El espectáculo lamentable que relataba nuestra amiga Carmen Echarri en su artículo titulado “Esperpéntico” nos debería quizá hacer reflexionar sobre cómo se ha llegado a la situación en la que nos encontramos.
En su artículo de opinión, la directora del decano de la prensa local, reflexiona sobre la actualidad del ejercicio diario del político profesional en nuestra ciudad. Una de las conclusiones a la que llega es que la vacuidad de la política es asfixiante y que el presidente del gobierno ha fomentado este tipo de comportamiento eligiendo a los compañeros de viaje electoral. Quizá lo que está ocurriendo tenga relación directa con los fallos del sistema democrático representativo y con el alza de la población en nuestras sociedades, pero también es posible que sean las mentalidades y la manera de enfocar la política, en parte, la responsable de toda esta mediocridad. Si los políticos están profesionalizados es porque entre todos hacemos que esto sea posible, y si realmente en buena medida el ejercicio de la política hoy en día se circunscribe en calentar un asiento y levantar la mano en las votaciones de rigor habrá que pensar en responsabilidades compartidas. Se puede pensar, como lo hace Judt, que la pérdida del interés por la política es quizá consecuencia de haber manejado la política, y casi todo lo demás, como un mercado libre. De alguna forma estamos en un periodo postpolitico en el que la sociedad está desmantelada o se está desmantelando. Solo quedan individuos y sus intereses personales según el citado historiador de origen judío. Esto explicaría porqué nos encontramos en situaciones algo surrealistas que nos confunden y llegan a contradecir el propio significado de las democracias. La democracia puede estar relativamente a salvo de los totalitarismos pero necesita para no corromperse una constante vigilancia y participación ciudadana. Necesitamos actitud democrática ciudadana, algo que no se da por sí sola, por el simple hecho de haber nacido en el seno de un país que tenga este sistema político instaurado. Para recuperar el espíritu democrático más vale dirigirse a los foros de opinión ciudadanos, el que se produce en la ciudad y en el que participan elementos activos y comprometidos con la sociedad, como es el caso de nuestra amiga Carmen Echarri. Buenos y muchos “outsiders” son los que necesitamos si queremos cambiar en algo la tendencia participativa en nuestra marinera ciudad. Otro de nuestros lamentables problemas es dar muchas cuestiones por sentadas, lo que nos lleva al conformismo inmovilista. Aceptar la democracia representativa como un sistema es algo positivo, pero sabiendo que la democracia no es condición necesaria ni suficiente para conseguir una sociedad buena si no practicamos lo que la propia democracia prescribe: esto es, la vigilancia comprometida y la participación directa en el gobierno de todos. Aceptar la ignorancia sobre muchos temas es otra de las peores fuentes de corrupción democrática. Esto equivale a que cualquier charlatán mediático nos inyecte su intoxicación constante de mensajes vacuos que terminamos por asumir como propios. Hay expertos en el arte de mentir con mucha convicción sobre los más variopintos temas, creo que cualquier ser humano puede ser uno de estos tipos con labia para todo si se entrena convenientemente, al fin y al cabo se trata de dar la palabra a una pléyade de neuronas que están deseando expresarse. Además, la charlatanería crea una tremenda adicción. Los grandes partidos políticos y también los pequeños que tratan a las masas sociales como mercados de libre mercado de votos confían en la capacidad de adormecimiento de las masas llevándolas a mundos de consumo y optimismo en el que las opciones políticas son aceptables, y en especial las de los grandes partidos políticos, por la simple falacia de que siempre han estado allí. Por eso de masas durmientes también salen políticos elegidos durmientes o calienta sillones como los llamaba Carmen, una de nuestras “outsider” favoritas. Por otra parte, no ser especialista en una materia no nos debería limitar la opinión sobre muchos asuntos siempre que tengamos el buen sentido de distinguir entre opinión razonada y juicio fundado y con criterio. La aceptación del mesías político como aquel capaz de solucionar los problemas de una sociedad es también otra de las cuestiones que en las democracias solemos dar por sentada. Se tiende a pensar que se está en buenas manos sin tener pruebas irrefutables sobre tal afirmación. Que haya personas mucho peores capaces de corruptelas infinitas y otras inmoralidades es un hecho que no capacita a otra persona cualquiera para llevar las riendas de la sociedad caballa. Solo los votos lo legitiman pero esto no necesariamente se traduce en una buena gestión de los fondos públicos ni mucho menos de la participación ciudadana. En cualquier caso, conformarse con un gestor de intereses municipales, como en el caso de Juan Vivas, ejemplifica la mitificación del mesías que todo lo hace por nosotros y deja claro la manipulación a la que la sociedad caballa se presta con delirio. En esto también incluimos la mitificación de nuestro pasado portugués a través de su particular interpretación de la historia de Ceuta. Por otra parte, y a modo de ejemplo de la importancia de la vigilancia democrática, hace poco hemos descubierto un reciente interés del señor J. A. Carracao por el litoral y sus recursos en una clara estrategia electoral. Si nosotros fuéramos desmemoriados y quizá ignorantes de esta cuestión no podríamos recordarle su falta de interés durante su tiempo en la Delegación del Gobierno de Ceuta por estas cuestiones; incluso le podríamos echar en cara algunos desaguisados que la administración central de su partido causó en el litoral protegido; no todo fueron sombras pero sí la mayoría. El simple hecho de no contar con nuestra opinión es ya sospechoso sobre su interés puesto que llevamos muchos años dando la tabarra mediática con la necesidad de llevar a cabo una ordenación de nuestro preciado litoral ceutí. Este repentino interés es posiblemente una explosión puramente electoral y él lo percibe como parte del juego democrático y, por lo tanto, legítimo. Sin embargo, no parece que tampoco tenga interés por la Agenda 21 ni por su plan de acción, dónde claramente se incluye la ordenación del litoral como una de las prioridades. Da la impresión que quiere hacerlo por su cuenta convocando a algunos colectivos interesados. Por otra parte, nuestras suposiciones están fundadas en la historia previa y en declaraciones a los medios de comunicación. También es posible que este señor haya cambiado de opinión y puede ser muy cierto que tiene un interés real en ordenar el litoral por el bien de su ciudad.
Por todo lo expuesto, en el actual sistema político, sin una vigilancia democrática e implicación intelectual se hace muy difícil descubrir la verdad de algo cuando se intuye que te pueden estar mintiendo descaradamente.
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