La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida...” Estas son palabras con las que Cervantes quiso regalarnos una de sus tantas lecciones magistrales, palabras que no tendrán sentido para aquellos que prefieren vivir en la esclavitud del servilismo adocenado.
No quiero, ni debo, ni puedo apoyar la violencia como vehículo reivindicativo, pero no fue precisamente Gamonal quien traspasó inicialmente los límites de una convivencia pacífica. A no ser que crean que enajenar bienes comunes es un acto pacífico si lo hace el Estado. No olviden que bajo la apariencia de la construcción de un bulevar se esconde la destrucción de plazas de aparcamiento y la edificación de un parking de carácter privado que con temor y certeza acabará siendo gestionado por alguna sociedad municipal coladero de amiguetes.
El Estado ejerce muchas clases de violencia, la mayor parte de las veces necesaria. Los impuestos, el recibo de la luz, el sistema penitenciario o las cargas policiales son actos violentos que el Estado utiliza en honor al malentendido “Estado de bienestar”.
Las decisiones tomadas por mayoría democrática no son garantes de justicia, necesidad, o bondad. No hace falta recurrir ni a la historia, ni al presente para dar ejemplos de acuerdos adoptados por diferentes foros representativos que son constitutivos de delito, evidentes felonías, o han traído a la humanidad desgracias insondables. Mucho más ahora, cuando estos foros han perdido toda legitimidad democrática, y existe un claro divorcio malavenido entre políticos y sociedad.
No podemos estar orgullosos del vandalismo mostrado en los últimos acontecimientos del Gamonal, pero sí de la resistencia denodada de esos vecinos que han soportado sin quebranto el terror político de su Ayuntamiento. Burgos no es Fuenteovejuna, pero la confusión de la alcaldía como un ariete de poder omnímodo sobre los vecinos es un defecto demasiado extendido por esta piel de toro.
Esta revuelta vecinal ha dejado en evidencia que ayuntamientos, asociaciones y federaciones de vecinos comen sobre el mismo mantel, hacen oídos sordos, y se benefician de la escasa participación ciudadana en los comicios, dejando la puerta abierta a toda fauna de inutilidad y decadencia humana que sin descanso ni extenuación se benefician ilegítimamente del erario público.
Las acciones violentas de los vándalos han tenido enfrente una actitud policial que pese a realizar cuarenta detenciones en esas condiciones, no ha tenido ni una sola denuncia de brutalidad, apuntando que el CNP es una de las mejores policías del mundo.
Lo único que ha conseguido ese ayuntamiento de Burgos es una actitud resiliente de un barrio que se opone a la esclavitud, a perder su libertad.
Si el alcalde de la capital burgalesa paraliza las obras, no habrán ganado los violentos, habrá ganado un barrio, el sentido común y la convivencia en paz.