¿Habéis bloqueado alguna vez en el WhatsApp? ¿Eliminaste del Facebook a alguien que se pasó tres pueblos hablando sobre ti o te hizo daño con cualquier comentario? ¿Os salisteis de un grupo de cualquier aplicación porque era un foco de conflictos, malos entendidos y un micrófono para crear una guerra cuando se pretendía que toda la comunicación sirviera para buscar canales de información, temas de interés o coordinación?
¿Y utilizar la opción de llamada no deseada para evitar a gente tóxica que te quiere arrancar el alma? ¿Lo haríais?
Atreveros a abandonar pues una retirada a tiempo es una victoria. Ser disidente activo y no aguantar ni comulgar con ruedas de molino te hace fuerte y valiente cuando el diálogo es imposible o irreparable.
No hay otra opción. No temas desagradar, no insistas hasta el infinito para querer que te quieran, para implorar perdón, para pedir explicaciones en una avalancha de personas opinando, juzgándote o poniendo en tela de juicio cualquier aire que respires.
Soy aficionado a crear grupos de WhatsApp. Entiendo que todo depende de cómo utilizamos esta herramienta informática.
En el instituto me ha servido para mandar apuntes, enlaces, explicaciones individuales y colectivas, notas, aclaraciones. Los chicos se han sentido cercanos y yo siempre he estado accesible. Falta explicar la Filosofía de este canal, hacer comprender que nada es ni bueno ni malo, siempre depende del uso que se le de y la intención que tengas.
Cada uno tendrá una experiencia sobre el tema pero ya os digo que existen personas que llenan de mierda la posibilidad de intentar la buena convivencia y el respeto a los demás; no olvidemos que los mensajes también pueden ser particulares, no tienen que ser una conversación a gritos en el que interviene todo el mundo sin que le hayan dado vela en el entierro.
Yo, que ya estoy de vuelta de todo, que me importa un comino caerle mal al personal pues ya me he pasado toda la vida con máscaras, ahora soy yo el que pone los límites aunque sea desde una paciencia a prueba de bomba.
Agradezco que, de cuando en cuando, la niña del exorcista se manifieste cuando me han dejado sin sangre.
Tanto en los grupos o con particulares hay fronteras, líneas rojas que no se pueden pasar.
Yo he sido apaleado, sitiado, me han hecho emboscadas, me han lapidado sin piedad. Aún así sigo con la idea de que no podemos claudicar porque no consigamos llegar a lo que apostamos.
Alumnos, compañeros, amigos, vecinos, etc...Creamos lugares comunes para echarnos una mano; esa mano no es ceder el brazo ni el cuerpo entero.
Hoy me dijo una compañera que su pareja la había dejado por Whatsapp, le dijo que sus intereses y su tiempo no eran comunes cuando ella tenía un montón de frentes a su cargo. Mi amiga lo bloqueó desde la ira o agradecida por esa sinceridad terrorífica que le había manifestado. Se dio cuenta de quien era realmente. Ahí está el bloqueo para no perder la dignidad.
La vida es riesgo, son circunstancias que tenemos que salvar. Dar un golpe en la mesa y llegar a la conclusión: “hasta aquí hemos llegado”.
Escaparéis a la condena pública o privada que tienen preparada para vosotros. La generosidad debe aplicarse también a uno mismo e impedir que te cosifiquen, que te usen o que destrocen la tarea de cada uno.
Ya lo dice la ley: “tiene usted derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra, también tienes derecho a una llamada” y, por supuesto, a no hacerla. En este caso yo no la haría pues cualquier cosa que diga será utilizada en mi contra..