Dicen que el hombre honesto no teme la luz ni la obscuridad. Por las noches queda ya en Ceuta muy poca honestidad. O poca obscuridad según se quiera entender el dicho. Estamos contaminados de luz. Salvo apagones de guardar, sólo hay que echar un vistazo al frente cuando llegamos de Marruecos. La perla no brilla. Rebrilla. Ceuta teme a la oscuridad o peca de “este efecto de nuevos ricos” como lo denomina el presidente de Septem Nostra, Jose Manuel Pérez Rivera. “Hay un exceso de gasto de energía incomprensible que llevamos tiempo denunciando. Estamos de acuerdo en iluminar algún edificio representativo, pero no todos como se está haciendo además de carecer de un buen diseño de iluminación y un alumbrado exterior deficiente”. Las pruebas están, nunca mejor dicho, a la vista de todos.
Los mayores veían más estrellas que los niños que hoy pasean por las calles de Ceuta o por sus playas durante las lágrimas de San Lorenzo. Cada vez se ven menos. La lumínica no es precisamente la niña bonita de las contaminaciones. Apenas se la tiene en cuenta. Pérez Rivera cree que debería regularse el tipo de farolas que se colocan en nuestras calles “que deben dirigir el flujo luminoso hacia abajo impidiendo que se difumine como pasa en el Paseo de las Palmeras, por ejemplo”.
Existe un patrimonio, que está ahí pero que pocos se percatan de ello, que es el natural y que incluye el cielo nocturno. La luna en Ceuta alumbra cuando se llena, como en cualquier otro lugar pero ilumina la ciudad como ninguna farola puede iluminarla. Igual que las estrellas.
Poco ya se puede ver. A la degradación del cielo nocturno se u nen efectos osbre la salud derivados del mal efecto que la contaminación lumínica lleva a cabo sobre el ciclo vital. Septem Nostra llevó a cabo un estudio de la sostenibilidad en el que advertía de éste problema y proponía las mejores formas de solucionarlo. Soluciones sencillas “pero eficaces como pueden ser el uso de lámparasde espectro poco contaminante y gran eficiencia energética, iluminar las áreas que lo necesiten, regular el pagado de iluminaciones ornamentales, prohibir cañones o proyectores que envíen luz al cielo y reducir el consumo en horas de menor actividad mediante el empleo de reductores de flujo en la red pública o el apagado selectivo de luminarias.
En Andalucía, sin ir más lejos la Consejería de Medio Ambiente ha elaborado un nuevo reglamento que ordena eliminar en menos de tres años las farolas que emitan más de un 25% de su luz hacia el cielo, “algo ridículo al fin y al cabo que demuestra que Ceuta continúa con una mentalidad arcaica, anclada en el pasado, en el despilfarro energético y en pensar que cuanta más luz haya, más bonita y glamourosa estará la ciudad”, lamentan desde Septem Nostra.
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