A Bilal Marhoum los años no le pesan. Al contrario. Asegura que ahora está mucho “más fuerte” para seguir cosechando triunfos en el atletismo, deporte que lleva practicando desde que, siendo un niño, cruzó la frontera a Ceuta junto a su hermano mayor Mohamed. Bilal es uno de aquellos chicos etiquetados como MENA que con 9 años ocupó plaza primero en el centro Mediterráneo para, después, pasar a lo que se llamaba ‘San Antonio’ -ahora ‘La Esperanza’-, donde demostró sus dotes deportivas. Ayer, de regreso a Castillejos, donde reside junto a su familia, llevaba entre sus pertenencias la medalla de bronce que acaba de ganar en la Maratón Internacional de Taiwán. Tiene previsto más salidas, más competiciones; asegura que está fuerte y que competirá hasta que el cuerpo aguante.
Atrás dejó hace unos años Ceuta. Ciudad que se convirtió en su casa y en la que sembró un historial deportivo lleno de triunfos. El último, en noviembre de 2019, cuando, por quinta vez consecutiva, ganó la Media Maratón Ciudad de Ceuta. Bilal hubiera querido quedarse en la ciudad, tenía residencia pero en 2018 no se la renovaron. Todavía intenta saber por qué, a qué se debió aquello. Recuerda que firmó unos papeles delante de la Policía y que se tuvo que marchar.
Desde entonces vive en Castillejos, entrenando y esmerándose por ganar más competiciones. Los entrenamientos los compatibiliza con su trabajo de camarero, porque no tiene ninguna ayuda oficial para seguir mejorando su carrera. “Voy a continuar participando en todos los campeonatos que pueda”, confiesa a El Faro de Ceuta poco antes de abandonar Taiwán. No tiene aspiraciones de dejar su tierra por la vía de la clandestinidad después de que en España se le denegaran los papeles. Tiene su visado y, si viaja, tiene claro que lo va a hacer “legalmente”. Le hubiera gustado la renovación de su residencia, vivir en España, pero el destino le deparó otra suerte bien distinta. “Voy a seguir participando en todos los campeonatos que pueda, pero viajando bien, nada de ir en lancha ni eso”, detalla el joven.
Con la frontera cerrada por el covid, la posibilidad de cruzar a Ceuta se perdió para siempre, como la de seguir siendo el ganador absoluto de la mayoría de las pruebas deportivas de atletismo que se organizaban.
Marhoum no tuvo la suerte de su hermano Mohamed, que reside en Valencia en donde trabaja. Con él cruzo la frontera, siendo ambos unos niños que miraban a través del Tarajal una suerte de luces que les dibujaban un mundo bien distinto al que tenían en su propia tierra.
Bilal seguirá peleando por hacerse un hueco en el mundo del deporte, rompiendo con los estereotipos que marcan a los MENA. Él fue uno de esos niños que cruzó la frontera, que aprovechó lo que le dieron y que demostró que en el deporte había una vía para formarse. Sus aspiraciones son, hoy por hoy, sencillas: ganar y ganar, no parar de competir, seguir corriendo más que nadie o, al menos, intentarlo para llevarse más medallas y nuevos trofeos al hogar. No es algo que le dé de comer, pero le aporta la satisfacción que le nutre día a día.
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