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Caballas

Se ha presentado la coalición electoral Caballas en Ceuta ante más de 600 personas. Yo he seguido con mucho interés este acto, aunque desde la lejana y fría Finlandia, en donde estoy por razones académicas en este momento. También he podido ver y leer la magnífica noticia de la gesta que ha realizado el pueblo egipcio. La lucha por la dignidad de un pueblo, la han titulado algunos. Yo voy mucho más allá. Creo que, posiblemente, estemos viviendo una revolución sin precedentes en el mundo árabe. Esos vecinos tan cercanos, que muchos se empeñan en alejar.
Mezclo de forma deliberada ambas noticias, no sólo porque se han producido en el mismo momento del tiempo. También, y fundamentalmente, porque están muy relacionadas. En ambos casos muestran ante la sociedad la otra cara del mundo árabe. Esa que muchos recalcitrantes no quieren ver. La de los jóvenes que anhelan la sociedad democrática y una convivencia en paz e integrada. ¿Qué no es posible?. Claro que lo es, a pesar de que determinados intelectuales (hasta hace poco catalogados como de izquierdas), como Nicolás Sartori, lo nieguen.
Evidentemente, este es un debate vivo y de mucha actualidad. Que produce además reacciones violentas y racistas que salen de lo más profundo de nuestro ser. Expresiones como “eres más malo que los judíos”, “más guarro que los gitanos”, “más machista que los moros”….o “todas las tías son iguales de torpes conduciendo”, “eres un maricón”, “todos los extranjeros son unos delincuentes”.....y muchas más, no son más que las enseñanzas que hemos ido recibiendo de generación en generación y que tenemos grabada en nuestros genes. Señales, sin duda alguna, de que somos racistas, machistas, xenófobos…y muchas más cosas que reconocemos en privado, aunque en público escondemos. En Ceuta se da mucho esta situación. Más de lo que debe soportar una sociedad civilizada y democrática. Carolina Pérez ha expresado en público lo que muchos ceutíes sienten. Aunque no quieran reconocerlo. Lo que ocurre es que Carolina ha tenido la valentía de dimitir (o le han obligado), mientras que muchos ceutíes de bien se esconden detrás de su aparente progresismo para, en privado, seguir refiriéndose a los “moritos”, como los otros. Esta es la triste y dura realidad.
A mí personalmente nunca me han gustado mucho los partidos políticos, en general, al considerar que eran las organizaciones donde se escondían los incompetentes para dirigir al pueblo. He preferido la autogestión. Pero esto no es siempre posible. Mucho menos me han gustado los partidos religiosos. Ni los feministas. Ni los de los homosexuales. Por esto no me gustan las cuotas, ni las mujeres florero que los socialistas de bote sitúan en los Consejos de Administración. He preferido creer en las personas. En el ser humano. En la valía personal y en el esfuerzo de cada uno. Sin embargo, en cierta ocasión, en una reunión de especialistas en derecho laboral, una Catedrática de Derecho Laboral, firme defensora de la discriminación positiva a favor de las mujeres, me hizo ver que en ciertos momentos de la historia eran necesarias estas medidas, hasta que la sociedad lograra compensar y equilibrar la situación discriminatoria padecida durante años. Esto me hizo reflexionar. No cambiar de opinión, pero sí ver con otro color a los partidos feministas.
De la misma forma se puede hablar de las medidas de discriminación positivas a favor de otros colectivos. Por ejemplo. Si alguien me dice que en Ceuta se deben adoptar medidas para introducir el dariya (lenguaje materno en los árabes de origen magrebí), en principio le diría que no. Pero si me explican que dicha medida es necesaria para facilitar que los chavales puedan aprender mejor las enseñanzas de sus maestros, entonces lo aceptaría sin ningún tipo de prejuicio. Aunque también les dijera que se debe fomentar en estos chavales el aprendizaje de la lengua española y de la lengua inglesa, por ejemplo.Todo lo anterior me lleva a una conclusión. No suelo dar cheques en blanco a ningún partido político. Ni a nadie que pida un voto para gestionar los intereses de los demás. Tampoco a Caballas, pues si lo hiciera, traicionaría mis principios. Sin embargo, la simple idea de Caballas como coalición electoral que pretende una auténtica integración entre “unos” y “otros”, precisamente para  que no se hable más en esos términos, sino de ciudadanos que quieren y luchan por su tierra me atrae. También el cuidado programa electoral, que aborda los principales problemas de Ceuta. Los que los poderes oficiales no quieren ver, ni tratar. Por esta razón, yo voy a votar a Caballas. Salud y adelante, compañeros.

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