Estaba con mi hijo dando una vuelta andando cuando de repente se paró y observé cómo estaba haciendo una fotografía.
Como soy muy curioso revise la instantánea y en la misma estaba una señora junto al alterado mar de Levante. No lo pensé. Creo que fue mi intuición. Y fue hacia el lugar donde se encontraba el primer espigón, junto a los aparcamientos de Juan XXIII, de la playa del Chorrillo.
Le pregunté a la señora el porqué estaba allí. Y entonces me enfrascó en una historia que os voy a reproducir a continuación: “Cuando escucho en mi casa tanto en la zona de la cocina, como en el cuarto de baño un característico silbido, sé que el mar debe de estar embravecido.
Por este motivo me arreglo, me ponga ropa para no pasar frío, y me dirijo hacia la playa. Es una cosa que me tira de adentro. No lo puedo remediar.
Ahora la verdad que como tengo que hacer pocas cosas en la casa, estoy viviendo sola, pues me sirve para distraerme. Aquí me pongo a otear todos los rincones de la mar. Rezo unas pocas de plegarias y luego me marcho a dar una vuelta por la orilla de la mar. Tengo muchos recuerdos en mi mente y por eso me desahogo llorando un rato. Mis hijas en especial me hacen el inciso de que tengo de pensar en el día de hoy. Dejar de una vez por todas el pasado. Yo siempre les digo que tienen toda la razón del mundo. Pero noche tras noche tengo un sueño que me hace revivir una y otra vez lo ocurrido por el año 62.
Un barco pesquero siendo bamboleado por las olas del mar, y aunque sus tripulantes intentan una y otra vez evitarlo, dentro de su experiencia y adiestramiento de sus innumerables idas y venidas a la mar, es hundido y desaparece de mi visión.
Esto me hace pensar nuevamente en mi primer amor y mi hijo que le acompañaba.
Fue un trauma terrorífico.
Mi pequeñín tenía tan sólo ocho añitos pero su mayor ilusión era estar dentro de un barco pesquero. Recuerdo que cuando paseábamos junto al antiguo pesquero siempre quería ver si podía montar en algún barco atracado por allí. Al ser mi marido muy conocido todos se ofrecían a darle este gusto. Maldigo hoy estos días.
Su padre que era pescador fue el detonante de su temprana afición. Yo no sabía nada de que iba a embarcar ese día tan fatídico. Lo tenían bien callado y por eso no me enteré hasta que fue demasiado tarde. Yo me hubiera negado rotundamente en esta experiencia de mi hijo. Se escapó en complot de su padre a las dos de la mañana.
Yo me enteré cuando vinieron a mi casa a decirme que el barco donde iba mi marido se había hundido. Cuando fui a ver a mi hijo y observé que había puesto una almohada debajo de las sábanas creí que era una nueva gamberrada del mismo. Pero cuando un compañero de profesión de mi ex me dijo que también estaba en el barco mi querido hijo Manuel yo no podía del dolor que me entró. Estuvimos en ascuas durante muchos días. Y nada.
Aparecieron varios cadáveres, pero mis seres queridos no. Tú no sabes lo que es eso. Me refugié en mi casa. Pasaron varios años hasta que entre mi madre, mis hermanas y mis vecinas me convencieron para salir de allí. La verdad que había una persona que estuvo influenciando a todas para que me abriera al presente. Entre ellas estaba mi marido. El pobre murió hace ya diez años. Pero tengo muchos buenos recuerdos de él. Entre ellos mis tres hijas, mis dos hijos, mis doce nietos y mis cinco bisnietas. Casi nada. Pero todavía siguen los sueños y mis nostalgias por consiguiente.
Pero bueno qué le vamos a hacer. Hoy he encontrado un nuevo amigo para quitarme este peso que tenía dentro de mi ser contándote toda mi vida.
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