Desde el pasado 13 de marzo la frontera de Marruecos y Ceuta es un desierto. El trasiego habitual de personas que venían a trabajar o a comprar a la ciudad, y viceversa, ha cesado. Nadie puede cruzarla.
Pero el cierre de la frontera también ha dejado a muchas familias divididas. Marruecos no se lo está poniendo nada fácil a sus propios compatriotas residentes desde hace años en España para volver y parece que después de unos cuarenta días la cosa no cambia.
Amal El Oubati nació en Marruecos hace 39 años y lleva más de doce años residiendo a este lado de la frontera, en España, pero desde el pasado 12 de marzo está en el lado marroquí.
Aunque tiene la tarjeta de residencia de larga duración y la nacionalidad concedida desde hace cuatro meses, no pudo ir al registro civil a recogerla “debido a esta situación. Después de tantos años” y de tener tres hijos españoles con su marido español, se considera “casi española”. Además, aunque ahora reside en Guadalajara, vivió muchos años en Ceuta, donde nacieron sus hijos y su marido, por lo que le tiene un cariño especial a la ciudad y “cada vez que bajamos a Marruecos nos quedamos unos días ahí para visitar a la familia que tenemos en Ceuta”.
Esta vez viajó a Marruecos el día 12 de marzo en avión desde Madrid a Tánger para visitar a su familia materna a la que llevaba mucho tiempo sin ver. “Era todo normal en Barajas y en el aeropuerto de Tánger. El avión iba lleno de viajeros marroquíes y españoles lo que significa que no hubo ni aviso ni nada en ninguno de los dos aeropuertos de que iban a cerrar la frontera”, relató.
Ese mismo día por la tarde estaba en casa de una prima en Tetuán cuando anunciaron el bloqueo de las fronteras marítimas y aéreas entre los dos países. “Empezaron a llamarme mis amigas, mi familia y mi marido para decírmelo y no me lo creía”, continuó. Hasta que vio el mensaje de la aerolínea de que cancelaban su vuelo de vuelta para el 17.
“Al día siguiente me fui para la frontera de Ceuta y no me dejaron entrar porque me dijeron que no podía porque tengo el pasaporte verde. Les enseñé el justificante de que tengo la nacionalidad ya concedida y solo me faltan los trámites en el registro y que tengo la cita, pero nada”, prosiguió recordando esa situación.
Entonces Amal decidió irse directamente a la Embajada española en Tetuán. “No hicieron nada, ni siquiera me dejaron entrar los vigilantes. La Policía me dijo que no hay solución de momento y que mucha gente estaba en mi situación. Solamente que tenía que esperar”, contó la joven.
No obstante, durante esa semana Amal volvió cada día a la frontera. “Pensé en comprar un billete a otro país y de allí irme a Madrid, pero cada vez que lo intentaba me cancelaban el billete hasta que cerraron toda Europa”, comentó.
Incluso el día 18 de marzo se fue al aeropuerto de Tánger para reclamar y buscar otro vuelo y estaba cerrado. “De allí cogí el tren a Casablanca porque aquí tengo la casa de mi padre y también con la idea de intentar encontrar un vuelo porque en Tánger me dijeron que era el único que va a quedar abierto”, señaló.
“Al día siguiente me llevó mi hermana al aeropuerto y me dijeron que sí había dos vuelos: uno a Bruselas y otro a Canadá, pero no podía ir porque son vuelos excepcionales para gente atrapada aquí y que sus países mandaron para llevarles. Salí con una decepción, llorando como loca, he hecho todo lo posible para volver a mi casa y no puedo. Nunca pensé que me iba a pasar esto”, comentó emocionada.
“No he encontrado ninguna ayuda ni de la embajada del país donde vivo ni del mío. He estado todo esto tiempo en casa de mi padre gracias a Dios. Pero esto me ha afectado mucho psicológicamente y solamente he tenido la ayuda de mi familia”, relató Amal.
Pero lo que realmente le quita el sueño son sus hijos. “Estoy pasándolo fatal, no duermo ni como todo el rato pensando en mis hijos que está su padre con ellos, pero él está enfermo y es asmático. Cada vez que sale a comprar me da miedo de que pille el virus y si le pasa algo: ¿quién va a estar con mis hijos? Además, el problema ahora es que él tiene que volver a trabajar el 4 de mayo”, continuó.
Lo que más le ha decepcionado es que llamó para apuntarse al vuelo que salió el día 3 de abril desde Casablanca hasta Madrid y mandó todos sus datos, pero nunca le respondieron. “He visto que solamente han viajado los españoles de origen y sentí una discriminación muy grande. Mis hijos son españoles: ¿no tienen derecho a que su madre vuelva?”, concluyó.
Yassine El Moudden, un marroquí de 34 años que está casado con una española con la que tiene un bebé de tres meses, también comparte la misma sensación de abandono. Trabaja en una empresa de hormigón en Almería y vive en España desde hace 27 años.
Fue a Rabat el pasado 19 de febrero por motivos laborales. Allí estaba cuando anunciaron el cierre de las fronteras. “Supe del cierre a través de las redes sociales de la embajada y porque me lo envió un amigo. Ese día era sábado y no pude hacer nada. Nadie creía que la situación de alarma era de tal magnitud puesto que el número de contagios anunciados en Marruecos era mínimo”, explicó.
Pasados unos días vio que la situación se iba a alargar. “Entonces, busqué y busqué a dónde debía dirigirme. Del vuelo del 3 de abril no tuve conocimiento. En todo este tiempo he enviado emails al Consulado de Rabat, Tetuán y Tánger sin ninguna respuesta”, continuó.
Actualmente está alojado en un apartamento que le proporciona la empresa. Pero el viaje se está alargando más de lo previsto, y “lo peor es que no tenemos información de cuándo y cómo podremos abandonar el país. Esto se ha convertido en un infierno sin respuestas”, prosiguió.
Yassine, que tiene a su mujer y su hija de 3 meses “solas” en España, siente que “no somos ni de aquí ni de allí puesto que cada país responsabiliza y culpa de esta situación al otro. “España dice que somos bienvenidos pero que Marruecos no nos deja salir. Marruecos dice que no niega la salida a ningún nacional con vínculos en otros países”.
Por ello, el marroquí pidió a ambos países que se pongan de acuerdo “para que podamos regresar con nuestras familias”. En estado de alarma, confinados y en pleno periodo de Ramadán lejos de casa, así se encuentran estos dos marroquíes. Para ambos es la primera vez que lo celebran lejos de casa.
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