Soy de aquellos a los que no se les ocurrió cuando explotó el monotema pandémico ponerse a recopilar películas relacionadas que ver o escribir sobre asuntos relacionados. Bajo mi punto de vista, bastante bombardeo tenía una sociedad confusa y asustada como para echar la vista a un artículo sobre cine y televisión para encontrarse más puñetero coronavirus. Qué quieren que les diga, no me parecía buena idea aprovechar el tiempo encerrado en casa para verme Estallido o The Walking Dead…
Sin embargo, quiero pensar, sobre todo si echamos un poco la vista atrás, que sin haber salido del oscuro túnel, sí que estamos mejor. Piensa uno en la crisis hospitalaria, en las mascarillas caseras o los médicos protegiéndose con bolsas de basura, piensa uno en los paseos a los perros como único momento de andar por la calle, en tantas cosas que ahora ya parecen superadas que, sin haber acabado la batalla, sí, quiero pensar que estamos mejor. Y señal de esa mejoría es que ahora sí que puede ser el momento de hablar de una serie ambientada en los peores días de la pandemia, porque espero que sea, como parece, cosa del pasado semejante colapso, semejante angustia, semejante terror. Puede ser que una serie como la que plantea Disney+ (y de manufactura íntegramente española), que surfea con tacto entre no caer en el drama descarnado y no frivolizar exagerando el tono de comedia, ahora aporte más esperanza que desasosiego, que sea el momento de acariciar las cicatrices para no olvidarlas.
El argumento se condensa en varias historias cruzadas de amor (edulcoradas y un tanto de mentira, pero bastante atractivas y con agradable un punto divertido la mayoría) en una época en la que parece que éste no tiene cabida, de cómo los sentimientos mueven a las personas, y el miedo no es el único de ellos.
Centradas las tramas entrelazadas (algunas con más fuerza que otras, como suele ocurrir en las películas corales de este tipo) en varias parejas que a priori no tienen que ver entre ellas, el escenario apocalíptico es principal protagonista de la narración, que supone el hilo conductor que no por previsible se hace menos efectivo a la hora de desatar una sonrisa o incluso de borrártela de una secuencia para otra con algún momento complicado para algún personaje.
Si evitar las cargas de profundidad emotivas no creo que caiga en el sensiblerío facilón, pero tampoco llega la propuesta a morder donde duele para acabar dejando mal cuerpo al respetable.
Con un reparto irregular encabezado por Paco León y Leonor Watling, lo mejor de la propuesta, y en el que tenemos otros nombres como los de María León, Nancho Novo, Nuria Herrero o David Castillo entre otros, esta, llamémosla “película dividida en dos capítulos”, viene probablemente a cerrar más heridas de las que abre. Su calidad no pasa de aceptable, sobre todo en algunos finales y otras tantas interpretaciones poco convincentes, pero también viene a darnos la sensación de que ya vamos siendo capaces de ponernos a ver una cinta ambientada en medio de la pandemia ubicándola en el pasado. Eso sí, puede que su visionado no sea recomendable para aquellos (por desgracia, muchos) que hayan perdido un ser querido por el tortuoso camino y de los que no pretendemos ni debemos olvidarnos. Pero la esperanza es algo que nunca sobra.
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