Decepción no es la palabra adecuada para definir lo que sienten los guardias civiles al comprobar las partidas presupuestarias asignadas a la Guardia Civil en los Presupuestos Generales del Estado de 2017. Es hartazgo, cansancio por el ninguneo al que nos castiga nuestra clase dirigente, porque el ministro del Interior se comprometió en acabar con las discriminaciones presupuestarias en el Consejo de la Guardia Civil y no ha cumplido su palabra. Quizás el calificativo “decepción vergonzosa” también se asemeja más a la humillación que someten estos presupuestos a los guardias civiles como funcionarios y a la Guardia Civil como Cuerpo de Seguridad del Estado. Pero, ¿por qué digo esto?
Para que se entienda comenzaré explicando que la Guardia Civil tiene una Plantilla de 77.000 guardias civiles y el Cuerpo Nacional de Policía 65.000 funcionarios. Pues bien, a la Policía Nacional se le asignan TRES millones más en el presupuesto en Acción Social, es decir, o son mejores funcionarios que nosotros - que no es así - y se les reparte más dinero para “ayudas a familias en caso de enfermedad, becas a hijos, guardarías, estudios, etc”, o nos toman por tontos. Porque las matemáticas lo explican todo muy bien, si ellos son menos y encima perciben mucho más que los guardias civiles la discriminación es aún mayor.
Lo más desmoralizante es que el propio ministro dijo: “Esto no es una cantidad insalvable, se puede corregir la diferencia, no hablamos de grandes cantidades”. Esto fue lo que dijo, pero como bien dice el refranero “del dicho al hecho va un trecho” y en este caso se cumple, porque cuando las cosas se pueden corregir sin grandes esfuerzos la única razón posible es apatía y falta de interés. Una falta de interés por los guardias civiles y sus familias, porque se trata de menos ingresos, menos capacidad económica para nuestras familias. No estamos hablando de vehículos, ni de equipamientos para el servicio, hablamos de llegar a final de mes, hablamos de la educación del bienestar de los nuestros.
Otra discriminación presupuestaria bochornosa para los guardias civiles son los Incentivos al Rendimiento, lo que se conoce como productividad en cualquier profesión. Una partida superior en seis millones de euros para el Cuerpo Nacional de Policía. Unos incentivos que los guardias civiles saben que existen, pero desgraciadamente muchos acaban su carrera sin percibirlos, porque el 80% es forzosamente para mandos, el resto un 20% a la escala más numerosa, la de cabos y guardias. Si al reparto injusto le añadimos seis millones de euros menos, las matemáticas dicen el resto.
También podemos mencionar que el gobierno, por lo que ha presupuestado, piensa que los guardias civiles son muy espartanos en su vida, muy frutales, porque mientras los compañeros de la policía tienen 869 euros para dietas, comisiones de servicio, etc, a nosotros, la mano de obra barata de los funcionarios nos dan 590 euros. No caeré en el error de criticar las partidas asignadas a gastos protocolarios como han hecho algunas organizaciones representativas, porque si no queremos dinero para fiestas patronales y otros gastos oficiales de representación, tampoco deberíamos exigirlas para organizar grandes festejos asociativos con dinero público, ni para el sostenimiento y representación de las asociaciones profesionales que, por otro lado, deberían de nutrirse sólo con las cuotas y el compromiso de los asociados. Cualquier otra pretensión es despojarlas del principio de independencia por la que se crearon. Algunos dirán que voy a contrapié, pero siempre con el mismo pie.
En definitiva, el desequilibrio presupuestario entre ambos Cuerpos Policiales es de unos 80 millones de euros menos para la Guardia Civil que se ve agraviada en todas las partidas presupuestarias desde la seguridad ciudadana hasta la persecución de delitos como el tráfico de drogas, lo que en resumen es dar menos medios a la Guardia Civil que al Cuerpo Nacional de Policía. Sin duda, haremos nuestro trabajo con el compromiso que nos caracteriza, pero esta diferencia de presupuestos no puede dejar indiferente a los que tenemos la responsabilidad de engrandecer el prestigio de la Institución y, mucho menos, a los que tenemos la obligación de defender los intereses de los guardias civiles y sus familias.
Llevamos siglos recibiendo halagos de los sucesivos gobiernos, escuchando que somos la Institución más valorada por la sociedad y por toda la clase política, pero este reconocimiento no se traduce en retribuir a los guardias civiles como se merecen y, mucho menos, igualar nuestras retribuciones a las policías autónomas y locales. Como decía, llevamos siglos escuchando adulaciones y, por esa razón, no estaría de más que los halagos y adulaciones se transformaran en reconocer y equipar nuestras retribuciones al resto de los cuerpos policiales.
En resumen, hechos más que promesas.