Frontera e Inmigración

Atrapados, sin rumbo, en Ceuta

  • Son 52 varones, llevan una media de diez meses en el CETI y denuncian que se sienten bloqueados en nuestra ciudad l ¿Cuál parece ser su ‘pecado’? Proceder de un país asiático

Son 52 hombres. Llevan de media diez meses en la ciudad. Llegaron con la idea de permanecer solo unas semanas, a lo sumo un poco más para después cruzar al otro lado y empezar a trabajar. Sus familias quedaron en Bangladesh, India, Paquistán o Birmania esperando la ayuda económica que estos hombres, ahora sin rumbo, debían enviarles. Su sueño ha quedado atrapado en Ceuta. No saben por qué, pero se encuentran aquí bloqueados.

Son el colectivo asiático del CETI, el grupo más invisible de todos, el grupo al que nadie ha puesto voz. Tienen un concepto de unión y apoyo entre ellos digno de admiración. Juntos marchan a la playa de Benítez o de Calamocarro, se reparten las tareas para cocinar entre ellos, lavar los platos, acudir en busca de agua... Siempre pacíficos, siempre unidos, juntos también en la desesperanza de sentirse cual náufragos, perdidos en una especie de isla de la que, no saben por qué, no pueden salir. “En el CETI la comida es buena, pero nosotros, por nuestras costumbres, tomamos alimentos más picantes”, explica Mohamed Sumon, originario de Bangladesh, y portavoz del colectivo asiático ante las cámaras de FAROTV, mientras cocinan arroz con pollo que van repartiendo en platos de metal que luego friegan con detalle, con todo el mimo del que son capaces. Es el que mejor habla español, por eso decide erigirse en el encargado de trasladar las penurias de todos ellos.

“La Policía no sabe por qué estamos aquí tanto tiempo, el director del CETI tampoco... Dicen que Madrid. No sabemos por qué no podemos ir a la península. Algunos llevan aquí diez meses, unos un poco más otros menos. Nadie sale”, lamenta.

Llegaron hasta Ceuta a bordo de motos de agua, también en pateras, dentro de dobles fondos de vehículos o cruzando sencillamente la frontera con documentación. Todos ellos pensaban que de Ceuta pasarían en breve a la península. Así se lo habían dicho sus pasadores y así se lo habían trasladado a sus familiares, miembros de grupos muy pobres que han puesto en estos hombres su esperanza de salir adelante. Este grupo de asiáticos no solo se encuentra atrapado en la ciudad sino también desesperado por su situación, buscando la escapada como sea. Incluso lo han intentado hacinados en pateras, arriesgando sus vidas.

Hace unas semanas la Guardia Civil interceptó una embarcación que partía hacia la península. En ella viajaban algunos asiáticos. En agosto otros lo volvieron a intentar. Están muy agobiados y viendo que sus puertas no se abren buscan cualquier escapada sea como sea.

Sus países de origen están marcados por la hambruna, sus familias confiaron en que la marcha de los varones de la casa sirviera para hacerles sus vidas más llevaderas. Ahora no pueden salir de la ciudad en la que fueron abandonados. No tienen siquiera dinero para llamar a sus familias. Tampoco encuentran respuestas a su bloqueo.

“El aparcamiento es solo para los subsaharianos, no podemos trabajar, no podemos llamar a nuestras familias. No podemos hacer nada”, explican. Entre sus pertenencias guardan alguna muda, su tarjeta del CETI y algunos recuerdos de los que dejaron atrás, de su tierra, de sus seres queridos. Y cada día que pasa no hay cambio. Amanece en el centro de estancia temporal, bajan a la playa, acuden a la mezquita, ven pasar las horas, miran al otro lado sentados en la arena y escuchan las voces de alegría de los que han sido elegidos en la ‘lista de las maletas’, en la ‘lista del Baleària’. Pero para ellos nunca hay lista, no entienden por qué, no saben a qué se debe ese veto.

Fuentes consultadas por este medio apuntan al temor de que la vía asiática cobre fuerza, de ahí que se habría intentado frenar las salidas de este colectivo buscando así abortar esa temida presión. Pero en ese eslabón de temores, de advertencias, de vetos... están ellos. Hombres con un pasado, con una historia, que permanecen agobiados, que se sienten fracasados porque saben que sus familias lo están pasando mal y ellos, los elegidos para el viaje, no les pueden ayudar.

Tienen un mensaje. Piden ayuda, simplemente que se les vea, que la sociedad sepa que están allí, atrapados en una particular espiral sin salida que nadie se atreve a romper, a quebrar para que ellos puedan recuperar su dignidad.

En la historia migratoria de Ceuta quedan reseñas en el recuerdo de hombres que han pasado por lo mismo que este grupo, que quedaron atrapados en un limbo, en un espacio en el que faltan explicaciones, en el que asaltan las dudas, en el que impera la tortura.

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