Categorías: Sucesos y Seguridad

Boutang y Asun, vidas robadas

Los gemelos Boutang y Asun, de tres años y medio, fueron tragados por el mar. Viajaban con su madre en la embarcación que había partido desde las cercanías de Nador con 57 subsaharianos.

Salvamento Marítimo solo pudo rescatar con vida a 28, dos días después de la partida y cuando ocho adultos y cuatro menores ya habían perecido en el mar.
Boutang, Asun... pero también Genesis, de dos años, y Precious, de solo 3 meses. Niños que habían emprendido una travesía, la de la esperanza, junto a sus madres, pero que nunca llegaron al destino: las costas de Almería.
Ocupantes de una embarcación que ya había perdido el motor en el camino, terminaron cayendo al mar desapareciendo para siempre en una de las tragedias migratorias más duras que, sin embargo, no hallaron hueco en las principales portadas de los medios nacionales. Son personas, pero en buena parte de las crónicas sus muertes fueron reducidas a simples números.
El padre de los gemelos Boutang y Asun, Sisqo Bambola, mostraba ayer en su perfil de facebook la foto de sus niños con su esposa, confirmando que ellos eran algunos de los fallecidos. Nunca más volverá a verlos, perdieron su vida en el intento por pasar página a la que tenían para comenzar una nueva.
Decenas de inmigrantes han muerto o han desaparecido en los últimos cinco años frente a las costas españolas, en naufragios similares al de la patera localizada el viernes, por un mercante, a 23 millas del Cabo de Gata, en Almería.
En 2010 hubo fallecimientos en aguas de Alicante, Carboneras (Almería) y Alborán. En este último punto desapareció, en agosto de hace cuatro años, una embarcación con 37 inmigrantes.
En 2011 desaparecieron 18 personas tras el naufragio de una embarcación al sur de la costa de Granada y en octubre de 2012 fueron recuperados 14 cadáveres y rescatadas con vida 18 personas al naufragar una patera frente a las costas de Alhucemas, en el Mar de Alborán. En la patera viajaban, según los supervivientes, unas 70 personas. Solo meses después, Rabat comunicaba el rescate frente a las costas de Alhucemas (Marruecos) de 24 personas y la recuperación de 10 cadáveres, ocupantes de una patera con 47 subsaharianos que habría partido el día anterior de la Ensenada de Betoya (Marruecos).
Cerca de nuestras costas también se han producido tragedias como la del 16 de septiembre de 2013 cuando 12 inmigrantes desaparecieron al naufragar una embarcación en las inmediaciones de la costa y 30 fueron rescatados con vida. El pasado 1 de octubre, se recuperaron dos cadáveres al naufragar una patera en la que viajaban diez personas en las inmediaciones de la isla Perejil. Del resto de ocupantes, ocho, nada se sabe.
El Estrecho se cobra vidas convirtiéndose en un gran cementerio de hombres, mujeres, bebés... familias rotas de las que nunca más se ha tenido noticias, personas que han desaparecido y cuyas familias nunca han sabido de su paradero. Son inmigrantes sin identificar, como los que quedan enterrados en el cementerio de Santa Catalina y Sidi Embarek. Muy pocos son los que, para descanso de sus familias, llegan a ser identificados e incluso reseñados con una fotografía, como lamenta la oenegé Ca-minando Fronteras.
Los flujos no cesan. Ni la colocación de concertinas en las vallas, ni la mejora del sistema de vigilancia del Estrecho ni las batidas programas por las fuerzas marroquíes con la connivencia de Europa cortan una sangría que no hace sino demostrar lo equivocado del sistema con el que los países han elegido su blindaje.
África se desangra, pierde generaciones jóvenes, familias que marchan buscando una vida mejor y que terminan entregándose al negocio lucrativo de las organizaciones y de un sistema que mueve millones surtiéndose de estos movimientos.
Boutang y Asun son víctimas de una tragedia, de un sistema que no funciona, de una desigualdad para que la que no hay políticas adecuadas. Los supervivientes de la última de las tragedias migratorias han recibido asistencia social y psicológica de los voluntarios de Cruz Roja. Han vivido auténticos dramas en una travesía que terminó como nunca hubieran previsto.
¿Cuántas muertes más serán necesarias para que las políticas dejen de avanzar desencaminadas? El Ministerio de Interior sigue apostando por el mensaje del terror, del ‘nos invaden’, de los más de 30.000 sin papeles que amenazan con desestabilizar las fronteras, de las mafias inventadas para meter pánico social. El Estrecho, mientras, sigue tragándose esperanzas y destrozando familias cuya única ‘culpa’ fue nacer al otro lado.

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