El cabo Hamed Mohamed Abderrahaman se mueve como un rehilete por las calles del barrio español de Tetuán. Como explica a El Faro de Ceuta, cumplirá 103 años el próximo domingo, 5 de febrero, pero sigue derrochando humor y vitalidad. Golpea con su bastón la defensa de un coche que, marcha atrás, amenaza su paseo y en una terraza junto al Consulado español recuerda un chiste sobre musulmanes y cristianos.
Hace frío en la antigua capital del Protectorado, pero para frío frío, recuerda, el de Toral de los Vados (León), donde pasó parte de los 35 años y 11 días que sirvió a la rojigualda en las filas de Regulares.
“Teníamos que romper la capa de hielo del río para poder lavar la ropa”, rememora su etapa cantábrica, adonde le mandaron después de pasar por Pirineos (Lérida, Zaragoza...) y las islas (Canarias y Baleares). Allí le encomendaron ejercer de cartero en los días libres que dejaba el combate de los maquis, los republicanos que se echaron al monte tras perder la Guerra Civil con los franquistas.
Hamed (Mohamed Kaddour en sus documentos marroquíes) nació en Melilla y se puso el tarbuch a los 17 años, en 1937. Hijo también de soldado Regular, se libró del frente por niño y corneta. Hasta 1940 no le destinaron a la península, once años de periplo en los que cree haber vivido “los mejores” días de su vida, cuando con su sueldo de soldado le llegaba y sobraba para invitar y disfrutar.
Volvió a África en 1951. “En Tetuán nos dijeron que los casados se podían quedar y los solteros tenían que ir a Ceuta, pero a los de la banda nos permitieron mantenernos también aquí”, repasa con una sonrisa el criterio que abrió la puerta a la creación de su prole, diez hijos (dos ya fallecidos) que le telefonean varias veces durante la mañana a su móvil para comprobar que todo está en orden.
En noviembre de 1969 adquirió la condición de pensionista marroquí (abdicó de obtener la nacionalidad española porque era mucho “papeleo”) con el número 21.559, según consta en el carné expedido por el Consulado General y todavía prolongó su vida laboral casi diez años más en el sector de la Construcción en Madrid, donde empezó ganando “el triple” que con el uniforme: 4.500 frente a 1.500 pesetas.
Ahora es uno de los escasísimos supervivientes (“quedarán unos 35 de más de 80.000, pero en lo que va de 2023 han muerto otros dos”, explica) de los antiguos Regulares y tiene reconocida una de las mejores (!) pensiones del colectivo, de cabo con rango de sargento, 227 euros al mes, aunque no ha cobrado ni la extra de 2021 ni todo 2022 ni nada del ejercicio corriente.
“Los que tenemos hijos y nos ayudan podemos tirar, pero los que no...”, contextualiza en la sede de la Hermandad de Antiguos Combatientes de Tetuán, a tiro de piedra de la Plaza Feddan, desde donde señala la imponente estructura del antiguo acuartelamiento de Regulares en la ciudad, donde también se hizo cargo durante años de sus tascas.
“España se ha portado muy mal... Yo gano esto [227 euros], pero otros no... Mire lo que ganan”, enseña una lista con las deudas reconocidas por el Gobierno central. “¿Cuántas perras gordas para tantos años que hemos trabajado? Treinta y cinco años con la bandera de España trabajando día y noche para nada”, lamenta.
Fiel Regular, Mohamed pide que se deje constancia de que, a sus ojos, sea como fuere, “viva Marruecos y viva el rey y viva España y viva el rey”, pero al César lo que es del César: “El Consulado no tiene nada la culpa. Depende del Consulado, pero preguntamos y dicen: ‘No han mandado dinero’. El problema es Madrid, es en Madrid donde han cerrado esto… Si tienen problemas que lo arreglen ellos. Nosotros qué tenemos que hacer…”, se pregunta.
El veterano dice tener su tarbuch “en casa” y luce la takkia blanca (“he ido dos veces a La Meca”, reseña). Lidia con el frío con cuatro capas (camiseta interior, camisa, jersey y anorak) y no muestra más señales visibles que alguna lágrima que moja su cara a veces tras una operación de la vista.
El Cuartel General del Ejército de Tierra español le reconoce derecho a asistencia sanitaria hasta marzo de 2024, pero no puede ejercerlo. La pandemia y el cambio de gestión del acceso a Ceuta le han dejado aislado: “¿Visado? Un visado tienes que pagar... Ya está”, asume.
Tampoco sabe si podrá volver a participar en la ciudad de algún 30 de junio, la fecha en la que conmemoraba en Ceuta el aniversario de la creación de las Fuerzas Regulares: “Nos trataban como compañeros, pasábamos el día y bien todo. Por la tarde don Jesús Palop, coronel jefe y presidente de la Hermandad de Regulares nos daba medicinas para los veteranos y las viudas... Estamos muy agradecidos... Ahora qué vamos a hacer. Ya te digo. Esto es lo que pasa… Que hagan lo que quieran”.
La historiadora María Rosa Madariaga ha publicado esta semana en El País un artículo de opinión titulado ‘Las tropas moras en la Guerra Civil’ en el que señala que “es muy cierto” que “la paga que cobran hoy los ex combatientes marroquíes de la guerra de España es una miseria”.
“Conviene especificar”, precisa, “que las ínfimas pensiones que perciben los pocos que aún quedan con vida fueron fijadas por el régimen de Franco, como también el que éste consideró que su señalamiento constituía un ‘acto definitivo y no revisable”. “Dicho esto, pienso que sería justo que cobraran la misma pensión que los militares españoles del Ejército franquista, según el grado”, estima.
“Una cosa es tratar de explicar históricamente, y de comprender desde el punto de vista humano, lo que llevó a miles de marroquíes a enrolarse en las filas franquistas; otra, hacer de ellos unas víctimas de aquel régimen”. “En todo caso, fueron víctimas de una situación colonial, lo mismo que también lo fueron los miles de soldados españoles que cayeron en los campos de África en guerras que tampoco eran las suyas”, compara.
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