La presión es constante. Y lo es en ambas bahías, por los dos espigones que intentan ser sorteados para conseguir el fin último: llegar a Ceuta escapando de Marruecos. A diario los marroquíes protagonizan una auténtica escapada que lleva a movilizarse a las unidades marroquíes o a la Guardia Civil. Cada día se escribe una historia nueva, que se salda con intentos controlados por Marruecos o con llegadas a Ceuta. Entre unos y otros asoman los dramas que los representan los desaparecidos, aquellos de los que nada se sabe.
En la jornada de ayer Marruecos evitó la entrada a nado de unas veinte personas que de noche o a plena luz del día perseguían acceder a la ciudad bien por Tarajal o bien por Benzú. Tres pudieron llegar a Ceuta mientras que el resto fue interceptado justo cuando estas personas se arrojaban al agua o ya en plena travesía. Por su parte la Salvamar Atria rescató a siete personas más a bordo de una embarcación con la que intentaban llegar a Algeciras.
La presión marítima ejercida sobre los espigones, que es contabilizada como acceso terrestre por el Ministerio del Interior en sus balances oficiales, es mayor que en otros años en donde predominaban las salidas en motos de agua o en balsas tipo toy.
Colaboración y situación social
La colaboración a pie de frontera se hace efectiva con salidas prácticamente al unísono -salvo excepciones- de los agentes encargados de la salvaguarda de los pasos fronterizos. Pero esa situación no solo hay que entenderla en cifras o tantos por ciento sino también en su versión humanitaria derivada de las escapadas desde Marruecos de buena parte de esa juventud carente de ayudas económicas para salir adelante o de un futuro.
Una situación complicada desde el cierre del paso fronterizo, registrado hace más de un año por motivo de la pandemia, lo que llevó al hundimiento económico de muchas familias que tenían como único sustento el comercio transfronterizo, el conocido como contrabando que se hizo tan fuerte que terminó generando un efecto llamada hasta desvirtuar todo el norte marroquí y convertir Castillejos en el empadronamiento de buena parte del sur de Marruecos.
La paradoja es que si los recoge una embarcación marroquí son devueltos a Marruecos y si los recoge la española son traídos a ceuta.