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Benzú no se derriba

Lo peor no es lo que hacen, sino lo que piensan.  La derecha está causando estragos en nuestra Ciudad.  La versión moderada del PP, liderada por Vivas, se ha visto eclipsada por la irrupción estruendosa del extremismo más irracional representado por Delegación del Gobierno, respaldado por el Gobierno de la Nación, y avalado por la cobardía del pusilánime Gobierno de la Ciudad, escenificado con sus correspondientes abrazos y vítores. De este modo, todo vestigio de sensibilidad social ha desaparecido de la vida pública. Este hecho, peligrosísimo en cualquier caso, se convierte en monstruoso en una Ciudad como Ceuta en la que todo, incluido su propia supervivencia,  pende de un hilo. Por voluntad de los ceutíes, única y exclusivamente, esta Ciudad se sostiene sobre un complejo entramado de equilibrios inestables permanentemente amenazados. Quien se mueve en este escenario sin prudencia ni inteligencia es un loco o un suicida.
La seña de identidad más genuina de esta derecha cavernícola es el ensañamiento con los más débiles. Su política está dirigida a fortalecer los privilegios de los poderosos y someter hasta la humillación a los sectores menos favorecidos de la población. Ese es el pensamiento que nutre su ideología e inspira sus acciones.  Nada de lo que está sucediendo es casualidad. Es el desenlace natural de una repugnante manera de concebir la sociedad. Si a esto añadimos, por una parte, el hecho de que en Ceuta una gran parte de los integrantes del  segmento de población denominado “menos favorecido” son musulmanes; y por otro lado, el fenómeno del racismo subyacente tan arraigado en el subconsciente de este pueblo, es fácil colegir que están generando las condiciones idóneas para desencadenar la tormenta perfecta.
Los trágicos sucesos de la frontera constituyen un exponente concluyente  de este ideario (la vida de seres humanos inocentes preterida ante la defensa a ultranza de la opulencia egoísta). Pero no es su única manifestación reciente. La obcecación de la Delegación del Gobierno (mediante demanda judicial) en impedir que un colectivo de familias, españolas y residentes en Ceuta desde hace años, pueda contratar el suministro de energía eléctrica; es también muy reveladora. La demolición de “la escalera” por la que los vecinos del Príncipe Felipe y los clientes de los Polígonos transitaban diariamente, como corolario del gigantesco despropósito perpetrado en aquella zona, es otra prueba irrefutable. No es suficiente. El ansía de exhibición de poder ante los humildes parece no tener límite. La irresponsabilidad fluye a raudales. Ahora amenazan a la Barriada de Benzú. De entre las innumerables situaciones singulares, ilegales, atípicas, irregulares, anómalas y provisionales que salpican nuestra pequeña geografía en todos los órdenes de la vida social, la prioridad es demoler unas modestas viviendas construidas hace décadas en la Barriada de Benzú. Inopinadamente, un núcleo poblacional desatendido y olvidado, impelido por la inacción de las administraciones a encontrar soluciones por su propia iniciativa a los problemas que se le acumulan, se convierte en víctima de otra injusta e irracional decisión del PP. El Ayuntamiento tenía la obligación legal (así lo establece el PGOU) de haber desarrollado urbanísticamente aquella zona y haber construido sesenta viviendas  antes de mil novecientos noventa y seis. Prefirieron invertir en remodelar el centro una y otra vez  hasta la obscenidad (el coste de adecuar el desdoblamiento del paseo de las palmeras a la campaña electoral, fue de seis millones de euros). Obviaron su responsabilidad. Y sólo llevaron allí promesas para captar sus votos (ah!, y un tobogán). Abandonaron la barriada  su suerte. Y ahora, tras diecisiete años de inhibición culpable, la quieren derribar. Los vecinos se han soliviantado. Con toda la razón. Es una injusticia insoportable. Han iniciado una lucha legítima, digna del mayor respaldo posible de toda la ciudadanía. Porque no sólo están en juego quince viviendas de familias honradas y trabajadoras a las que pretenden despojar de su techo, está en juego también la claudicación ante una forma corrupta de ejercer el poder. Benzú es un símbolo. Es la resistencia de la mayoría social frente a la jauría de la derecha desatada dispuesta a arrasar con todo. Si esta Ciudad quiere mirar al futuro, tiene la ineludible obligación de cambiar la dinámica suicida en que nos ha metido la Delegación del Gobierno con la complicidad explícita del Gobierno de la Ciudad. Nos va en ello mucho más de lo que parece. Por eso es necesario ganar esta batalla. Es el regreso  a la cordura. Benzú no se derriba.

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