Opinión

Buscando el sentido de la vida

Estas últimas semanas he estado leyendo una biografía de Walt Whitman escrita por Toni Montesinos y titulada “El Dios más poderoso. Vida de Walt Whitman”. Este libro me lo trajeron los Reyes Magos la navidad pasada, pero no ha sido hasta ahora que me he decidido a leerlo impulsado por un deseo de reencontrar mi camino vital. Walt Whitman fue clave en el comienzo de mi trayectoria literaria. En el año que empieza en unos días se cumplirá una década de mi salto a la escritura creativa. Fue en el verano de 2013 cuando leí “Perspectivas democráticas y otros escritos” de Walt Whitman. Me impresionaron muchísimo algunos pasajes de su diario y su llamamiento a una reconexión con la naturaleza, así como la invitación a realzar el espíritu del lugar en el que cada uno vive. Tal fue el impacto de la lectura de la mencionada obra de Whitman que a los pocos días de regresar a Ceuta tras las vacaciones me fui hasta la finca Morejón en el Monte Hacho portando una cuaderno, un bolígrafo y mi cámara fotográfica. Allí escribí mi primera entrada en mi cuaderno de naturaleza.

Las semanas y meses siguientes seguí frecuentando la naturaleza ceutí y atesorando relatos. No obstante, el año del cambio definitivo fue el 2015. Justo después de las fiestas navideñas se apoderó de mí una fuerza extraordinaria que me impulsó a escribir de manera frenética sobre el espíritu de Ceuta. Fruto de estas semanas de inspiración e intuición surgió el libro “El Espíritu de Ceuta”. Las intuiciones expresadas en este libro se confirmaron con los hallazgos en la excavación arqueológica en la calle Galea. Allí descubrí la gruta sagrada y el talismán con la imagen de la Gran Diosa cuya existencia había anticipado en mis inspirados escritos.

Según pasada el tiempo, se confirmaba la idea de que estos hallazgos fueron la cumbre de mi vida. A partir de este instante, se incrementaron de manera notable mis salidas al campo y mis investigaciones sobre el espíritu de Ceuta, además tuve la oportunidad de regresar por algunos años a la actividad arqueológica realizando importantes descubrimientos, como el horno metalúrgico de la calle Eduardo Pérez, la necrópolis islámica de la calle Fructuoso Miaja o el conjunto de piletas de salazones de época romana en la calle Jaúdenes. Luego vinieron mis dos años como director de la UPD y la superación de las oposiciones para ingresar en el cuerpo de profesores de educación secundaria en la especialidad de geografía e historia.

El año que ahora acaba ha sido muy intenso, sobre todo desde el punto de vista profesional. Era la primera vez que daba clases y he tenido que trabajar duro para hacerme con mi nuevo trabajo, algo que no me pesa. La actividad docente tiene sus sinsabores, pero también te aporta muchas satisfacciones. Resulta muy gratificante inculcarles el amor por nuestra tierra, animarles la curiosidad por el pasado y despertarles a la belleza del arte y la naturaleza. Me complace pensar que en algo puedo contribuir a convertirlos en ciudadanos implicados en los asuntos cívicos e inconformistas con el complejo mundo que les ha tocado vivir. No lo van a tener fácil y ellos lo saben, por lo que se ha extendido entre los jóvenes una actitud de derrotismo y pasividad. Cambiar este sentimiento pesimista por uno optimista que les capacite para superar los retos a los que se enfrentan es uno de mis principales propósitos como docente. El futuro no está escrito, aunque la inercia del pasado y del futuro sea muy fuerte. Si los retos son elevados, las oportunidades no lo son menos. Confío de manera plena en las semillas del pasado de Ceuta que no han llegado a germinar del todo y que cuando despuntaron hicieron de nuestra ciudad un lugar en el que floreció la santidad, la sacralidad, la ciencia, la filosofía, la poesía y todas las formas de arte. El espíritu de Ceuta está unido a la divina sabiduría y al agua de la vida. De nosotros depende que vuelva a manifestarse con unas formas renovadas y adaptadas a nuestro tiempo.

La reconexión con la naturaleza -que logre gracias a la lectura de los libros de los románticos alemanes (Goethe, Schiller, Schelling, Novalis, etc…), ingleses (Coleridge, Blake, Wordsworth, etc…) y sobre todo de los norteamericanos encabezados por Ralph Waldo Emerson al que le acompañaron Henry David Thoreau y Walt Whitman, entre otros- me gustaría transmitírsela a mis alumnos y alumnas. Por desgracia, los jóvenes y no tan jóvenes de nuestros días apenas leen y están absorbidos por las redes sociales. Siempre ha habido distracciones que nos han alejado del principal propósito que es llegar a ser lo que realmente somos. A este respecto, Walt Whitman nos advertía que “nunca debemos dejarnos absorber tanto por ocupaciones ornamentales como para perder conexión con la vida. Algunos hombres llevan vidas profesionales, algunos simplemente viven. Yo prefiero vivir”. El bueno de Walt nos animaba “a abandonar toda inercia rutinaria en el vivir, a derrocar las cosas que no nos proporcionan placer y las obligaciones imaginarias en las que perdemos tanto tiempo”.

Los escritos románticos se propusieron “electrizar a sus lectores, empujarles de pronto a una actividad infatigable fundada en la observación entusiasta del mundo”. La labor del poeta era, según Whitman, “agitar a la gente, sacarla de su indiferencia, forzarla a elegir lo que quiere en este mundo, en lugar de limitarse a ir hacia adelante sin pena ni gloria”. Se trata, en definitiva, de alimentar cuerpo, intelecto y alma, pues, como dijo Whitman, “el cielo, las estrellas, nada dicen al intelecto, y sin embargo, ¡Cuán elocuentes son para el alma!”. Por otra parte, el acercamiento a la naturaleza es una manera de vivir deliberadamente y enfrentarse a los hechos esenciales de vida, como escribió Thoreau en su obra “Walden”. Estos hechos esenciales de la vida no tienen nada que ver con temas estrictamente intelectuales o relacionados con los libros. En mi caso procuro mantener un equilibrio entre mis inquietudes intelectuales y mi vocación poética inspirada en la naturaleza. El principal objetivo de mis días es llegar a ser lo que soy y el camino para lograrlo es practicando la imaginación activa mediante la escritura de la naturaleza. Descubrir lo que soy es hacerlo también con el alma de Ceuta. Este era también la conexión que los primeros románticos establecieron con la naturaleza. Tal y como explica de manera magistral Andrea Wulff en su reciente libro “Magníficos rebeldes. Los primeros románticos y la invención del yo”, los integrantes del llamado círculo de Jena “querían sentir, en lugar de observar lo que estaba ante sus ojos. Querían descubrirse a sí mismos en la naturaleza y “ser uno con todo lo que vive” (Hördelin)”. En palabras de Schelling, “en tanto que yo mismo soy idéntico a la naturaleza, entiendo la naturaleza viva tan bien como me entiendo a mí mismo”. Por lo tanto, pasear por la naturaleza era en todo momento un autodescubrimiento.

Walt Whitman también se sirvió del la naturaleza para desvelar su ser íntimo. El poeta de la democracia pasaba los días pensando, observando y absorbiendo el espíritu del lugar: “yo equiparo mi espíritu con el vuestro, astros, árboles, montañas, animales, copiosos como sois, absorbo a todos en mí mismo, y me convierto en vuestro dueño. América aislada, pero encarnando a todos, ¿Qué es ella sino yo mismo?”. Vemos aquí otro ejemplo de identificación entre el espíritu del lugar y el alma del poeta que lo canta. Este “canto a mí mismo” resulta de gran utilidad para enseñar a vivir en consonancia con el prójimo, la naturaleza y la espiritualidad. La poesía trascendentalista, en opinión de Toni Montesinos, “está destinada a consolar, a difundir ánimo y esperanza, como si el libro fuera el cuidador que se acerca a una camilla donde reposa un soldado convaleciente, como si fuera una medicina que automedicarse en estados tristes o de incertidumbre”. El critico literario Stevenson escribió en 1818 que llegar a Whitman era experimentar “la sensación de habernos liberado de una presión, con un sentimiento de emoción por la naturaleza, como cuando recorre las anchas vías de una gran ciudad y entra en lo que el propio Whitman llamó, con una justicia del lenguaje imaginativa y nunca superada, “la inmensa y amable noche”.

Tras la lectura de la biografía de Walt Whitman, he aprovecho estos días de descanso para leer la obra de Viktor Frankl titulada “El hombre en busca de sentido”. Su autor tuvo la desgracia pasar por varios campos de concentración nazi, de perder a sus padres y a su mujer embarazada de su primer hijo. En los campos de concentración soportó condiciones durísimas de las que obtuvo importantes aprendizajes sobre el sentido de la vida. Quizá una de las lecciones más importantes que extrajo del cautiverio fue que “la salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor”. También descubrió que “a medida que se intensificaba la vida interior de algunos reclusos, apreciábamos la belleza del arte y de la naturaleza con una emoción desconocida. Por otro lado, la esperanza de vida y libertad les hacia apreciar con más intensidad la belleza de la naturaleza. De ello se deduce que una vida interior rica es la puerta a un mayor aprecio de la naturaleza, además de aportar unos fuertes pilares capaces de soportar los más terribles sufrimientos.

No resulta fácil encontrar la respuesta al sentido de la vida. Viktor Frankl le dio un giro copernicano a esta cuestión para decirnos “que en realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros…En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a la cuestiones que la vida plantea, cumpliendo las obligación que nos impone”. A nosotros nos impuso la obligación de velar por el patrimonio natural y cultural de Ceuta. Dar la respuesta correcta al reto que nos ofreció la vida de hacer algo que trascendiera nuestra propia existencia nos abrió las puertas a un mundo interior que se enriqueció con muchas experiencias significativas y pensamientos que se han traducido en miles de artículos de opinión, en un elevado número de obras científicas y relatos poéticos. Esperamos que estos escritos hayan servido de inspiración a otros para dar la respuesta acertada a lo que la vida les ha presentado o les presentará.

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