Puede ser considerado uno de los barrios históricos o con más historia de Ceuta ya que el origen del Sarchal se remonta al periodo que precede a la conquista portuguesa. A lo largo del mismo se edificarían una serie de fortines y castillos cuyos vestigios todavía permanecen, aunque eso sí bien azotados y maltratados por el tiempo, dejando muestra de la capacidad defensiva que se le atribuyó a la zona.
Los asentamientos llegarían siglos más tarde y se traducirían en un conjunto de barracas que desaparecieron hace unos cincuenta años. “Yo nací en una que se encontraba a unos cincuenta metros de aquí”, comenta Pilar, una de las pocas vecinas antiguas que quedan en el barrio, mientras su vecina Ana asiente y señala que ella también “hace 60 años”.
La de estas dos vecinas ha sido una vida “plena” disfrutando de un barrio en el que han crecido y que no piensan abandonar. “Éramos familias de origen muy humilde, dedicadas a las faenas del mar o el campo”, apuntan. La tranquilidad, la paz y la calma con el susurro del mar de fondo se adueñan de un barrio cuyo ambiente no ha cambiado a lo largo de las décadas. “Si por algo se caracteriza el Sarchal es por la unión y gran relación que hemos tenido siempre las dos culturas que aquí vivimos, la cristiana y la musulmana”. Ambos han celebrado y compartido sus festividades, algunas de ellas hoy desaparecidas, como la tradicional procesión de la Virgen titular, la Milagrosa. “Se celebraba en julio y al principio era procesionada por burros, recorríamos todo el barrio y llegábamos hasta el Recinto. A su cese lo terminábamos con una verbena”, explica Ana, que además era la tesorera de la desaparecida asociación de vecinos. Precisamente si por algo eran conocidas las verbenas del Sarchal es por la cantidad de parejas que de allí salieron. “Venían jóvenes de toda Ceuta en busca de las niñas y vaya que si hubo parejas”, recuerda Pilar.
Bañada por el mar, alrededor del que nació y del que ha girado la vida de sus vecinos, su playa constituye un hermoso paraje natural cubierto de vegetación que contrasta con la existencia del Castillo o fortaleza de vigilancia de costa que fuera fortificado en el siglo XVII. Se utilizó como prisión a mediados del siglo XIX, después sirvió de lavadero y finalmente cuando Franco mandaba, su uso fue de cárcel de mujeres.
El barrio ha cambiado y evolucionado. Las pequeñas casitas que sustituyeron a las barracas se han extendido y han cobrado mayores dimensiones. Hoy varios edificios se alzan en este pequeño poblado azotado fuertemente por el Poniente cuyo ambiente invita a perderse del caótico centro urbano.
Construido en la primera mitad del siglo XVIII, el fuerte del Sarchal comienza el Camino de Ronda que finaliza en el Castillo del Desnarigado. Está situado en la bahía sur, dominando una de sus calas. Se le conoce popularmente como la ‘Cárcel de Mujeres’, porque en los inicios de la guerra civil española, cuando los principales dirigentes políticos fueron detenidos y encarcelados, las mujeres fueron recluidas en este Fuerte, encerrando entre sus paredes a féminas acusadas de no colaborar con los sublevados y ocultar a familiares, algunas otras por estar relacionadas con la política, ser sindicalistas, mujeres dedicadas a actividades culturales, públicas o, simplemente, denunciadas por odios personales, e incluso por haber participado en un almuerzo. Sin embargo, hace más de medio siglo que las instalaciones perdieron tal finalidad y en 1995 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Las dos culturas han convivido en el Sarchal casi desde los inicios de la barriada. El reflejo de ambas se percibe no solo en el ambiente, sino también en las construcciones que se han proyectado en la zona. La más característica de los musulmanes es el Morabito de Sidi Abbas, hoy convertido en una gran mezquita que cada viernes congrega a decenas de confesos, tanto del barrio como de los colindantes.
Pilar y Ana pertenecen a una estirpe de familias que se asientan en el Sarchal desde hace generaciones. Son vecinas y se conocen “de toda la vida”. Ellas nacieron precisamente allí, en la barriada, en aquellas barracas que conformaban un poblado que siempre ha mirado al mar, se ha nutrido de él y ha colmado de esencia al barrio. “Te llena de vida, es indescriptible las sensaciones que desprende”, afirma Ana. “Pocas barriadas tienen estas vistas, es uno de los motivos por los que me niego a marcharme, esta es mi casa”, señala Ana. Llevan más de media vida en la barriada, la han visto cambiar, crecer y evolucionar, aunque si algo no ha cambiado es la esencia que se desprende de sus rincones. “Tiene algo especial y lo percibe todo el que llega, porque una vez aquí ya no se van”, manifiesta Ana. Un barrio caracterizado, afirman, por la gran relación existente entre todos los vecinos: “Siempre la ha habido, vivimos cristianos y musulmanes casi en la misma proporción, y tenemos una gran unión y hermanamiento”.
Una talla mediana de la Virgen Milagrosa recibe a vecinos y visitantes a mitad de la barriada. Cuidada, arropada y siempre decorada con flores porque no solo la veneran los propios habitantes del Sarchal. “Suelen venir de otras zonas a verla y decorarla”. El barrio recibió hace más de cincuenta años otra imagen de su virgen y patrona. Una talla mucho más pequeña resguardada en una cajita de madera que llevó una monja de la Cruz Roja, Sor María Victoria. “Se la dio a mi madre y otra vecina para que la custodiaran. Ellas fueron las encargadas de que la talla cada día recalara en casa de un vecino. Así, en cada hogar, la familia la cuidaba y aportaba un ‘cepillo’ en la medida de sus posibilidades”, explica Pilar. Las aportaciones se hacían a través de una rendija presente en la caja. Una recaudación que recogía Sor María Victoria cada quince días y se destinaba a ayudar a los vecinos más necesitados. Aunque la tradición desapareció hace décadas la talla continúa en el barrio, pero ahora en una sola casa, la de Pilar.
El Sarchal es inseparable de ese mar que lo baña e inunda de musicalidad. Desde los orígenes sus vecinos han estado estrechamente vinculados a él. Desde las labores de pescadores a la vida cotidiana que se desarrollaba y se sigue haciendo a su alrededor. Aunque en verano su playa es transitada por habitantes de los alrededores e, incluso, de toda la ciudad, los vecinos del Sarchal se concentran en su ‘playa privada’, a la que tienen bautizada como ‘la piscina’. Se trata de una pequeña cala con forma de media luna a la que se accede a través de unas escaleras que parten desde el centro del barrio.
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