicado a Ceuta la vieja y sus bares hago una exposición de este local.
A continuación, otra casa donde los bajos los ocupa Casa Pepín. Esta tienda de comestible durante el día y bar por la noche, la regenta José Bonmati Molina, fue jugador y capitán de la S. D. Ceuta –aún recuerdo el crochet que propinó a Chicha aquel extremo izquierdo del Atl. De Tetuán, al que dejó K.O. en el mismo Sania Ramel–. Posee una clientela fija de tertulianos que conozco bien, dado que mi padre y sus amigos son asiduos clientes. Podemos citar a Paco Navas, Germán, José Gallego, Fraiz, Miguel y Antonio Durán, Revilla, Falcó, Luis Sánchez y algunos más que olvidé.
Tras Casa Pepín solo nos falta para llegar al final el restaurante Los Pellejos, lugar emblemático de aquella inolvidable Ceuta del inicio de la década de los cincuenta y que sirve para dar fin a este capítulo.

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