Quienes hayan visto las mismas fotografías que tengo ante mi -publicadas en el diario El Mundo en su edición del 9-10-2016-, coincidirán en que son tan horripilantes como para pensar que la maldad humana ha superado la línea roja de lo impío, regodeándose en el peor de los sadismos. Es el efecto que me produjo aquellas otras imágenes, tan espantosas como estas, donde nuestros militares de la Guerra de África, acostumbraban a posar ante el reportero de turno, con las cabezas rifeñas enemigas clavadas en picas, como honrosos trofeos de un victorioso safari.
Las de ahora, corresponden a un batallón iraquí de guerrilleros, observando a su líder (una mujer), hecho un tanto insólito para una sociedad tan machista, como es la musulmana. La “generala”, pues ese rango le dan, se llama Wahida Mohamed, que hasta ahora se había dedicado a las tareas del hogar, hasta que una serie de circunstancias la indujeron a luchar contra el terrorismo de su país. Es así como ha participado en la toma de ciudades, en batallas abiertas, pero, sobre todo, en la persecución y caza de yihadistas, a los que asesina sin que la misericordia le haga titubear, degollándolos, con la alfaca que sostiene en una de sus manos, mientras que con la otra, introduce en un recipiente, varias cabezas, bien apretadas, cubriéndolas de agua y poniéndolas a cocer a fuego lento. Desconozco si su refinamiento de chef la obliga a condimentarlas con hojas de laurel, y si, concluido el guiso, las expone en bandejas de plata como la mítica Salomé.
Wahida Mohamed tiene casi cuarenta años. Aparenta menos. Viste de negro y posee cierto imantismo en la mirada, quizás por ello la adoran y temen, al mismo tiempo. No le importa que la identifiquen como la personalización de la muerte y que le hayan colgado la etiqueta de sanguinaria. Lo es; por eso acostumbra a justificar lo extremo de su conducta, diciendo que es el destino que se merecen “estos asesinos, por matar, violar, arrasar, mutilar, como hicieron con muchos miembros de su familia: padres, hermanos y los dos maridos”. De ahí que divulgue las imágenes del ajusticiamiento y hasta transmita el mismo acto de la ejecución. Es parte del mensaje que dirige a una banda de sicarios que se atribuyen ser mensajeros de Dios.
En estos momentos, Wahida estará integrada en las tropas que se han propuesto reconquistar Mosul. El miedo se habrá extendido entre aquellos que no cuestionan sus órdenes y los que temen convertirse en próximos rehenes. La épica musulmana ya le dio entrada a esta nueva visionaria, como si fuese otra Juana de Arco. Veremos si su final será idéntico.
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