Se llaman Mohamed Ouskir y Ahmed Buhbouh. Los dos marroquíes, los dos de Castillejos y los dos, hoy por hoy, desaparecidos tras haber emprendido la misma ruta: cruzar a Ceuta. Esto no para. Los tiempos de calma constituyen una falsa apariencia de la auténtica dura realidad de la inmigración. Esa que está echando la peor de las raíces en la frontera sur a base de sufrimiento. Sus familias están desesperadas, piden ayuda, alguien que les dé una pista y no sea falsa. No hay organizaciones, ni administraciones a las que solicitar apoyo. Contienen sus dramas como pueden. El cierre de fronteras está generando una tragedia sin igual.
Mohamed Ouskir desapareció tras intentar cruzar a nado por el Tarajal. Fue el lunes, en torno a las cinco de la madrugada, y desde entonces su familia se encuentra desesperada ante la falta de noticias. Tiene 26 años y es natural de Castillejos. Trabajaba de socorrista en el país vecino, pero una conversación con un grupo de amigos consiguió convencerle para cruzar a nado hasta nuestras costas. La familia cree que fue el pasado lunes, de madrugada, sobre las cinco, cuando dio el paso. Desde entonces no saben nada más de él. La familia desconoce a dónde acudir para recibir alguna noticia de Mohamed y espera que al hacerlo público a través de El Faro de Ceuta, esas puertas puedan abrirse. El desamparo al que se enfrentan llega a ser hiriente. Sabían que este joven quería cruzar a nado hasta Ceuta porque él mismo lo confesó. Y finalmente lo hizo, enfundado en traje de neopreno con más amigos. Así, hasta perder el rastro.
Ahmed Buhbouh es algo más mayor que Mohamed. Tiene 32 años y también es de Castillejos. Salió hacia Ceuta el miércoles de la semana pasada. Lleva más días desaparecido que Mohamed, pero coincide con él en la ruta seguida y en que no han dado pistas sobre su paradero. Su familia sabe que entró a nado, solo piden conocer algún dato, saber si está vivo o muerto. El tener algo verídico ayuda a calmar la angustia que provoca la falta de información. Los familiares supieron que había cruzado el espigón por sus propios amigos.
Estos hechos, por desgracia, se han convertido en una tónica habitual. Jóvenes que buscan cruzar de cualquier manera para intentar alcanzar nuestras costas en busca de un futuro mejor. Arriesgan sus vidas a un coste incalculable solo por conseguir el sueño de alcanzar Ceuta.
Son demasiadas las narraciones escritas de familias rotas, de jóvenes perdidos en el mar y de tragedias que se pierden a este lado del Estrecho, que no interesan a nivel nacional y que provocan el olvido de una Europa que no invierte en medios más seguros. Y como principal responsable de todo esto: Marruecos, incapaz de dar oportunidades a una juventud que se desangra, a la que no se le ha dado alternativa tras el cierre de la frontera y que ya ha perdido todo. Ceuta supone para todos ellos la esperanza. Una esperanza mal entendida, demasiado a tenor de los resultados.
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