Ceuta tiene un grave problema. Lo tiene política y socialmente. Bueno, mejor dicho, lo tienen algunos sectores. Solo aquellos que se empecinan en convertir la españolidad en motivo de arma arrojadiza y, por tanto, jugar a adueñarse de su defensa.
El síndrome Perejil pervive. De hecho se ha convertido en marca de la casa para algunos partidos como el PP. Tienen tal peso que son capaces de mover a un presidente como Juan Vivas de la alcaldía a la sede del partido para transformarse en particular Cid Campeador y retar a todo el que se le ponga por delante a defender Ceuta ante los improperios del resto. Aunque ese ‘resto’ sea un tal Estradé que buscó su minuto de gloria explotando el discurso al que nos tienen acostumbrados desde ERC. Nada nuevo.
A mí que me digan que vivo en un “vestigio colonial” no me afecta. En serio. Me da igual. Si hiciera caso a todos los torpes que han paseado su dialéctica sobre esta mi tierra de acogida, al igual que lo hicieron sobre mi tierra de nacimiento, tendría que darme baja por ansiedad. Por eso me asombra que el PP se ponga los galones para sacar a sus senadores y a su máxima figura de partido, don Juan, escenificando un ceutismo preñado de confesiones de amor y servicio a la patria. ¿Para responder al discurso de Estradé? En serio... podíamos afinar un poco más, no vendría nada mal.
A mí no me tranquiliza que don Juan salga a la palestra para defender mi españolidad o la de mi tierra de acogida. Me tranquiliza que lo haga para defender un futuro para que las próximas generaciones no consideren más oportuna hacer su vida al otro lado del Estrecho porque en este lado no encuentran futuro. Eso me tranquiliza y es a lo que aspiro. Las banderas las tenemos. Hay quien gusta de exhibirla y quien opta por mantenerla en su privacidad. Un presidente no tiene que hacer ni lo uno ni lo otro, su misión no es otra que conseguir que este pueblo avance más allá de pensamientos trasnochados o sueños de pureta de barrio que confía en que venga su salvador de patrias a lomos de un caballo blanco manchado de gaviotas. Pues no. Va a ser que no.
Entiendo que al PP esto de las banderas les pirre. Y entiendo que en su política esté esas ganas de alentar a los corazones que piensan que nos van a venir a robar nuestra patria. Sobre gustos, dicen, no hay nada escrito. Pero sí lo debe haber sobre las ganas de organizar escenificaciones mediáticas propias del Bienvenido Mr. Marshall. Creo.