La bautizaron como ‘Operación Kibera’. Un golpe del Cuerpo Nacional de Policía en el que fue determinante la colaboración con Marruecos para terminar con la organización que, presuntamente, estaba detrás de la captación de mujeres para sumarlas al Estado Islámico.
Las fuerzas de seguridad eran conscientes de la fuerza que este grupo estaba ejerciendo sobre el sector femenino, en muchos casos sobre menores, con tal de radicalizarlas porque para la organización terrorista ellas constituían un “objetivo importante” para destinarlas a los muyahidines. Y entre ellas, encontraron con que “las procedentes de Europa” ofrecían una “mayor disponibilidad a viajar” tras un proceso de “fanatización perfectamente planificado”.
Ahora se conoce la petición que hace la Fiscalía de la Audiencia Nacional para los detenidos, entre ellos una mujer en Ceuta, en libertad a la espera de juicio. Siete años de prisión y 15 de inhabilitación absoluta y especial, además de otros cinco de libertad vigilada, tal y como ha adelantado en exclusiva El Faro de Melilla. La pena se eleva a 8 para el melillense que supuestamente ejerció de adoctrinador.
Entre las acusadas se encuentra, además de la ceutí, la melillense que fue detenida, en agosto de 2014, en el paso de Beni Enzar junto a una menor también de Ceuta que ya cumplió dos años de internamiento estando bajo control y seguimiento del Área de Menores para su recuperación. Ambas fueron interceptadas por el CNP cuando pretendían salir a Marruecos para reunirse con un grupo que captaba mujeres, después viajarían a Irak para sumarse a la organización Estado Islámico.
Las redes sociales fueron el germen para la captación que de forma sangrante se estaba realizando de mujeres. Facebook y WhastApp eran el albergue ideal para intercambio de material audiovisual de todo tipo, siempre de corte terrorista.
En el informe presentado por la Fiscalía, a cuyo contenido ha tenido acceso El Faro, se recoge cómo “un número considerable de jóvenes musulmanas, algunas menores, no solo hacían ostentación de su adscripción a las acciones desarrolladas y publicitarias en la propaganda del EI, sino que participaban en público su disposición de desplazarse a las zonas de Siria e Irak”. A través de las redes se captaban a mujeres “sensibles” a esos mensajes y las había que, tras un “proceso de radicalización” evidenciaban “un compromiso superior que podría concretarse en futuros desplazamientos”.
De Facebook se pasaba a un grado más íntimo vía telefonía móvil. La Policía era consciente de lo que estaba ocurriendo, a sabiendas de que el proceso de reclutamiento pasaba a un grado más sin apenas exposición de su red de facilitadores, con resultados rápidos.
Jóvenes, algunas menores, estudiantes con resultados académicos mediocres o desempleadas... eran el objetivo. Pero todas ellas con un “nivel de conocimiento y uso de redes sociales avanzado” además de con una “visión romántica de la hipotética vida que llevarían bajo la tutela del EI, tanto como verdaderas guerreras yihadistas como junto a un esposo muyahidin perfecto desde el punto de vista sentimental”.
Bajo este motivo, los detenidos, presuntamente, ejercieron un poder de captación sin igual. Algo que ya se había apuntado cuando la Policía logró abortar la marcha de la menor ceutí por Beni Enzar. La Fiscalía considera que una de las acusadas recogió a la menor ceutí y la trajo a Melilla con la intención de custodiarla hasta que cogiera el vuelo a Irak. Antes de eso, interactuó con el resto de detenidos en la ‘Kibera’, “proporcionando los pasos necesarios para el desplazamiento”.
La intervención policial gestada en este momento y que desembocó con uno de los operativos que el CNP consideró clave para terminar con la captación masiva de mujeres dio pie a la visualización de una estructura de organización. La Fiscalía recoge en su informe cómo había directores (varones responsables de la red de captación y envío de radicales, entre ellos mujeres) y reclutadoras activas: chicas convencidas de estar al servicio de la red, siguiendo sus instrucciones y manejando las redes sociales para reclutar a potenciales víctimas. Y por último ellas: las chicas buscadas en la red que sufrían “un proceso de acoso de radicalización para convencerlas de su integración”.
Ese “acoso” fue precisamente el que sufrió la menor ceutí interceptada en Beni Enzar y pudieron sufrir muchas más chicas. La organización funcionaba de una manera sorprendente: se ponían en contacto con las víctimas haciendo valer mensajes para dominarlas.
“Una mujer sobre tacones impone, prueba a darla arma de fuego e intimida, quítale los tacones y ponla el niqab, ahora aterroriza”. Esta frase fue escrita por una de las acusadas en su estado de WhatsApp antes de ser detenida. Triunfó entre sus contactos y ella se mostró satisfecha por ello. “He puesto uno que todas las niñas me estaban abriendo”, comentó, tal y como se recoge en el informe.
Hubo chicas captadas por desconocidos que accedían a sus teléfonos, las llamaban, eran amables con ellas y terminaban radicalizándolas. Entre el material intervenido en la investigación se ha localizado gran cantidad de fotografías y vídeos, todos de carácter radical y vinculado a la red del Estado Islámico.
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