Siempre he admirado a quienes mantienen contra viento y marea el recordar a sus familiares, y máxime cuando fueron figuras destacadas en la Milicia. Desgraciadamente, hoy quedan muchos de ellos durmiendo en carpetas, legajos o en la indiferencia de muchos que, por obligación y ‘compañerismo’, tenían que hacer que su memoria jamás quedase en el olvido.
Del general Hipólito Fernández-Palacios se pueden destacar muchas virtudes, pero las principales eran que se trataba de un hombre campechano, sencillo, humilde y muy buen intelectual, además de ser fiel amigo de sus amigos. Yo lo conocí de teniente coronel en el Estado Mayor en la Capitanía General de Canarias, y siempre me trató de manera sencilla, como un buen amigo. Concretamente, siendo general de La Legión, mientras yo me encontraba en mi puesto de trabajo en Iberia en el Aeropuerto Reina Sofia, por la noche cuando descendió de un vuelo de Málaga, según me vio, vino hacia mí y me dio un abrazo y me dijo que estaba a mi entera disposición para todo lo que me hiciera falta. Así era, y así se comportaba el general Hipólito Fernández-Palacios.
En la I Promoción de la Academia General Militar
Puede afirmarse que Hipólito Fernández-Palacios Núñez fue militar por vocación y tradición. Había nacido en El Ferrol, el 15 de noviembre de 1924. Sus padres, Hipólito Fernández-Palacios y Sofia Núñez de Olañeta, traían tradición militar. Sus abuelos paternos y maternos procedían de Artillería y la Armada respectivamente, y el heroísmo lo traía en su sangre. Su padre, que alcanzó el grado de teniente general, estaba en posesión de la Medalla Militar Individual, por su pericia y valor, según el texto de la concesión, al conseguir de un modo perfecto y admirable en la ejecución de un golpe de mano, derrotando al enemigo, teniendo por su parte tan solo seis bajas. La Orden Circular de 7 de agosto de 1939 (Boletín Oficial del Estado nº 233) honraba a este soldado con tan alta condecoración.
Siendo Hipólito un niño le tocó vivir con sus padres en Marruecos los últimos coletazos de aquella contienda de los años 1921 a 1927. Allí, en el Protectorado de España en Marruecos, en las aulas de Tetuán es donde al joven Hipólito le arranca la llama de la Milicia. El 15 de septiembre de 1942 veía colmada una de las más grandes aspiraciones; tras superar el examen de ingreso, pasaba a formar parte de la I Promoción de la Academia General Militar, donde tuvo compañeros muchos de ellos hoy generales, tales como Alcalá-Galiano o Juan Antonio Gómez Zamalloa, a los cuales les tocaría vivir toda la Guerra de Ifni-Sáhara en el Estado Mayor del África Occidental Española, participando en varios combates como oficiales de enlace del Estado Mayor en las distintas columnas que intervenían en la liberación de los puestos sitiados por el enemigo.
"En 1956 obtiene el Diploma de Estado Mayor, y tras las prácticas en varias unidades"
Precisamente en este mes de diciembre, hace setenta y siete años, el 15 de diciembre de 1946, Hipólito Fernández-Palacios Núñez recibía el despacho de teniente de Infantería, su espíritu de aventura. Con sus dos estrellas de teniente, el 11 de enero de 1947 es destinado voluntariamente al Grupo de Tiradores de Ifni nº 1, a la Compañía de Ametralladoras del II Tabor. Transcurridos siete meses se incorpora a Tetuán, a la Academia de Interventores del Servicio de Asuntos Indígenas de la Alta Comisaría de España en Marruecos, y dos años más tarde contrae matrimonio, en agosto de 1949, con María Dolores Barber Ortega, y tras varios destinos, en Bétera (Valencia), ingresa como capitán en la Escuela de Estado Mayor en la 51º Promoción.
En el estado mayor del África Occidental Española
En 1956 obtiene el Diploma de Estado Mayor, y tras las prácticas en varias unidades, entre ellas el Regimiento Mixto de Ingenieros de Canarias en La Cuesta y Capitanía General de Canarias, más tarde pasa a la Jefatura de Tropas de Las Palmas, hasta que en junio de 1957 pasa destinado al Estado Mayor de las Fuerzas Militares del África Occidental Española como jefe de la 4ª Sección. Es evidente que el general Mariano Gómez-Zamalloa supo rodearse de un magnífico equipo al mando del teniente coronel de Estado Mayor Gerardo Mayoral Massot, el 2º jefe el comandante Jesús Ruiz Molina, y los capitanes Juan Antonio Gómez-Zamalloa Menéndez, Antonio Recio Figueiras y Enrique Mayorga Mendoza.
El libro Ifni-Sáhara: la guerra ignorada, hace un encendido elogio a este equipo de Estado Mayor con este texto: “el general Gómez-Zamalloa tuvo a su lado un buen Estado Mayor cuyos componentes realizan una meritoria labor”.
Días antes de estallar el conflicto, el 3 de noviembre de 1957, el entonces capitán de Estado Mayor Hipólito Fernández-Palacios es designado como oficial de enlace en la columna para la evacuación del Puerto de Tan-Tan. La Agrupación A, compuesta por la VI Bandera de la Legión y el IV Tabor de Tiradores de Ifni, el 1 de diciembre de 1957 sale para realizar las operaciones Siroco y Pegaso, en cuya Agrupación va de oficial de enlace el entonces capitán de Estado Mayor, Hipólito Fernández-Palacios Núñez. Fue el 2 de diciembre cuando en dichas operaciones acudía con dos compañías del Batallón Expedicionario Soria 9, recibiendo su primer bautismo de fuego. Posteriormente, participa en otras operaciones de combate en Ide Mehas, Alat Ida Ususgun y Telata.
Finalizada la Campaña de Ifni-Sáhara, en 1960 realiza el curso de Paracaidista en Alcantarilla (Murcia), y en 1961 regresaba al Estado Mayor de la Jefatura de Tropas de Las Palmas de Gran Canaria. Hombre inquieto y preocupado siempre por superarse, en 1968 ingresa en la Escuela Superior de Guerra de Francia, y más tarde realiza prácticas de Estado Mayor en Europa, Costa de Marfil, Senegal y Túnez. Finalizado dicho curso es destinado al Estado Mayor de la Capitanía General de Canarias. Ya con el grado de comandante y teniente coronel, estuvo destinado en el Estado Mayor del Sector del Sáhara, viajando a Argelia y Túnez, para más tarde ser nombrado delegado gubernativo de Villa Cisneros. De teniente coronel estuvo al mando de la IX Bandera de la Legión del IV Tercio, donde tuvo una destacada actuación con su Bandera en la Marcha Verde en la Agrupación Gacela.
De coronel estuvo de jefe de estudios en la Academia General Militar, y al ascender a general, al mando de la Legión. Al pasar a la Reserva fijó su residencia en Las Palmas, hasta que el 29 de enero del 2002 entregaba su alma a Dios como un auténtico soldado, haciendo realidad lo que en su vida practicó: “la honra es el trono de la rectitud”, Baltasar Gracián.