Categorías: Sucesos y Seguridad

Buscando el escondite de la droga

El regreso de marroquíes a sus lugares de residencia es aprovechado por algunos para intentar ‘financiar’ la vuelta a la normalidad.

Si entre maletas, juguetes y comida se cuelan algunos kilos de hachís (unos más que otros, según qué casos) y la ‘jugada’ sale bien, el pasador se llevará la oportuna comisión. Cualquier hueco es bueno para intentar esconder droga. Algunos utilizan hasta las sillas de sus bebés para cargarlas de bellotas, otros han llegado a ocultar hasta dos kilos y medio de hachís en los reposacabezas de sus asientos y los hay que recurren a los tradicionales dobles fondos de toda la vida: dentro de guanteras, en baterías, entre los asientos o dentro de mobiliario. Todos, en el fondo, persiguen el mismo objetivo: burlar los controles que tiene activados la Guardia Civil en el puerto. A veces la jugada les sale bien, pero otras terminan con sus huesos en la cárcel y con una unidad familiar desestructurada.
Desde el pasado junio, mes de inicio de la Operación Paso del Estrecho, hasta este inicio de septiembre, la Guardia Civil ha decomisado algo más de dos toneladas de hachís en el transcurso de 191 intervenciones, que han dado pie al bloqueo de 118 vehículos, movilizados judicialmente al ser pruebas válidas ante el juez cuando se celebre la oportuna vista.
Detrás de estos servicios hay muchas historias con nombre y apellidos; en concreto las de los 56 nacionales arrestados y los 159 extranjeros -en su amplia mayoría marroquíes- que siguieron el mismo camino. Los hay que cuando son detenidos empiezan a orquestar su propia coartada, fingiendo no saber nada del alijo que escondían en el vehículo; otros en cambio se derrumban sabedores de que van a terminar sentándose ante un juez, así que mejor colaborar que intentar evitar un final que más tarde o temprano va a llegar.
Aunque algunos se trabajan más el modo de pase, agenciando dobles fondos más ingeniosos, otros optan por lanzarse sin paracaídas al mundo del tráfico de drogas, llevando a cabo embarques que difícilmente van a burlar la vigilancia establecida. “Hemos llegado a abrir maleteros y encontrarnos prácticamente la droga entre bolsas. O, en el caso de un camión, encima de una parte superior que era visible nada más subirte”, explica un agente.
La necesidad de dar salida a la droga es evidente. Las estadísticas lo reflejan sin lugar a dudas: en lo que va de año la Guardia Civil ha decomisado 16 toneladas y media de hachís. En todo 2011 se interceptaron 13 y en 2010, una decena. Cada vez son más los detenidos y mayor la cantidad de hachís que se interviene tanto en el embarque (en el 80% de los casos) como en el mar (con la intervención de semirrígidas o embarcaciones). La OPE siempre ha arrojado su faceta oscura, ya que entre la ristra de estadísticas que oficialmente se difunden de tráfico de pasajeros y vehículos se esconden este tipo de servicios que no hacen sino convertir a la Comandancia de Ceuta en una de las principales en cuanto al volumen de aprehensiones de droga que se lleva a cabo. ¿Y podría decomisarse más? Es la pescadilla que se muerde la cola: para eso tendría que remodelarse todo el actual sistema de vigilancia, dotándose al paso del Tarajal del blindaje que hoy por hoy no tiene y aumentando los efectivos con los que cuenta el Instituto Armado en el puerto para que, por ejemplo, detener a un culero cuando va a embarcar no se convierta en un problema porque ya hay más de veinte detenidos en los calabozos. La pregunta que cabría hacerse es si Ceuta dispone de la infraestructura policial y de seguridad suficiente como para intervenir toda la droga que puede entrar desde Marruecos. Cantidad a la que, por cierto, nadie le quiere poner nombre.
Debates al margen, el hecho es que el juego del gato y el ratón al que se enfrentan a diario los traficantes de ‘bajo copete’ sorprende incluso al agente más ducho. De las ruedas, los depósitos de gasolina o las guanteras, se ha pasado a dobles fondos más perfeccionados o incluso a la preparación de dulces, aceitunas o frutas que en su interior llevan escondidos pequeños lotes de hachís. Droga difícil de intervenir salvo que el ‘ojo’ del guardia sea más fino de lo acostumbrado. Entonces la intuición y algo de psicología pueden más que cualquier otro sistema de detección.
Por un pase terminado con éxito, el último enlace de la organización puede agenciarse en torno a 2.000 euros. Si su papel requiere una mayor implicación, como es el pilotaje de una semirrígida, la suma se dispara a los 6.000 euros, dependiendo también de la competencia que haya y el abono que lleve a cabo el dueño de la mercancía, además del cumplimiento que se le haya dado al ‘encargo’. Trabajo hecho, trabajo cobrado.
La OPE ha dejado intervenciones curiosas, aunque escasas en cuanto al volumen notorio de hachís. Es decir, han prevalecido los decomisos de pequeñas cantidades sobre los históricos de 200 o 300 kilos. Además se han multiplicado los arrestos de culeros de origen extranjero, bien marroquíes con residencia en España o bien hombres y mujeres procedentes de la Europa del Este que también han intentado pases de pequeñas cantidades, en buena parte no superiores a los dos kilos para evitar la entrada en prisión.
Si la Comandancia de Ceuta sigue con el ritmo de aprehensiones llevado a cabo desde que comenzara el año, cerrará 2012 como el año en que más cantidad de hachís han intervenido, sumándose a otras comandancias como la de Cádiz, cuyos decomisos también van en alza, erigiéndose en termómetro de una situación delictiva que viene favorecida por la necesidad de obtener dinero y por el tipo de presión que puede hacer la judicatura a la hora de dictar condenas por tráfico de hachís. Los dos factores se dan, en esta historia, la mano.

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