PATIO “El 20”. Estaba compuesto por dos plantas. Puificación Cabrera Pérez, dueña de la Confitería a la entrada del Callejón de Martín Cebollino
era una de las vecinas que allí vivían, junton con su hija Pepita Cabrera, casada con Antonio Lerma que vivía encima de la madre, con sus tres hijos: Pedro, Maribel y Antonio, (casada con Antonio Lerma,) que trabajaba en la zapatería “El Precio Fijo”. Manuel Rubio Sánchez, de Ceuta, comercio, su esposa Elisa Cabrera Perez, con dos hijas: Rafaela y Purificación, conocida por “Pochola”. Otra familia Carlos que conducía una camioneta de la Valenciana. Un protésico dental. La familia Pérez Andujar, maestro armero o guarnicionero del ejercito, con seis hijos: Miguel y José, ambos tenientes de armamento y construcción y su hermano Antonio, empleado de una empresa de limpieza, llamada “Trinitas”. Las hembras, una casada con militar, otra administrativa en la Mutua de Ceuta y la tercera que vivía con una de sus hermanas por ser deficiente mental. También vivió una mujer de religión hebrea, llamada Rachel con sus hijos, (Joaquín Marañés Morilla).
Otros vecinos fueron: Carmelo Sanchez Delgado, de un pueblo de Almería, militar, su esposa Luisa Palenzuela Carmona, de Almeria y sus hijos Carlos (militar), Carmen, Fernando (mecánico) y África. Antonio Márquez Gómez, de Los Barrios, comercio casado con Teresa Maertinez Castelo, de Madrid y sus hijas Micaela y Natalia. Francisco Botella Moraleda, pescador, casado con Luisa Molina Pérez y sus hijos Francisco, José (ambos pescadores), Josefina, Manuel y María, todos nacidos en Santa Pola (Alicante). Francisco Herrero Villar, de Teruel, jornalero, casado con María Rios Rojas de Ronda y sus hijos Lucas y María.
Colaboración
Juan Ruiz Andrade / CEUTA
“Y, por lo que respecta al “20”, el Maestro Armero Pérez Andújar, su esposa Natividad e hijos. Las familias Blanch, Botella, Benítez, Lerma…etc. La afabilidad, amistad, familiaridad, lazos entrañables quedaban patentes en momentos de apuros, dificultades,
alegrías y penas, experimentados, vividos: puerta a puerta. Por citar, en Navidades (cuando a los de la época les daba por algo tan simple y bonito como “cantar villancicos”), se empezaba en una casa y de ahí se pasaba a la siguiente, y a la de más allá, y el séquito y la festiva y rítmica algarabía se propagaba, saliendo de los patios a las otras viviendas. Aquella forma de
vivir era y fue ilusionante”.
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