Aulas vacías

A una semana para finalizar las clases y comenzar las vacaciones de Navidad los profesores nos encontramos con las aulas vacías. Los alumnos ya han decidido que las vacaciones se adelantan una semana y, con una sincronía tacita, consiguen sus propósitos: dan por hecho motu propio que la primera evaluación ha terminado y adiós muy buenas, nos vemos en enero.

Los profesores asistimos ya sin la perplejidad a tal asunto cada fin de trimestre. Con una paciencia de estoica tenemos que vérnoslas con los chicos que acuden a las clases en una inmensa minoría y que se niegan a hacer cualquier cosa. El caso curioso es que llegan al instituto pidiendo permiso para irse.

Computando los días oficiales marcados por el Ministerio de Educación habría que restar tres semanas que, aunque son oficiosas, son contadas como oficiales.

¿Qué hacer con 5 alumnos? ¿Y con uno? ¿Qué materia adelantar para que la programación siga su ritmo en las sesiones asignadas?.

¿Damos por hecho estos días de asueto de los discentes o seguimos programando como si la realidad no contara para nada a la hora de gestionar los tiempos? ¿Nos daría por válida el servicio de inspección una programación ajustada a los hechos testarudos de este absentismo prevacacional?

Curioso es que hace un tiempo el último día lectivo se suspendían las clases, la hora de entrada al Centro se fijaba a las 10 de la mañana y, tanto alumnos como padres, eran invitados a una “jornada de puertas abiertas” en la que todos los profesores estábamos disponibles para atender al alumnado y a los padres para lo que estimaran necesario en cualquier plano docente. Cierto es que la jornada laboral terminaba un poco antes pero se conseguía que el instituto se convirtiera en un espacio de contacto directo entre los padres y el profesorado.

"Deberemos plantear al servicio de inspección iniciativas para paliar la pantomima de la última semana"

En aquellos años ese último día cerraba oficialmente cada evaluación y se conseguía mitigar un absentismo brutal que clama al cielo.

Ahora, lo que parecía funcionar, ha quedado enterrado en esa pedagogía ideal de final de trimestre.

Si la policía tuviera que hacer cumplir la Ley y devolver a los alumnos a sus Centro , pues en la ESO la enseñanza es obligatoria, tendríamos que acudir a los marines americanos y a la policía montada del Canadá.

Esto es una asignatura pendiente que no hemos podido resolver y , capeando el temporal como podemos, nos limitamos a cumplir el horario sin rechistar y acatando las órdenes pues “a la fuerza ahorcan”.

Deberemos plantear al servicio de inspección iniciativas para paliar la pantomima de la última semana.

Claustro, consejos escolares, independencia de los Centros que puedan acometer soluciones para salvar el entuerto.

Los profesores tenemos el San Benito de que lo que queremos son vacaciones y que cuanto menos alumnos mejor. No es justa esa sospecha de acusarnos con esa suposición.

Semana de exámenes, semana de actividades culturales, deportivas, excursiones, visitas, museos, etc.

También adelantar la evaluación quince días y comenzar la siguiente sin más dilación.

Muchas posibles soluciones si la administración nos ofrece la mano tendida.

Y el último día volver a lo que funcionaba: jornada de puertas abiertas y no estar dando clases a fantasmas invisibles.

Al final nos pasará lo que al niño del sexto sentido: “en ocasiones veo alumnos”.

Invito a nuestro inspector a que nos visite el último viernes de cada trimestre. Será bienvenido e incluso podrá arrancarse con un villancico.