Padezco una incesante compulsión que me arrastra a ver al menos una película a la semana y ante el peligro de convulsiones, espasmos y pérdida total de la cordura he evitado acercarme a menos de quince metros de cualquier sala que exhibiera algo relacionado con Crepúsculo, así que a falta de "estreno de la semana" en mi menú, me pareció buena idea dar con mis huesos en el último trabajo de William Monahan, a su vez primer intento en la dirección. Monahan, reputadísimo guionista ganador de un Oscar por Infiltrados (bajo mi punto de vista bastante arrastrado por una ola de sobrevaloración que invadió a Hollywood a favor de premiar a Martin Scorsese afrentas pasadas), y también firmante del libreto de la infame El reino de los cielos entre otras, muestra su sabiduría sobre los bajos fondos que suponen la pecera en la que nada a la perfección. Consumado especialista en historias de hampones y observador del trabajo del maestro Scorsese, era cuestión de tiempo que se estrenara en la dirección de una historia como la de London Boulevard, arisca y con estética europea (no sólo por estar ambientada en la capital británica). La historia aparenta parecerse a El guardaespaldas o Notting Hill por el hilo no conductor de la estrella de cine (Keira Knightley, que acostumbra a alternar papeles de gran mérito con apariciones insulsas, en esta ocasión aparece "dietética", tanto en lo físico como en lo profesional) que contrata a un reputado tipo duro recién salido de la cárcel (Colin Farrell, que realiza un buen trabajo protagonista) para su seguridad y se ve empujada a sus brazos con el transcurso de la acción; pero en realidad el proyecto no cae en lo facilón, para bien y para mal, y el tema romántico que no llega a cuajar en demasía. Queda en segundo plano a favor de una historia de ambición, crudeza y tipos de mala vida que hacen de la violencia, estos sí dentro del más académico cliché, su modus operandi e inevitable filosofía de actuación cotidiana.
Si bien el seguimiento al personaje protagonista y su destino de redención escrito desde antes de comenzar el metraje se tornan lo mejor del proyecto (junto a una banda sonora muy auténtica y acertada a cargo de Sergio Pizzorno), la irregularidad del transcurso de los acontecimientos y lo irritantemente alternativo de algunas secuencias deslucen aquello que había logrado lo más difícil huyendo de las garras de la sombra de Julia Roberts o Kevin Kostner. El resultado parece fruto de mezclar cine de autor de videoclip con aroma de género noir y algunos personajes que parecen salidos de la imaginación de Guy Ritchie.
Con todas sus imperfecciones, recuerdo que ésta ha sido la alternativa a los arrumacos vampíricos y me parece aún mejor película.
Puntuación: 8
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