Opinión

Buena Muerte: 75 aniversario de su hechura

Este año se cumple el 75 aniversario de la hechura del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, obra del imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci. Pero al hilo de esta fecha, 1949, que no admite discusión por estar grabada junto a la firma del autor en el sudario del Crucificado, hemos venido repitiendo, por pura inercia, un dato erróneo al dar por hecho que su bendición y primera salida tuvieron lugar ese mismo año.
La endémica falta de celo con la que hemos tratado los datos históricos relativos a nuestras hermandades y cofradías, junto a la pérdida de documentación, la carencia de auténticos archivos y un generalizado desinte- rés por todo lo que vaya más allá de la “fiesta” en la calle, han ocasionado que nuestra historia cofrade tenga lagunas difíciles de entender en otros ámbitos y en otras ciudades; porque estamos hablando de unos hechos relativamente recientes que, a veces, pueden resultarnos incluso más oscuros que los de tiempos lejanos.
Dar sentido a lo que nos hemos encontrado en la hemeroteca de El Faro de Ceuta y consultando publicaciones y programas de Semana Santa de las décadas de 1940 y 1950, es bastante complicado, pues en las procesiones de aquella Ceuta de posguerra era frecuente la improvisación, la falta de seriedad y la inconstancia. A esto se suman las pomposas y huecas crónicas periodísticas de la época, tan saturadas de nombres de autoridades y cargos como faltas de noticias de auténtico interés... Pero, a pesar de todo, hemos podido aclarar algo de la historia del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, su bendición y primera salida procesional en 1950.

El Cristo de Doña Emilia

Emilia Cano Fiallo y sus hermanas Isabel y Margarita quedaron huér- fanas al morir su padre, el teniente coronel graduado y capitán de In- fantería Antonio Cano Ortega1.
Emilia contrajo matrimonio con An- drés de Mesa y León, cuya herma- na y su marido (Dolores de Mesa y León y José Pacheco Calvo) habían donado a la Hermandad del Santo Entierro el grupo forma- do por el Cristo de la Expiración y Santa María Magdalena2 en 1916.
Esta relación familiar queda pa- tente en la siguiente información
proporcionada por el prioste de la citada Cofradía: que los Sres. de Pacheco, donantes del Paso de la Expiración, presentaban como camarera mayor del mismo a la Sra. Dña. Emilia Cano, de Mesa3.
Como era de esperar, la piadosa señora, mediante una carta remi- tida a la Hermandad, aceptó el cargo mostrando las más expresi- vas gracias y proponiendo como ayudantes a varias señoras y se- ñoritas de su confianza4.
Tal vez el generoso y devoto ges- to de sus cuñados al donar el Cristo de la Expiración pudo in-
fluir en la posterior donación que ella misma haría la parroquia de los Remedios: un Crucificado de tamaño natural. No hemos en- contrado la fecha exacta en que esta nueva imagen llega a Ceuta, pero tuvo que ser en la primera mitad de la década de 1920, ya que según el programa de Semana Santa de 1927 el Jueves San- to de ese año salió la procesión del Silencio desde la Parroquia de los Remedios con la imagen del Santísimo Cristo de la Piedad, el Cristo de doña Emilia, que pos- teriormente sería llamado de la Buena Muerte.
La imagen, pese a ser una obra industrial realizada en pasta y, por lo tanto, carente de valor artístico, despierta la devoción de los fie- les, siendo una de las imágenes más rezadas del templo.
Cuando en 1945 se funda la Her- mandad de Penitencia en los Re- medios, los cofrades lo adoptan como titular, saliendo el Miércoles Santo de ese mismo año, acom- pañado por Nuestra Señora del Mayor Dolor, joya de la imagine- ría romántica sevillana y auténti- ca fundadora de la Cofradía. Du- rante cinco años salió en proce- sión este Crucificado, hasta que los cofrades vieron la necesidad de tener una nueva imagen más acorde con la categoría que, poco a poco, iba adquiriendo la corpo- ración; y también a razón de la fragilidad material del Cristo, rea- lizado en pasta, que corría cierto riesgo durante las procesiones.
Lo cierto es que el Crucificado de Dª. Emilia quedó, para siempre, en- tronizado en la calle Real gracias al magnífico retablo cerámico que la Hermandad encargó a Cerámica Santa Ana, en Sevilla, siendo obra del gran pintor ceramista Antonio Kiernam Flores.
El antiguo Cristo de la Buena Muerte sigue recibiendo la oración de sus devotos en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios; y junto a El, escritas en piedra, unas palabras para recordar a la piadosa donante: “En memoria de D.ª Emilia Cano de Mesa”.

El Contrato

El contrato de la nueva imagen del Cristo de la Buena Muerte es la noticia más temprana de la fructífera relación entre el imaginero Castillo Lastrucci y Ceuta. Se formalizó el cuatro de di- ciembre de 1947.
Para entender este documento debemos dejar claro que la persona que lo rubrica, Juan La- gares Bernal, no es el auténtico comitente del encargo, sino que actuó en representación de la cofradía de los Remedios ante el escultor. Entonces no se viajaba con la facilidad ni la fre- cuencia de nuestros días; así que los cofrades, con Pepe Remigio y su padre al frente, debieron recurrir a Lagares para formalizar legalmente el contrato y satisfacer los pagos pertinentes.
En los términos del documento nos resultan lla- mativas ciertas indicaciones, poco menos que caprichosas: una imagen de Cristo Crucificado, parecido al de la Buena Muerte de Cádiz (con más melena), tallada en madera y policromada (con la corona de espina tallada).
La elección como modelo de la extraordinaria imagen del Cristo de la Buena Muerte de Cádiz nos indica el gusto artístico de los comitentes y el conocimiento que tenían de la Semana Santa de aquella capital, no el balde tanto la corpora- ción ceutí como la gaditana comparten idénticos titulares7, lo que no creemos sea casualidad, sino más bien fruto de una de tantas influencias recibidas del ámbito cofrade andaluz.
Lo cierto es que al sublime modelo elegido, un Crucificado que, aun guardando el secreto de su autoría, se considera obra cumbre de la ima- ginería española; algún pero tenían que ponerle los cofrades: lo querían con más melena.
Creemos que la imposición de un modelo ajeno a sus habituales creaciones debió plantearle a Castillo un esfuerzo que no estuvo dispuesto a asumir pues, a esas alturas, ya tenía más que dominado su prototipo de Crucificado muerto basado en la obra de Juan de Mesa.
Así que el imaginero finalmente labró para los Remedios un Cristo que en nada recordaba el modelo gaditano y que ni siquiera tenía la corona de espinas tallada en el bloque craneal. Nos hubiera gustado conocer los términos del pul- so que, sin duda, debieron mantener Pepe Remigio y el imaginero que, finalmente, acabaría convenciéndolo para llevar el encargo a su terreno.
El precio de la obra se estimó en 13.900 pesetas, de las cuales 6.000 se entregaron a la firma del contrato; 2.500 en el mes de mayo de 1948 y las 5.400 restantes en dos giros con distintos vencimientos. No sabemos si los pagos se cumplirían tal y como figuran en el documento, de lo que si estamos seguros es que la imagen no estuvo com- pletamente terminada para el mes de agosto de 1948.
Curiosamente la valoración del Crucificado incluía, ade- más de la cantidad en pesetas, un plus a pagar en espe- cie, concretamente tres arrobas de buen vino. Algo que, en principio nos puede extrañar, pero teniendo en cuenta la época y las relaciones profesionales y comerciales de la familia González Lozana, tiene toda la lógica del mundo.
La hechura del Cristo de la Buena Muerte sufrió un retra- so sobre la fecha calculada en el contrato por causas que desconocemos. Lo único cierto es que Castillo Lastrucci firma su obra en la parte posterior del sudario, fechándola en 1949, año que no coincide, como ya sabemos, con su bendición y primera salida procesional.

Un Cristo nuevo

Antes de que el nuevo Cristo de la Buena Muerte llegara a Ceu- ta, lo cual debió suceder entre finales de 1949 y principios de 1950, la imagen fue expuesta en la muestra de Arte Sacro de Se- villa, siendo altamente valorada por el público. Esta noticia cierta circuló, en aquella Ceuta provin- ciana, junto al rumor de que una hermandad sevillana había que- rido adquirir la imagen; así que el Crucificado de los Remedios llegó a nuestra ciudad precedido de comentarios, algunos ciertos y otros no tanto, que generaron una gran expectación, predisponiendo a los ceutíes en favor de la nue- va imagen, que fue considerada por todos como una gran obra de arte, incluso antes de haber teni- do ocasión de verla.
Lo cierto es que, al igual que ocu- rriera en 1949 con la Dolorosa de la Esperanza de la Cofradía del Encuentro, la bendición y exposi- ción al culto del Cristo de la Bue- na Muerte en 1950 supuso una importante aportación al catálogo imaginero de Ceuta, tratándose de una talla de estilo neobarro- co sevillano plena de solemnidad y unción, cuya impronta resultó bastante novedosa con respecto a los crucificados procesionales
ya existentes 8, imágenes con una estética bien distinta a la ofrecida por el nuevo Cristo de la Buena Muerte, que fue recibido con gran entusiasmo por los ceutíes.
Fue tallado en madera adquirida por el escultor a buen precio por tratarse de unas vigas procedentes del an- tiguo mercado de la Encarnación, que se encontraba en pleno centro de Sevilla, justo donde hoy están las “Setas”. Tan curioso dato, que puede parecer sospe- chosamente “romántico”, es totalmente cierto, verifica- do por aquellos cofrades que vivieron muy de cerca el proceso creativo de la imagen.
A pesar de las alabanzas que le prodigaron, realmente Castillo Lastrucci no nos ofrecía nada nuevo en nues- tro Cristo. Ya había realizado con anterioridad varias versiones, todas muy similares y claramente inspira- das en el Cristo de la Buena Muerte de la hermandad sevillana de los Estudiantes, obra de Juan de Mesa y Velasco (1583-1627). De todas formas y aunque sea una opinión subjetiva, creemos que podría estar entre sus mejores Crucificados, junto al de la Buena Muerte de la Hiniesta de Sevilla (1938), Buena Muerte de Cór- doba (1946), Piedad de Ciudad Real (1946) y Buen Fin de Aznalcázar (1948).
El Cristo de la Buena Muerte de Ceuta trasmite paz y espiritualidad gracias al sereno y conmovedor abati- miento de su cabeza, el elegante aplomo de su cuerpo crucificado y, en general, una presencia que se impone por su rotunda plasticidad. En este sentido, a pesar de lo repetido del modelo, podemos afirmar que, como obra nacida para conmover a los fieles y despertar sentimientos de piedad y devoción, cumple perfecta- mente con su función, por lo que es digna de catalo- garse como una sobresaliente creación de arte sacro.

Los misioneros bendicen al Cristo

En muchas ocasiones hemos escuchado y leído cómo la imagen del Cristo de la Buena Muerte fue bendeci- da por misioneros jesuitas en el transcurso de un acto multitudinario que se celebró en la plaza de Azcárate. Y realmente así fue, lo único que no cuadraba en el relato eran las fechas. Se ha repetido con insistencia que en 1949 tuvo lugar la bendición, saliendo por pri- mera el Miércoles Santo del mismo año. La cuestión es que las misiones se celebraron en Ceuta en 1940- 1941 (demasiado pronto) y en 1950.
Tuvimos que recurrir una vez más a la hemeroteca del diario El Faro de Ceuta 9, donde encontramos algunas respuestas. Ya en el número correspondiente al 10 de mayo de 1949 se anunciaba la llegada de los misioneros en 1950:
Según nos informó (el padre Copado) las Misiones llegarán a nuestra ciudad el próximo año, sin poder precisar fecha, y vendrán veintidós padres a predicar, haciéndolo a los obre- ros, militares y productores en general.
Los misioneros llegaron a Ceuta el 15 de marzo de 1950, siendo recibidos en el puerto por millares de personas, con todas las autoridades al frente, tributaron una estruendosa ovación, agitaron pañuelos y dieron vivas a los jesuitas.
Durante once días Ceuta vivió inmersa en la Santa Misión General, sucediéndose los numerosos actos programados con gran asistencia de fieles. Entre ellos destacamos el Vía Crucis celebrado en la noche del miércoles 22 de marzo, presidido por las imágenes del Santísimo Cristo de la Expi- ración10 y Nuestra Señora del Mayor Dolor; la cual, una vez finalizado el piadoso ejercicio, regresó a su Parroquia de los Remedios acompañada por numerosos feligreses.
Se había programado un acto misional en la parroquia de los Remedios pero la gran asis- tencia de fieles hizo cambiar los planes. Por el gran interés que supone para nuestra his- toria, reproducimos la crónica publicada en El Faro de Ceuta del día 19 de marzo de 1950:
El pueblo de Ceuta ha recibido a los PP. Mi- sioneros con todo el entusiasmo de su cora- zón. Nadie, absolutamente nadie, falta a los diversos y continuos actos que se organizan. La afluencia de fieles se hace en número im- posible de calcular. Buena prueba de lo que decimos lo tenemos en el hecho ocurrido en la parroquia de Santa María de los Re- medios. Desde mucho antes de las 8, hora anunciada para comenzar los actos genera- les, ya el templo se encontraba totalmente ocupado. Ante la enorme afluencia de per- sonas que llenaban la calle, imposibilitando el tránsito, se hubo de pensar en trasladar a todos a otro lugar.
Inmediatamente se improvisó un altar en la Pla- za del General Mola, congregándose allí todos los fieles, en número verdaderamente enorme. Seguidamente dieron comienzo los actos, congregándose por mo- mentos más y más personas.
Igual ocurre en todas las demás parroquias. Los Rosarios de la Aurora se ven concurridísimos, así como todos los demás actos.
Esta crónica nos ofrece la cla- ve de lo que pudo pasar: para el sábado 18 de marzo de 1950 se habían programado diversos ac- tos generales de la Misión a las 8 de la noche simultáneamente en distintas parroquias de la ciudad. Parece que en los Remedios la afluencia de fieles se desbordó, obligando a los organizadores a trasladar la celebración a la cer- cana plaza de Azcárate.
Estamos convencidos de que los cofrades de los Remedios lleva- ban tiempo planeando aprove- char la presencia de los misione- ros jesuitas para bendecir la nue- va imagen de su titular, de modo que habían preparado todo para llevarla a cabo ese día. Ante el inesperado cambio de escenario desde el interior de la parroquia a la plaza, entonces denominada General Mola, no se desalenta- ron y decidieron sobre la marcha trasladar también allí al flamante Cristo de la Buena Muerte. De esta forma tan curiosa se desarrollaron los acontecimien- tos, quedando en la historia que la imagen fue bendecida por los misioneros jesuitas, en un acto multitudinario y en la plaza de Az- cárate. Todo encaja, aunque bien nos gustaría ofrecer más detalles, pero no hemos encontrado ningu- na referencia concreta en los pe- riódicos. Parece ser que la bendi- ción quedó eclipsada y diluida en la vorágine de la Santa Misión.
Por haber sido bendecida por los misioneros jesuitas, la sagra- da imagen del Crucificado de los Remedios tiene concedida tres indulgencias Apostólica, del Vía Crucis y de la Buena Muerte.
La Misión se clausuró por todo lo alto, ya que la Santísima Virgen de África salió en procesión el do- mingo, 26 de marzo a las seis me- nos cuarto de la tarde siendo tras- ladada al muelle Cañonero Dato para presidir el simbólico acto de despedida de los misioneros. A su término la Patrona recorrió todas las calles del centro de la ciudad, recogiéndose a las once de la no- che. Como dato curioso diremos que la Virgen de África, al no dis- poner de paso propio, utilizó para esta especial ocasión el del Santí- simo Cristo de la Vera Cruz.
Los misioneros embarcaron el lunes, 27 de marzo rumbo a la Península, acudiendo multitud de ceutíes a despedirlos al puerto: “Grandiosa ha sido esta jorna- da final de las Misiones. Pueden marchar satisfechos los Padres jesuitas, como satisfechos queda- mos nosotros, al amparo y cobijo de nuestra Patrona, la Santísima Virgen de África.

Miércoles Santo

A fuerza de repetir durante años una fecha errónea, nos cuesta asimilar que el año de la primera salida procesional del Cristo de la Buena Muerte fue 1950.
Ya sabemos que la imagen fue encargada en 1947 y es cierto que en la Cuaresma de 1949 su he- chura debía estar muy avanzada, si no totalmente terminada pues, como sabemos, está firmada en el sudario por Castillo ese mismo año. A juzgar por una noticia pu- blicada el 15 de marzo de 1949 en El Faro de Ceuta, la Hermandad contemplaba su posible estreno ese mismo año, junto a la primera fase del bordado del nuevo manto para la Virgen del Mayor Dolor:
“También se estrena una nueva talla del Cristo de la Buena Muer- te, valorada en 18.000 pesetas y confeccionada en Sevilla”. Pero no pudo ser, ya fuera porque el imaginero no concluyó su obra a tiempo o por cualquier otra cau- sa que desconocemos.
En la crónica de la procesión del Miércoles Santo de 1949 nada se dice del esperado estreno del Cristo, aparte de los elogios hue- cos propios del momento: “Abría la marcha una sección de batidores de Ingenieros a caba- llo, siguiendo la Cruz-guía y doble hilera de penitentes con túnica y capirote negro.
Tras ello el «paso» del Cristo so- berbiamente presentado y que causó verdadera impresión 12”.
Sin embargo si que encontramos una breve alusión al “magnífico manto bordado en oro en Sevilla y que aún no ha sido terminado”.
Dejando a un lado la certeza de que la bendición del Cristo tuvo lugar durante la Santa Misión General de 1950 en las circunstancias y condiciones ya descritas, en los periódicos de aquel año encontramos claras noticias de su estreno, la primera de ellas la encontramos en El Faro de Ceuta el Viernes de Dolores, 31 de marzo de 1950: “La talla del Cristo de la Buena Muerte es totalmente nueva, habien- do sido confeccionada por el ilustre imaginero Castillo Lastrucci” En la noticia, que por su interés reproducimos fotográficamente sobre estas líneas, también se hace alusión a su presencia en la Exposición de Arte Sacro de Sevilla, a su bendición por los jesui- tas y a las indulgencias que por tal causa le fueron concedidas a la sagrada imagen. Otra referencia al estreno del Cristo la encontramos en El Faro de Ceuta publicado el 5 de abril de 1950, Miércoles Santo, en cuya portada, ilustrada por un fotograbado de la Dolorosa de los Remedios, hay una columna titulada: “Semana Santa en Ceuta - Nuestra Señora del Mayor Dolor” en la que podemos leer: “Este año, la Cofradía que nos ocupa presenta una nueva ima- gen del Cristo, obra del imaginero Castillo Lastrucci que ha sido admirada en la Exposición de Arte Sacro de Sevilla. Una talla hermosísima y de un valor incalculable”.
Poco podemos añadir a estas noticias publicadas en El Faro de Ceuta, cuyas amarillentas páginas, en más de una ocasión, suplen la falta de información que debiéramos encontrar en los archivos y libros de actas de las propias cofradías.
Solo nos resta señalar el itinerario que siguió la Cofradía en aquel his- tórico Miércoles Santo de 1950, aunque actualizando el callejero para una mayor comprensión: Salida a las 20:30 h de la Parroquia de los Re- medios, Real, Camoens, González de la Vega, Cervantes, Ingenieros, Paseo Colón, Victori Goñalons, Puente de la Almina, Revellín, Camoens, Real y a su templo.
El paso en el que el Santísimo Cristo de la Buena Muerte realizó su pri- mera salida procesional debió estrenarse en 1945 para llevar al Cristo antiguo que donara Dª. Emilia Cano de Mesa. Compartía con el paso del Cristo de los Estudiantes de Sevilla (convertido en paradigma para imá- genes de similar iconografía y título) la sobriedad de la madera oscura y la iluminación a base de cuatro hachones en las esquinas, por lo demás el nuestro era mucho más elemental, aunque causaba buen efecto por su sencillez y austeri- dad, características que mantuvo nuestro Cristo en sus primeras sa- lidas procesionales, sin potencias ni corona de espinas y la cruz sin cantoneras, al igual que el citado Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes de Sevilla.
Estas discretas andas fueron rea-lizadas por el tallista ceutí Fran-cisco López Arenas; el mismo que, bajo la dirección del artista Bonifacio López Torvisco, tallara la nueva sillería del coro de la Ca- tedral en 1957.

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