Llama la atención el hecho de que el principal partido de la oposición y otros grupos de corte populista y radical, hayan desatado a la vez una campaña contra la Iglesia, como si ese fuera el principal problema que los votantes que les han elegido esperaran que les resolvieran.
El líder de la oposición está obsesionado con suspender los acuerdos con la Santa Sede para hacer de España un Estado laico, eliminar los que él llama “privilegios de la Iglesia”, la asignatura de Religión, la equis de la casilla del IRPF, etc. Y lo dice sacando pecho y con la misma jactancia que cuando aseveró que suprimiría el Ministerio de Defensa, o cuando en Televisión contestó a una pregunta que uno de los mayores errores de su partido había sido no saber explicar que fue el que aprobó el divorcio en España. ¡Vaya patinazos!. Sólo acierta cuando rectifica. Es público y notorio que la Ley de divorcio fue promulgada el 7-07-1981 con la antigua UCD, siendo Ministro de Justicia Fernández Ordóñez. Y, ¿por qué tanta animadversión contra la Iglesia, si un compañero de colegio tiene declarado en los medios que él estudió en los Agustinos?.
Algo parecido sucede con otro colega suyo de partido, Consejero de la Autonomía de Valencia, que presume de tener ya elaborada una nueva ley de “Protocolo de la Iglesia y buen gobierno”, con la que pretende reemplazar la actual “Ley de Transparencia”, promulgada en marzo pasado, para prohibir a los miembros de su Comunidad y demás servidores públicos que participen en actos religiosos, como procesiones de Semana Santa, romerías religiosas, actos corporativos de simbología cristiana, supresión de capillas y crucifijos en tanatorios, imágenes y demás símbolos cristianos. Pero todavía resulta más paradójico que el susodicho Consejero esté considerado como un erudito en temas de Semana Santa y que posea una colección de más de 1.500 fotografías de procesiones con las que ha organizado exposiciones y ha publicado artículos de prensa ensalzando la Semana Santa de Valencia, Alicante, Zamora, Cartagena y otros lugares; lo que evidencia que, o bien ha sido antes un impostor de la Iglesia, o que con tal de aprovecharse ahora del cargo es capaz de venderse al mejor postor político.
Otro de los partidos radicales emergentes pretende la derogación de los artículos 523 y 524 del Código Penal, que tipifican los delitos por ofensas a los sentimientos religiosos. Pero no sólo por aversión al cristianismo, ya que una de sus afiliadas, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, según los medios, está imputada por presunta conducta delictiva tras haber atentado contra la capilla de la Universidad Complutense, lo que evidencia un interés partidista y sectario alejado del interés general que la justicia y la acción política demandan; por cuyo conducta el Juzgado nº 6 de Madrid sustancia un procedimiento penal. Y su propio líder nacional ha salido en su apoyo porque dice que ha sido “un ejemplo en la defensa para que las instituciones educativas sean laicas”. También preconiza la eliminación de los acuerdos con la Santa Sede, que conllevaría la supresión en las instituciones públicas de servicios religiosos en embajadas, hospitales, universidades, centros penitenciarios, participación del Ejército en procesiones, supresión del juramento y honores u homenajes a imágenes y advocaciones. Aboga por la derogación de la actual Ley de Libertad Religiosa para sustituirla por otra de “Libertad de conciencia”. Y pretende implantar la asignatura de “Inteligencia emocional”, que de forma tan poco “inteligente” sustituiría a la de Religión. Pero, eso sí, para compensar a la sociedad de todas esas supresiones religiosas, se propone despenalizar el cultivo y tenencia del cannabis y crear clubes sociales en los que poder consumir drogas, que eso de “chutarse” y coger el “mono” sí que parece ser para él y su partido más social y virtuoso.
Y un tercer partido republicano, incluye en su programa hasta 24 medidas antirreligiosas para alcanzar el Estado laico, pretendiendo implantar el matrimonio civil único, la nulidad de los matrimonios religiosos que dejarían de tener efecto civil, escuela pública y Universidad laicas, expropiación y desamortización de los bienes religiosos, retirada de la financiación a colegios católicos concertados, sometimiento de la Iglesia a plena fiscalidad, cierre de cementerios religiosos y supresión de la asignatura de Religión del currículo escolar. Yo nunca he sido político; pero todo eso me parece un batiburrillo demagógico y anticlerical a modo de aquellos vaticinios de la II República, cuando Manuel Azaña, con la irresponsable frivolidad laica que le caracterizaba, declaró: “España ha dejado de ser católica”. Pero como la fe, las creencias, los sentimientos y las formas de pensar ni se prohíben ni se imponen, porque pertenecen a la conciencia de cada persona, pues España, no dejó de ser católica. Los sistemas totalitarios los creíamos ya felizmente superados tras el consenso logrado en 1978 por aquellas dos Españas que parecían irreconciliables. Pero, por favor, sieso ya es historia pasada, no volvamos a ellas.
Se quiera o no por los partidos que de nuevo quieren volver al laicismo, al anticlericalismo y que se empeñan en hacer desaparecer la Iglesia, la historia del cristianismo en España y Europa forma parte de nuestra cultura y de nuestras más hondas tradiciones milenarias. Nadie en justicia y de forma objetiva puede negar que Jesucristo ya más de 2.000 años pasó por la tierra haciendo mucho bien a los más pobres y necesitados, que revolucionó al mundo y que desde entonces ni el emperador o monarca más poderoso, ni el más carismático gobernante, ni el ejército más potente y victorioso, y ni todos esos poderes terrenales juntos, no han tenido tanta influencia en la vida de las personas como la que han tenido Él y su Iglesia. Ese es un hecho real y evidente, que a mí cada vez más me hace reafirmarme en la fe. Y por algo será que todavía 2.500 millones de personas en el mundo abrazan el cristianismo. ¿Han comparado esos partidos anticlericales el número de sus afiliados con los 2.500 millones de cristianos?
Pues todos esos que quieren imponer la laicidad y borrar todo rastro de cristianismo, deberían saber que la Iglesia presta servicios impagables al Estado y a la sociedad. Durante la profunda crisis económica que todavía padecemos, con sus 8.400 centros en España de Cáritas, Manos Unidas, SOS Familia, parroquiales, etc, ha socorrido a más de cuatro millones de necesitados en situación de vulnerabilidad, pobreza o exclusión social, dándoles de comer y otras prestaciones sociales; ha atendido a más de 200.000 enfermos en hospitales; sólo con las enseñanzas que imparte en centros educativos, ahorra cada año más de 4.148 millones de euros al Estado y la sociedad. Y 40.000 millones con todas sus obras en general. Y, según los propios datos de la institución “Europa Laica”, que sin duda exagerará, el Estado paga a la Iglesia 11.000 millones. Si los restamos de los 40.000 que le ahorra, a ver qué partido, sindicato, ONG o institución sale tan barato y hace tanto bien. Según el último barómetro del CIS, el 70 % de los españoles se identifican con la religión católica; el 65 % de los jóvenes estudian en centros católicos, al igual que en su día estudiaron en ellos muchos dirigentes y afiliados de partidos radicales que ahora tanto reniegan de la Iglesia con su incomprensible conversión anticlerical y laicismo extremos; y el 63,5 % de esos jóvenes han elegido la asignatura de Religión. Si algún día el líder de la oposición o de partidos radicales llegaran a gobernar, unos 3,5 millones de jóvenes no podrían ejercer su derecho a recibir educación religiosa y moral de acuerdo con sus convicciones. Y la libertad religiosa está esencialmente unida a la libertad de conciencia y de expresión. No se concibe tanta manía persecutoria contra la Iglesia.
Soy creyente convencido, pero tengo muy claro que cada uno ha de profesar la fe y la creencia que le dicte su conciencia, conforme al derecho fundamental de libertad religiosa y a su enseñanza que proclaman los artículos 16 y 17 de la Constitución. Y me merecen el mayor respeto todas las ideologías políticas, religiosas y formas de pensar pacíficas y civilizadas.
Pero las ofensivas antirreligiosas que pretenden erradicar el cristianismo hieren mi sensibilidad de católico, que lo soy, porque desde niño y hasta mi septuagésima edad he asistido a la Iglesia, y jamás en ella se me ha enseñado ni he aprendido nada malo; siempre se me ha exhortado a hacer el bien y evitar el mal. Y creo que querer imponer el laicismo total para captar electores anticlericales, eso se asemeja más al nihilismo totalitario, como si del pensamiento o creencia únicos se tratara.
El carácter aconfesional del Estado y la supresión de toda manifestación religiosa de la vida pública no garantizaría el pleno laicismo, porque los espacios públicos sin religión se deshumanizan, y sin el alma de las personas la misma persona perdería su sentido y razón de ser. Cada uno tiene sus creencias, que los demás estamos obligados a respetar.
Y el mundo lleva 2000 años conviviendo con el cristianismo generalmente en paz. Y de ninguna forma cbe en cabeza humana que se pueda ahora borrar de un plumazo, como algunos tan torpemente pretenden.
Jesucristo ya fue perseguido, crucificado y muerto por predicar su religión. Los apóstoles Pedro y Juan fueron encarcelados. A San Pablo, San Andrés, Santiago el Mayor, Simón, Bartolomé, San Esteban, San Servando, San Pancracio, San Pantaleón, Santa Eulalia y trece mártires más de Mérida, junto con otros miles y miles de ellos, sufrieron en los siglos II y III por los emperadores romanos las diez feroces persecuciones de Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Séptimo Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano, que mandaron martirizar y asesinar o echar a los leones en los circos a los cristianos, teniendo que vivir ocultos en catacumbas para profesar su fe. En Ceuta es bien conocido el martirio sufrido el año 1219 por San Daniel y sus compañeros San Ángelo, San Samuel, San Dómulo, San León, San Hugolino y San Nicolás, que fueron decapitados y sus cabezas arrastradas en público.
Pero, tras cada persecución, la Iglesia, lejos de desaparecer, siempre se multiplicó. Como por ello no desaparecieron los cristianos asirios, caldeos, maronitas, armenios, ortodoxos, coptos que aun mueren en Egipto y otros países árabes víctimas de la más tremenda barbarie. En el siglo XIV los cristianos fueron casi exterminados en Mongolia y Asia Central. En el XIX los de Asia Menor fueron masacrados por el Imperio Otomano. En el XX Stalin los persiguió con saña. Y en el XXI una nueva y feroz ola de integrismo yihadista, que nada tiene que ver con el auténtico islamismo, los señala como objetivo. Jesucristo dijo: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”. Y a Pedro (no al de la oposición, sino al Santo) hace 2000 años, vaticinó: “Tú eres Pedro, sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
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