Las cosas están así: por más que se empeñen en vestirnos la mona de seda, estamos intervenidos; más claro, los recortes que soportamos a costa de hacer crecer exponencialmente las riquezas de los de siempre.
Así, evidente es pues que vivimos inmersos en una suerte de Protectorado en el que los gobernantes de nuestro país ya no ejercen como tales (si es que algún día lo hicieron, claro) pero sí ejecutan, sin rechistar, las tajantes órdenes de unos supuestos órganos supranacionales que no hacen sino hundirnos, cada día más, en la miseria más absoluta; y es que ya se sabe, donde hay patrón obedece el chico de los recados. Principio axiomático en estado puro.
El descrédito de la clase política es tal (no importando su ámbito o ublicación en los respectivos hemiciclos) que la lectura de informaciones como que “la Unión Europea quita competencias al Ministro De Guindos y deja al Banco de España bajo tutela” apenas si producen la más mínima reacción. Mucha Eurocopa, mucha España cañí, mucho toro de Osborne, pero poca o nula reacción ante tamaña invasión de lo que, allá por esos nortes, se considera una de las provincias conquistadas del Sur de Europa. La doctrina del shock está dando sus frutos: el miedo ya nos ha calado hasta la médula; prueba de ello es que nadie, o casi, se atreve a levantarse para escupirles a la cara tras escuchar, por ejemplo, que la bajada de las prestaciones por desempleo se lleva a cabo para incentivar la búsqueda de empleo. Dicho de otra forma, que no se nos vayan a vaguear los pobres de mierda viviendo del cuento.
Otra de las perlas cultivadas es que la subida del IVA (“modificación de tipos”, según la Prensa del régimen) es la solución para compensar el fraude. A ver ver si logro captar la esencia del mensaje del ministro Montoro: la mayoría de las empresa del IBEX 35 están radicadas en paraísos fiscales, pero en lugar de poner orden, masacramos al ciudadano de a pie que -bueno será recordarlo- es quien alimenta los Presupuestos Generales del Estado.
Evidentemente -y a la vista está- nos toman por imbéciles e imbécilas, y ello sin querer tirar de hemeroteca, ya que que podríamos comprobar cómo, en su reciente y dorada oposición, se opusieron al más injusto de los impuestos con vehemencia. En su momento (hace unos meses tan sólo) ladraban “No a la subida del IVA” tachándolo, con razón, de impuesto injusto. Y es cierto porque todos, sin importar nuestra capacidad adquisitiva, pagamos lo mismo por un producto. Dicho de otra forma, la Duquesa de Alba paga el mismo IVA al adquirir un televisor que usted o yo. Pero ahora, con un fatalismo tipo “yo hago lo que me mandan” elevan el tipo del IVA a sabiendas de que supondrá aún más recesión y crisis. Pero claro, quien manda, manda… y mucho.
Además, estos peleles con título de padres de la Patria tienen la íntima y absoluta convicción de que no se va a arreglar nada con medidas como la de dejar a los funcionarios sin paga extra en Navidad (los demás deberíamos ir dando por hecho que nos tocará en breve), quitar la deducción por la adquisión de vivienda o imponer el sobrepago en farmacia. A más recortes, menos posibilidad de salir a flote, de esto hasta un alumno de una superpoblada aula de primaria podría darse cuenta.
A todo esto, la prima de riesgo está disparada y el paro sigue siendo una de las siete plagas, por lo que se evidencia que los capataces del Protectorado son unos incapaces que están arrastrando al abismo la credibilidad que millones de españoles depositaron sobre ellos.
Pero, y no es que nos deba servir de bálsamo (ni mucho menos), las cosas en Alemania no van mucho mejor e incluso empeoran. Al principio fue un chollo para los bancos alemanes que literalmente obligaron al estrangulamiento de las “provincias pacificadas” para que pagasen un alto tributo en forma de Deuda Pública. Las maniobras de los bancos del Norte fueron recomprar esa Deuda ganando, en simples tecleos de ordenador, ingentes cantidades de dinero a corto y medio plazo, a un coste casi cero. Sin embargo, estas repetidas estrategias especulativas ya se han transformando en un principio de asfixia (o asfixia total) ya que, a fuerza de apretar, poco oxígeno es capaz de entrar en el ya debilitado organismo. Traducido en términos económicos, poco dinero existe en tierras sureñas para poder adquirir cosas procedentes de la capital del Imperio. En breve, se tendrán que comer sus propios productos.
Tras un elemental análisis de la situación, la consecuencia directa de todo esto debería ser, por parte de que quienes pagamos tan nefastas gestiones, la de oponerse a tamaña invasión de derechos y plantar cara a cualquier maniobra que oliese a ataque frontal ante cualquier atisbo de progreso. Pero no, esa no es la actitud salvo -y lamento decirlo- una minoría muy minoritaria que piensa en clave de verdadera transformación.
No, lamentablemente, la consecuencia más extendida es la de condenar el sistema democrático de forma global para, inexorablemente, encaminarse hacia la figura del “salvador”, algo muy típico en estos casos.
Muchos son los que reclaman un Gobierno real europeo, con una carismática cabeza visible, que nos lleve a todos por buen camino y poder salir así de una crisis que parece no tener fin, una crisis que, lo diremos por enésima vez, provocaron los bancos que ahora rescatamos a base de recortes, paro y sufrimientos.
Así, queda poco para que, Al Sur del Edén, aparezca el iluminado de turno que prometa alambradas alrededor de Europa para protegernos de la inmigración, el restablecimiento de la pena de muerte y/o la supresión de algunos derechos fundamentales “para reconducir la situación pero sin que ello afecte a la gente de bien”, ¿les suena? Lo siguiente será buscar un enemigo común, una suerte de catalizador de todos los males que sirva para que derrochemos fuerzas y energías contra ese nuevo enviado del mal. Las guerras suelen ser las mejores cortinas de humo, y pretextos no faltarían para justificar alguna de ella.
Frente a las negras tormentas que en el próximo horizonte ya agitan los aires, mi Mañica preferida sigue afirmando que nos tienen a todos tan bien enseñados que preferimos comer mierda caliente sin pensar, a vislumbrar un futuro en el que nadie sea más que nadie, algo así como si el miedo a la Libertad fuese más actual que nunca.
De seguir así, pronto nos veremos aclamando al nuevo César gritando, de manera enfervorizada, eso de “los que van a morir te saludan”; lo peor de esta historia es que, aunque no queramos verlo, para esos momentos ya estaremos muertos en vida.
¿No hay, pues, nada que hacer? Usted sabrá, o el “Ave César” o “Libertad”… elija, mientras aún le dejen expresarse, porque, mucho me temo que, antes pronto que tarde, opinar más allá de lo políticamente correcto va a ser subversivo. Si no lo es ya, claro.
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