Categorías: Opinión

Ataque frontal a España y su Constitución

El independentismo es hoy uno de los problemas más graves que padece España, razón por la que durante tres lunes consecutivos he venido insistiendo sobre el mismo tema, al entender que cada uno deberíamos aportar nuestro granito de arena para tratar, al menos, de crear la conciencia de esa gravedad. Y es que, sobre todo Cataluña, “se ha echado ya al monte”, como diría un castizo de mi pueblo. Desde Moncloa se comenzó a agitar la bandera separatista cuando, in extremis y de forma tan irresponsable, se llamó a la Generalidad para congraciarse con aquella frase de: “Como venga de Cataluña el Estatuto, será aprobado en Madrid”; con lo que se pretendía abrir una puerta falsa para enmendar la Constitución a través de un mero Estatuto de Autonomía. Se continuó con la “inmersión lingüística”, que es otra puerta trasera para expulsar el castellano de Cataluña. Se siguió con el referéndum catalán para decidir sobre la autodeterminación, que tanto la Constitución como el Derecho Internacional prohíben, ya que no puede ejercer ese derecho ningún territorio que ya forme parte de un Estado. Luego, se ideó el llamado “pacto fiscal”, con el que Cataluña quiere recaudar allí todos los tributos para después negociar una especie de cupo con España, como si de Estado a Estado se tratara, olvidándose de la solidaridad interterritorial y de la justicia social. Y ahora se va ya abiertamente hacia la secesión catalana, “sí o sí”, incluidos acuerdos para la legislatura que ahora se inicia sobre la creación de estructuras de Estado y llamamientos a la “desobediencia civil”, que los mismos gobernantes catalanes abanderan e incitan. Se trata de un desafío, de un pulso al Estado, por el soberanismo radical, puro y duro.
Se sitúan así fuera de la Constitución, sobre todo, de sus artículos 1.2, 2, 8, 92 y 149, entre otros, simplemente porque ellos quieren saltarse a “pie juntilla” y por las bravas la Carta Magna, las leyes, los Tribunales de Justicia y todo lo que se les ponga por delante con algún tinte español; pasan olímpicamente, y hasta osan hacer público y notorio desprecio de las sentencias del Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo y Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que se las pasan por donde les place sin inmutarse, diciendo a boca llena una y mil veces que digan lo que digan el Estado español y dichos Tribunales, todo va a seguir como ellos quieren respecto a la inmersión lingüística, que Cataluña es una nación y van a constituirse en Estado, que España les roba, que el ínclito Mas será el último “honorable” Encap que no sea Jefe del Estado”, y un largo etc.
Y todo ese estado de cosas en Cataluña se considera que es ya el mayor ataque frontal de los dirigentes catalanes contra España y contra la Constitución. Es que ya les da igual todo, están en manifiesta rebeldía, en clara desobediencia al Estado, a la Constitución, en abierto desacato a las leyes y a la Justicia. Expulsan la bandera nacional de España de todos los actos públicos, edificios y centros oficiales porque ellos quieren y les da la real gana y se pasan las leyes estatales y las sentencias por donde a ellos les cabe. Van por libres y hacen ya lo que les sale de sus narices. Hasta se permiten promover un frente de resistencia e insumisión contra el Borrador de nueva Ley de Educación, insultando en el Congreso de Diputados al Ministro del ramo, llamándole “talibán”, “terrorista”, “nazi”, acusándole de “acostarse con los obispos” (¿para eso pagamos a los diputados?), amenazando con que ningún Gobierno podrá impedir la prevalencia del catalán sobre el castellano. Y hasta retan al Gobierno a que ponga un Guardia Civil y un Comisario en cada aula. Y eso es ya una gravísima provocación.
Y uno, que suele ser moderado, cree que toda esa serie de exabruptos inconstitucionales, ilegalidades buscadas de propósito, desacatos a la Justicia, etc, es necesario cortarlos ya de raíz; porque estos lodos de ahora vienen de aquellos polvos de antes. Los distintos Gobiernos centrales (en todas las legislaturas y de todos los partidos), con tal de poder formar mayorías para gobernar, han tolerado y concedido casi todo a Cataluña y al País Vasco: más y más cesiones de competencias estatales, de impuestos y otros tributos, de dinero, y de casi todo lo que les han pedido. Y, claro, ellos han entendido que lo pueden pedir todo porque todo se les permite. Y que, en el peor de los casos, algo sacan al Gobierno central, aunque, como ahora ya no es tanto como lo que se les daba cuando decían contribuir a la “gobernabilidad” (anda que no han estrujado nada esa expresión para pedir), pues ahora están que se suben por las paredes. Así, se va dejando esquelético al Estado, mientras que las Autonomías engordan cada vez más, creando cada una sus propios aparatos de poder para gastar más y más a costa de todos los españoles, que por eso así nos va. Y eso no puede seguir así, España no lo soporta; los españoles no podemos pagar al Estado, más a otros 17 mini Estados y sus estructuras. Hay que decir: ¡basta ya!, porque, si no, ello puede tener consecuencias imprevisibles. España así  se hunde, y puede saltar en pedazos.
Ese dejar de hacer y dejar pasar, mirando hacia otro lado, vino sucediendo tanto con Gobiernos débiles en minoría parlamentaria como con los fuertes que ahora cuentan con mayoría absoluta. Y es que ya Cataluña dice que se va de España pase lo que pase; es que ni lo disimula siquiera. Incluso tras el estrepitoso fracaso electoral de Mas, resulta que ahora el mismo va y se crece. Y detrás pisándole los talones a ver quién llega antes va también sin frenos el País Vasco. Y llama la atención ver cómo el Estado, que nunca ha estado tan legitimado como ahora, pues apenas da importancia al problema, pese a la evidencia de los hechos y a la gravedad de la situación.
Así, Cataluña cada vez se ve más hiperactiva y el Gobierno más callado. No se  hace nada por impedirlo, no se advierte claro lo que se haría en el caso más extremo de la ya cantada independencia, ni qué mecanismos de los que otorga la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico se utilizarían para disuadirles de tal empeño; simplemente parece ser que se conforman desde el Estado con decirles que “tendrían que empezar por negociar de nuevo las condiciones de ingreso en la Unión Europea”. Y, claro, como no hay quien les haga ver que por ese camino no, pues sacan pecho, porque cuentan con que nadie les ha advertido, de forma firme y contundente, que el Estado tiene la ineludible obligación de impedirlo. Ahí está Gran Bretaña, que ha suspendido ya varias veces la autonomía de Irlanda en cuanto le ha dado problemas de mucha menor entidad que los que a España ya le está dando Cataluña. Y el artículo 155 de la CE lo autoriza.
Y eso que estamos ante un Gobierno democrático, elegido libremente por el pueblo en las urnas y que cuenta con una mayoría tan cualificada, y que no puede ni debe mirar para otro lado ante hechos tan graves de esa naturaleza; porque está perfectamente legitimado para hacer uso de todos los instrumentos constitucionales, legales y de justicia que el sistema pone democráticamente en sus manos, porque para eso el pueblo le ha dotado de ellos, para usarlos en supuestos de hecho de tanta gravedad. Pero es que, además, todos esos desmanes, todo ese ponerse a extramuros de la Constitución y de manera tan frontal, lo hacen los dirigentes catalanes de forma insolidaria, deliberada, premeditada y con malas artes, es decir, en el momento en que la Nación española está débil y en apuros, y que necesita más que nunca estar unida y luchar hombro con hombro para poder salir del hundimiento que padecemos. Saben que es el momento  que más perjuicio pueden causar a la Nación española y al Estado, y no dudan en querer ocasionárselo. Lo quieren y lo desean.
Qué pensarán de los españoles en la Unión Europea y en el mundo. Seguro que en ambos ámbitos nos mirarán atónitos y no alcanzarán a comprender cómo ahora que en Europa y el mundo globalizado se va hacia una unión cada vez más integradora, pues aquí algunos vayan hacia la disgregación en micro estados, máxime cuando España es uno de los países europeos más antiguos, un Estado independiente y soberano que extendió sus dominios a casi todo el orbe terráqueo, habiéndose forjado la Nación española a golpes de muchas guerras, de millones de vidas y de ríos de sangre vertida por todos los españoles frente a la agresión exterior durante tantos siglos. Y, sin embargo ahora, que nos estemos haciendo trizas y tanto daño a nosotros mismos, máxime cuando tanto los que se quieren separar como los que no lo impiden, sus dirigentes han jurado o prometido cumplir, y hacer cumplir, la Constitución. ¿Qué confianza podemos inspirar así a Europa, al mundo y a los mercados?.
Así está España, cayendo en picado en prestigio y en dignidad nacional. Pero, ¡cuidado!, que si para algunos políticos su juramento o promesa no tiene ningún valor y por eso no les importa traicionarlo, para otros muchos españoles de bien el simbolismo de ese juramento o promesa es sagrado, en cuanto afecta a la unidad de la Nación y su integridad territorial. Pero, aun así, que no falte una FELIZ NAVIDAD para TODOS.

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