Opinión

La caja negra de las crisis económicas

En mi opinión, la afirmación de que las crisis económicas mundiales son fallos exclusivos del sistema y que, por lo tanto, no es posible identificar a sus principales responsables, es cierta sólo parcialmente. Ya sabemos que el modelo neoliberal privilegia el capital y que sitúa en un segundo lugar las repercusiones sociales, pero también hemos de reconocer que no es verdad que el único causante de los problemas sea el mal funcionamiento de los mercados y el desbarajuste de las finanzas. Mucha culpa la tienen también la ineptitud económica de algunos políticos -que casi nunca pierden- y la insensibilidad social de muchos financieros -que casi siempre ganan-.
Me atrevo a opinar que las claves de las crisis -esos agujeros a los que los economistas, los políticos, los periodistas ni siquiera los espeleólogos logran tapar- están encerradas en la caja negra que nadie se atreve a abrir. La razón profunda del despiste tan generalizado estriba en la decisión de poner parches mientras que renuncian a ahondar en las raíces éticas de las graves dolencias. Como ocurre con el dolor, con la fiebre y con los demás síntomas patológicos, estos trastornos económicos deberían hacernos conscientes, al menos, de que el motor de la conciencia moral y social está fallado.
Las crisis económicas son, además, unas llamadas de atención para que los responsables hagan un diagnóstico acertado y apliquen los remedios eficaces. Pero el cuadro de síntomas se complica gravemente cuando, en vez de interpretar correctamente las advertencias, los “curanderos” se empeñan en ocultarlas mediante la aplicación de simples calmantes que suavizan los síntomas pero que no eliminan el daño: no podemos curar el cáncer que nos corroe las entrañas -la conciencia- con una simple aspirina.
En el fondo de las crisis económicas actuales encontramos ese principio tan generalizado y tan peligroso según el cual el factor más importante del ser humano es la cartera. Las raíces hondas de estas crisis que presenciamos todos, que lamentamos muchos y que la sufren los de siempre, se ahondan en un egoísmo suicida que anula la cooperación y elimina la solidaridad. Mientras que no orientemos las actividades económicas hacia un concepto integrador del ser humano que también considere la dimensión la social y comunitaria, mientras que se concentren los esfuerzos en resolver sólo la crisis económico-financiera aplicando la receta de los despidos baratos y de los recortes de salario, los problemas más graves seguirán acuciando a la gran mayoría de ciudadanos.

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