Cuando los agentes adscritos a Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional se adentraron en el corazón del Recinto, en busca de un hombre al que le constaban hasta cinco reclamaciones judiciales, no sabían que se iban a topar con una presión vecinal digna de los peores momentos vividos en el barrio del Príncipe. Tuvieron que sacar del barrio al detenido y salir al paso de la hilera de personas que trataba, primero, de evitar esa detención y, segundo, de atentar contra las fuerzas de seguridad. Hace años esta situación era impensable en un barrio que se va desfigurando poco a poco y que ya es considerado por algunos agentes como un ‘Príncipe 2’.
Una semana después de los hechos, la Policía ha cerrado el operativo con cuatro detenciones: la del buscado y la de tres personas que han sido acusadas de atentado u obstrucción a la justicia. Fueron más los que participaron, pero de forma consecutiva se ha ido poniendo las esposas a los que ejercieron un papel “más relevante” en ese intento por apabullar a la Policía. El objetivo perseguido no era otro que el de evitar que los agentes de la UPR destacados hicieran su trabajo, aunque para ello tuvieran que ‘llover’ patadas, puñetazos, empujones, amenazas o insultos, que han sido recogidos en el atestado policial presentado en el Juzgado y que han servido para fundamentar los autos de entrada en prisión que se han ido firmando. Puede que haya nuevas detenciones o sanciones administrativas derivadas de las pruebas aportadas en sede judicial, todo dependerá de lo que determine la autoridad.
El ambiente en el que se tuvo que desarrollar este servicio estuvo marcado por la hostilidad hacia la Policía. Algo que tristemente es habitual en algunas barriadas en donde la lluvia de piedras, las emboscadas y encerronas marcan cualquier acto de presencia policial que se precie. La propia apariencia de barrio del Recinto y Pasaje Recreo ha cambiado tanto que la suerte de callejuelas y la proliferación de viviendas ilegales convierten la zona en una barriada incrustada en el corazón de la ciudad pero de difícil control para la Policía Nacional.
Durante tiempo el CNP estuvo marcando al detenido, esperando el momento para que saliera del ámbito de protección en el que se encontraba. Cuando se decidió dar el paso, en una intervención que fue “rápida y bien”, nadie esperaba el resultado final encarnizado en la reacción de quienes tenían por objetivo amenazar, insultar e incluso golpear a los agentes.
En los detenidos por la protección belicosa ofrecida también ha habido sorpresas. Uno de ellos había dejado su particular rastro en La Línea y en el caso de otro consta su paso por prisión en 1978, fecha en la que la Dirección General de Seguridad de la época llevó a cabo la detención de hasta 14 miembros del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, con integrantes de los llamados grupos de combate dependientes del Partido Comunista de España.
Tras el auténtico linchamiento policial ocurrido en plena detención, comenzó una labor de búsqueda y localización de las personas identificadas por los propios policías por protagonizar los atentados hacia los agentes, traducidos tanto en los golpes efectivos como en los acometimientos.
A las dos detenciones iniciales, la del sevillano con cinco requisitorias y un vecino que apabulló a los agentes, siguieron otras dos más, perpetradas el sábado y el lunes en el propio Recinto y en la plaza Azcárate. Todas han venido marcadas por el envalentonamieto de sus protagonistas.
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