Se cumplen dos años desde que Caballas inició su andadura en la Asamblea de la Ciudad de Ceuta. El ecuador del mandato comprometido con la sociedad puede ser un buen momento para hacer una breve reflexión a modo de evaluación intermedia. La consolidación de un proyecto político nuevo (e innovador) es una tarea titánica en un país subyugado intelectualmente por un cepo denominado habitualmente como “bipartidismo”. La exacerbada simplificación de la vida pública ha reducido la democracia a un pintoresco concurso entre dos partidos hegemónicos que se alternan y se reparten el poder, bajo la condición de conservar los fundamentos del sistema económico. El omnímodo poder mediático se ocupa de blindar el coto. Sólo algunos fenómenos muy dispersos o efímeros, introducen alguna excepción, habitualmente calificada como heroica.
A esta dificultad intrínseca del sistema, Caballas añadía una cualidad inédita en nuestra Ciudad, que convertía a la coalición entre UDCE y PSPC en algo más que un partido político. Caballas emerge como una sacudida de conciencia colectiva. Pretende encarnar nuestro particular “Sí, se puede”. Podemos convivir palpitando al unísono, sintiéndonos parte de un mismo destino, compartiendo todos idénticos anhelos y esperanzas, aprendiendo a sufrir juntos. Caballas era un paso al frente de quienes no se resignan a que el inmovilismo nos engulla por el sumidero de la historia. Una aventura de alto riesgo en una Ciudad asediada por prejuicios ancestrales. UDCE era considerado un partido musulmán, nacido exclusivamente para defender los intereses de un segmento determinado de la población. PSPC representaba los restos del naufragio de lo que fue el localismo, devenido en obsoleto desde los sucesos de Perejil (infundieron tal miedo en la población que desde entonces sólo encuentra refugio en los partidos grandes que pueden gobernar la nación). El poder establecido, en todas sus dimensiones y vertientes posibles, no quiso comprender que bajo esos falsos clichés de política facilona, subyacía un nutrido grupo humano que se sentía cohesionado por un acervo ideológico de enorme potencialidad. Ni UDCE era un partido sectario, ni PSPC era un residuo nostálgico. Ambos representaban políticamente la inquietud por el futuro basada en la aceptación de nuestra propia realidad. Caballas irrumpe como una alternativa que rompe moldes. Incómoda. Provoca nervios porque demuestra que las cosas pueden ser de otra manera.
Por ello el comienzo fue tan duro. Caballas era atacada con una ferocidad, intensidad y persistencia inusitadas. Llegó un momento en que todo valía para propiciar el fracaso de Caballas. No se reparaba en medios, ni en métodos. PP y PSOE (y sus amplios aledaños) trabajaban conjuntamente con denuedo. Tuvimos que aprender a convivir con la cizaña, la insidia, la mentira, la injuria, la infamia… No era fácil. A las desmedidas críticas ideológicas y a las injustas descalificaciones personales, se sumaban el racismo de unos y el recelo de otros (siempre latentes en nuestra Ciudad). Demasiada gente interesada en arruinar el proyecto. Hasta hacer dudar en muchas ocasiones a sectores nada despreciables de ambas militancias. El revés electoral fue una prueba palpable de que la “misión demolición” había logrado un éxito parcial. UDCE y PSPC perdieron una parte importante de su electorado. En especial el PSPC, cuyos votantes (aproximadamente un cincuenta por ciento) no terminaron de asumir la idoneidad de la coalición.
Pero aquella amarga decepción se transmutó en una inapreciable prueba de resistencia. El grito de “ni un paso atrás”, nacido espontáneo de gargantas apelmazadas por la derrota, entre miradas abatidas la misma noche del recuento, todavía hiela sangre. Aquel día supimos que nada tiene tanto poder en la política como una convicción. La entereza de los hombres y mujeres de Caballas en tan duro trance quedará grabada para siempre en el imaginario colectivo como paradigma de compromiso y militancia.
A pesar de tan brutal despliegue, Caballas existía. Con un voluminoso y efervescente caudal de energía e ilusión. En sólo dos años, una trayectoria política recta y tenaz ha conseguido que todos los argumentos lanzados contra la coalición se hayan ido desmoronando. Caballas es un proyecto integrador y constructivo, que se yergue como una referencia nítida en la que se puede confiar. Trabaja por una Ciudad mejor para todos, combinando la firmeza en sus planteamientos con la flexibilidad propia de quien cree en el diálogo y en el consenso. Nuestra radical oposición al Gobierno de la Ciudad no ha impedido alcanzar acuerdos importantes, como lograr que se bonifiquen los recibos del agua de las familias más modestas, que se apruebe un plan de empleo juvenil ,o que se implante un programa para que ningún niño de Ceuta se quede sin tres comidas al día.
Los prejuicios y reticencias iniciales se van desvaneciendo, y la sociedad comienza a percibir con claridad las señas de identidad de un proyecto cada vez más reconocible y atractivo. Caballas se robustece sosteniendo tres ideas fundamentales: dignidad, igualdad e interculturalidad.
Caballas defiende la dignidad de Ceuta frente los que nos zarandean como una “cuestión de Estado”. Es la única fuerza política que exige del Estado un tratamiento específico que nos permita alumbrar un futuro próspero y sostenible. Sin dependencias humillantes. Exigimos el estatus de Comunidad Autónoma y el lugar en Europa que nos corresponde; como un nuevo marco sobre el que implantar un modelo económico alternativo que genere empleo suficiente. Exigimos del estado las inversiones necesarias para saldar la deuda histórica generada por el abandono de los Gobiernos de PP y PSOE.
Caballas representa en nuestra Ciudad la lucha por la igualdad. Convertimos la cohesión social y el reequilibrio territorial en el epicentro de nuestra política. La solidaridad como principio y fin de la vida pública. Ni un ciudadano desatendido. Ni un solo rincón degradado.
Caballas es consciente de que Ceuta sólo tiene futuro si es capaz de articular un modelo de convivencia sustentado por la interculturalidad. No somos ingenuos. Conocemos perfectamente la dificultad de destruir complejos y prejuicios instalados en los subconscientes más herméticos; pero conservamos la fe en el ser humano y en su capacidad de abrazar las causas nobles. Y sobre todo, creemos en la fuerza de la juventud para superar barreras anacrónicas.
Nuestro afán no cesa. Durante dos años hemos presentado en el Pleno más de cien propuestas sobre actuaciones concretas en todos los ámbitos de la política local. Caballas ha demostrado ser un grupo dinámico e inquieto, obsesionado por ser útil a todas y cada una de las personas que forman parte de este pueblo. Seguiremos adelante. Con más fuerza. Porque lo notamos en el aire que respiramos. Caballas es cada día más…
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