Ha cumplido ya tres meses y se prodigan las loas sobre él. La respuesta del público a su sugestiva y variada programación inaugural ha sido masiva. El desfile por el Auditorio del Rebellín de Carnavales, conciertos, Semana Santa y las más variadas representaciones escénicas han enmarcado un antes y un después en la vida cultural y artística de Ceuta. Definitivamente estamos en condiciones de acoger espectáculos de primera fila. Ya no caben las excusas.
Sin menospreciar los extraordinarios servicios que durante casi un cuarto de siglo ha venido ofreciendo el ‘Siete Colinas’, las diferencias son abismales. No es sólo el local y su tecnología punta. Es, también, el privilegiado y tentador emplazamiento y la comodidad de su gran aparcamiento subterráneo. Factores que no se daban en el Llano de las Damas, capaces de disuadir la asistencia de bastantes personas, especialmente las de más edad. Me consta, observando a tantas fieles y nuevas caras nuevas que no veía por el salón del decano liceo. Por eso, ya digo, inviértase en calidad en la programación. El público seguirá respondiendo. Seguro.
Un público al que, en muchos casos, sigue sin agradar el bunkeriano edificio, por antiestético y rematadamente feo. Hay coincidencia en que se podía haber levantado un gran teatro con mucho menos dinero y mayor capacidad de aforo ¿Y el prestigio de Álvaro Siza? Al fin y al cabo un coliseo. Lo que necesitaba la ciudad. Tampoco hay quienes perdonan la pérdida del histórico cuartel.
Ahora el Auditorio cierra para rematar detalles y corregir las deficiencias observadas. Que no será exiguo el trabajo, me imagino, tratándose de una gran obra que, por su carácter emblemático, fue inaugurada con premura ante la perspectiva de unas elecciones locales a tres meses vista. En política piensa mal y acertarás.
Visiblemente enojada me abordaba en mi asiento, en el último concierto, una fiel lectora, familia, por más señas, de una de las mejores plumas de la redacción de este diario en los años 50 y 60, insistiéndome en que reflejara su parecer en esta columna sobre el Auditorio de marras.
- Di, por favor, que esto, además de antiestético a más no poder, es un auténtico horno. Qué pena. Escríbelo así de claro.
Dicho queda, P. Como también me trasladaban otras espectadoras que seguían nuestra conversación el peligro que encierran los huecos que quedan al descubierto entre los escalones del pasillo y el acceso a las filas de butacas, la carencia de señalizaciones para localizar los servicios, el largo trecho que hay que recorrer hasta el ascensor o las colas que se producen para acceder al local al abrirse las puertas con escasa antelación del comienzo de los espectáculos.
Fiel seguidor de toda la programación, muy a mi pesar me vi obligado a abandonar el concierto de Nena Daconte, pasados veinte minutos de su comienzo, víctima del tormento que, para mis oídos, suponía la infernal potencia de los bafles de su grupo de músicos. Algo insoportable y desproporcionado para un recinto con tan magnífica acústica. Ya en el exterior, me abordaba Mabel Deu, visiblemente presa de los nervios ante una inesperada situación que ella era la primera en lamentar.
- Mira, sois ya doce los que os habéis marchado. Yo he tenido que hacer lo mismo para ir a resolver el problema. La actuación estaba programada como un ‘concierto sinfónico’, por lo que este derroche de decibelios está fuera de lugar. No volverá a suceder.
A los pocos segundos llegaba una persona, a instancias de la consejera, para tratar de remediar tal disparate. Pese a la invitación de Mabel no ya volví a entrar en la sala. Tampoco lo hicieron las otras doce personas. Y bien que lo sentí porque May Meneses, a la que en medio de aquel mefistofélico enjambre de decibelios no pude entenderle ni una sola palabra, es una voz de auténtico lujo.
Hay más detalles técnicos que podría reseñar sobre el Auditorio, después de haber oído a entendidos en materia escénica. Quedan para otra ocasión por falta de espacio. Por cierto, ¿se contó con estas personas de Ceuta a la hora de diseñar dicho Auditorio o vino ya todo cerrado e impuesto por Siza? Me quedo con esto último.
Y digo bien, AUDITORIO. Que eso es la joya de la corona del Rebellín y no un teatro. Las cosas por su nombre.
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